Entrevista: Lucrecia Dalt

Lucrecia Dalt. Foto: Aina Climent

Una extensa y profunda charla de Miguel Pardo con Lucrecia Dalt, que mañana publica “¡Ay!”

Hace unos días, tuvimos la oportunidad de hablar telefónicamente con Lucrecia Dalt. Una experimentadora bien arrojada, la productora residente en Berlín, nos ha habituado a unos álbumes inhóspitos, en ocasiones estridentes y cercanos a la abyección (como en su reciente colaboración con Aaron Dilloway) pero sobre todo con ganas de explorar conceptos a través del diseño sonoro. El día 14 de octubre, llega “¡Ay!”, su último disco en RVNG Intl. Con un concepto basado en la ciencia ficción y un sonido cercano a la música popular de Colombia, el álbum propone una narrativa repleta de contrastes, momentos texturalmente rocambolescos, pero de estructuras muy reconfortantes y repleto de humor. Ella nos contó de manera detallada y con mucho entusiasmo, cómo ha atravesado este proceso. Aquí te dejamos la conversación.

Sigo tu carrera desde no hace tampoco demasiado, cuatro o cinco años. Tus últimos discos, sobre todo “Anticlines” y “No era sólida” tienen discursos sobre el cuerpo, la continuidad del cuerpo con otros objetos, o el propio “Anticlines” que hablaba mucho de la conciencia, la alteración del tiempo… Me parece que tienen mucha correlación con tu disco nuevo, “¡Ay!” y te quería preguntar cómo ha sido el proceso entre los tres álbumes y qué ha diferenciado el proceso en este.

Sí, a ver. Yo creo que siempre hay una interconexión, o un tipo de continuidad, sobre todo en las ideas, el discurso o como se quiera llamar. Y es que son intereses muy personales a través de la reflexión sobre nuestra, cómo llamarla… No sé por qué me sale la palabra “liminitud”.

Creo que se entiende en este contexto, liminalidad.

Exacto. Entonces siempre ha habido preguntas alrededor de eso y construyo todas las ficciones con una pregunta muy sencilla. Digamos que en “Anticlines” la pregunta era alrededor del borde, y borde puede significar todo, desde lo más sencillo como la piel, a bordes estratigráficos y cómo ir aumentando la escala hasta los confines de nuestro sistema solar, pensar en esos bordes y pensar en cómo… Ficciones, en espacios imposibles y demás. En el caso de “¡Ay!” fue más alrededor de un momento vital en el que empezó ese parón y estábamos todos con mucho más tiempo de reflexionar y darle vueltas a las cosas. En ese momento conocí a Miguel Prado y empezamos a discutir y conversar alrededor de la conciencia, dónde está la conciencia y los distintos intentos de dilucidar qué es la conciencia, qué procesos intervienen para su creación y todo esto. Entonces a mí me parecía de alguna manera bonito pensar en la idea de que si la conciencia no está directamente ligada con la materialidad, puede existir de manera libre en el universo. Y ya llevándolo a un nivel muy de ciencia ficción, pues pensar en la idea de que todas nuestras pieles, que vamos soltando, entran en el espacio donde se produce la lluvia y que hay una especie de mercado de cuerpos en la hidrosfera, que estos tipos de conciencia pueden utilizar para tener subjetividad en la tierra. Ahí empezó esa idea y con mucho humor sobre todo, intenté hablar de las historias de Preta, [el personaje ficticio que utiliza en algunas de sus obras] en nuestro planeta. Eso empezó como una comisión de Dana Gingras para un proyecto que hicimos con Aina Climent, con Judit (J. Ferrer) y con Miguel; que se llamaba “Pedis Possessio” y ahí es donde empezamos a explorar esa idea y también como esa disfuncionalidad de la mitología. Disfuncional digo porque, a los ojos de Preta, cuando llega a nuestro planeta y empieza a investigar y contrastar información todo le parece muy raro… (risas)

Sí, como absurdo.

Sí, exacto. Entonces de alguna manera fui alimentándome de esos mitos, me encontré un libro por ahí que se llamaba “Mallorca Mágica” (Carlos Garrido) y empecé a leer sobre distintas historias de lo que pasa allí, del Galatzó, distintas teorías, luego hay otra alrededor de una serie de desapariciones…

El triángulo del silencio.

Sí, el triángulo del silencio. Intentar mezclar sucesos reales con algo esotérico, con algo que puede ser filosófico pero simple. Simplemente ver hasta dónde llega nuestro límite. Era algo así. Entonces claro, obviamente encuentro algún punto común entre estos discos porque son preguntas que sigo desarrollando y que me sigo haciendo y los álbumes siguen creciendo. Y sobre todo cuando vas dando entrevistas y tienes más tiempo de reposar lo que acabas de hacer y sigues como… ¿Construyendo un poco el discurso? Se va transformando el siguiente y el siguiente. Me parece lindo porque te das cuenta de que hay cosas que vienen del pasado, digamos, hay un trocito de letra del disco “Commotus”, que es de hace más de diez años, que vuelvo a traer aquí porque me parecía relevante; me gusta trabajar así. Ahora, musicalmente es otra historia. Esta sería la parte puramente conceptual, pero a nivel musical sí siento que me gusta hacer una distinción muy clara entre disco y disco. Como las distintas herramientas, puede ser, o las estrategias de composición que estoy usando para cada disco son distintas. Y eso me parece lindo porque hace que cada álbum se contenga en sí mismo. Y conceptualmente puede estar ligado pero musicalmente intento que tenga una coherencia propia del momento creativo por el que estoy pasando.

Claro, y ¿cómo surge entonces la idea de hacer un disco tan… Vamos a decir “popular”? De música popular por llamarlo así.

(risas) Pues surge de esa necesidad bastante pura y de un momento muy nostálgico, porque con toda la pandemia, estar aquí en Berlín, tener la distancia, empezar a recordar, tener esa sensación de melancolía… En ese momento me costaba escuchar mucha música. Sobre todo en el principio de la pandemia que había tanta ansiedad, tanta angustia. Necesitaba compensar con un ambiente como cargado, melódico, pero que también tuviera una sensación de confort. Y para mí la salsa, merengue, bolero, pues está muy relacionado con esos momentos familiares de estar ahí, bailando, con amigos, no sé, de estar muy confortable y bien. Y tuve una época en la que sólo escuchaba música específicamente tropical, o cosas tipo jazz, Alice Coltraine, mucho reggae también y mucho dub… Era lo único que me permitía generar ese contraste con escuchar música más experimental como pudiera ser lo que había estado escuchando antes. Desde ese estado afectado, emocional, empecé a preguntarme por qué no hacer un disco que de alguna manera pudiera traer esa atmósfera, esa sensación de estar ahí, que estaba habitada por todos esos ritmos y en mi espacio actual de trabajo ver cómo podía usar esa memoria diluida. Sobre todo de ritmos, de patrones rítmicos. Empecé a hacer pruebas e intentarlo, primero como patrones puramente rítmicos de bolero muy básicos y lentamente se empezó a formar algo que tenía sentido para mí. Le di toda la libertad y también fue un proceso lento, de mucho tiempo, es el disco que más le he dedicado a construir cada parte, con mucha dedicación, conciencia, sin apresurarme… No sé. Entonces sí, así surgió ese disco.

Claro, es que a mí me parece muy curioso porque al final es un disco que pone en tela de juicio perspectivas epistemológicas sobre el tiempo, la conciencia y este tipo de cosas… Y sin embargo luego rítmicamente es súper convencional, pero funciona, ¿sabes?

Sí, era eso, era ese contraste y el pensar: “¿por qué no?” A ver yo siempre he trabajado de manera principalmente conceptual, o sea… No sé, me gusta trabajar desde ahí, me parece bonito crear todo este universo y pensé, “¿por qué no?”, por qué no hacer un álbum conceptual que tenga estos otros elementos y que musicalmente lleve a estos otros lugares.

Es eso que has dicho tú de que es un álbum muy confortable. Dentro de las cosas que habla como la ufología, Lemuria, etcétera; que son elementos relacionados con ocultismo, cuestiones que la gente asocia con espacios misteriosos, experiencias terribles… Es un álbum, sobre todo siendo tuyo, especialmente confortable y muy agradable de escuchar.

Ahora me hiciste pensar con esto que dijiste que yo creo que también está relacionado con que a mí encanta, -me gusta mucho- el cine, ver pelis, analizarlas. Sobre todo analizar las bandas sonoras y cómo están funcionando y normalmente, no sé: encuentro mucha satisfacción cuando un director se permite hacer esos ejercicios de “mega contraste” en escenas que sugieren un tipo de musicalización mucho más “heavy” o no sé, drone y demás y justamente juegan la carta contraria. Eso es tan poderoso, ¿no? Esta semana he estado viendo la primera película de Tobe Hooper, el director de “The texas chain saw massacre”. Pero la primera película que él hizo, que es una película de muy bajo presupuesto, muy estudiantil, de proyecto no sé cómo decirte (risas), de carrera o algo así. Es fenomenal porque está hablando de una situación seudo embrujada, de una locura que pasa en una casa y el momento en el que está ilustrando toda esta existencia de esta entidad que no sabemos qué es y no lo vamos a saber, lo hace con una música súper alegre, como jazz, trompetas… Y hace tiempo que no sentía miedo de verdad y no porque la música me esté sugiriendo…

El afecto que tienes que sentir.

Sí. Entonces de alguna manera yo creo que, inconscientemente, también quería hacer esa acción de no realizar esas relaciones tan obvias de: esto con esto porque tiene sentido y porque te lleva a sentir o a orientarte en este imaginario.

Me llama la atención un tema del que hablas que es el de los vórtices energéticos y demás que sale muy representado en los videoclips. Sobre todo y los espacios en los que suceden este tipo de hechos paranormales, de desapariciones…. Y quería que me hablases de ello, principalmente en relación con la geología, que tengo entendido que es una cosa que tu manejas en parte, ¿no?

Correcto, sí (se ríe).

Un poquito.

Un poquito, sí (se ríe otra vez). No, digo un poquito porque en realidad se ha creado una especie de mito de que yo soy ingeniera geológica pero yo soy ingeniera civil. Sí que trabajé en una empresa de geotecnia y estuve alrededor, trabajando con equipos de geología y había una relación con el suelo brutal. Pero fue más bien en un intento de, no sé, de diez años después de dejar la carrera por completo e intentar decir, “y toda esta información, ¿qué hago con ella? Igual a través de alguna idea del tiempo geológico puedo empezar a, no sé, a pensar en cosas y en temas”. Esto sí que se ha vuelto súper recurrente. Sí, va por ahí el tema, no sé si te refieres al vídeo de “Atemporal”.

A ver sí, al final está en “Atemporal” pero sobre todo a que este tipo de energías y los vórtices que forman al viajar a través de las rocas y el suelo. A mí me recuerda a un grupo que investigaba en Warwick que son el CCRU. Todo el disco me recuerda muchísimo a la teoría de esta gente.

Sí, total. A ver, yo no soy tan seguidora de la CCRU pero Miguel (Prado) sí. Está siguiendo el tema desde hace muchísimo tiempo y claro que está súper alimentado por todo eso, sí (ríe). Creo que aquí Miguel podría hablar con mucha más solidez de todo esto, pero básicamente la idea era juntar esos dos universos. Preta es un tipo de conciencia que es atemporal, eterna y cuando ella viene a la tierra se supone que necesita, que va a hacer una especie de ritual en nuestro planeta para que los humanos puedan tener la experiencia del no-tiempo entre comillas. Entonces ella empieza a buscar qué elementos, qué cosas y qué lugar puede utilizar para hacer esta coreografía ritualística. Así, cuando yo digo en “Atemporal” el “me reconozco en esa roca, atemporal” es porque realmente ella dice como “ok, este es mi elemento”. El elemento que pueda relacionarse con algo que pueda ser así, más eterno, que pueda generar ese espacio. En el vídeo entonces queríamos plantear esa idea de, si obviamente no tenemos ni la posibilidad de trabajar con efectos especiales, intentar ver de qué manera podemos ilustrar, conjuntamente con el texto también; ayudar a darle como otro meta-significado a todo. Y en este caso era eso, la persona con la que yo tengo el primer encuentro en la tierra, estoy sentada con él y yo lo llevo a ese lugar a que él tenga esa experiencia donde básicamente él me está intentando explicar cuál es la sensación [de ser atemporal]. Esta parte sí la escribió Miguel, aquello de “si tuviéramos un sistema operativo que cargara el tiempo”, pero en realidad lo estás sintiendo un poquito antes de poder cargarlo, ¿sabes? Digamos que ahí sí que es específicamente eso.

¿Y cómo se relaciona esto con los vórtices? Te lo digo porque yo he leído poca cosa al CCRU pero hay cosas dentro de la propuesta del disco que se me escapan y que creo que has puesto específicamente tú.

(ríe) Sí, básicamente es por la idea de que esta persona pudiese crear en la tierra una anomalía por tener la cualidad de pertenecer al no tiempo, crear esa fisura que está generando en la montaña. Y eso está básicamente alimentado de mitologías, de cuando estaba leyendo las historias que se cuentan en “Mallorca Mágica”. Por ejemplo que en el Galatzó hay un momento en el año en el que serpientes se acumulan en una parte de la montaña por una especie de magnetismo, entonces nos empezamos a imaginar qué pasaría si no es un magnetismo y es uno de estos espacios que fue generado por otra entidad hace muchísimo tiempo y el efecto que tiene ya es mucho más leve y sólo afecta a ciertos animales que tienen una especie de cosa extraña con el tiempo. Nos imaginamos a la serpiente y por cómo se mueve…

Bueno y por el uróboros y que está más cerca de la roca.

Exacto, sí. No sé era intentar hacerlo… Lo más loco posible pero dejándolo todo lo más junto posible. Buscar cómo darle sentido a toda esta historia. Estoy pensando que, por ejemplo, hubo un punto en el que ya teníamos parte de la historia y de lo de Preta pero, en contraste con el disco, yo empecé a reflexionar, “bueno en un par de canciones tiene que haber al menos un cruce entre esta historia y el contexto de esta música”. Los boleros específicamente han sido tradicionalmente música hiperromántica, ya que los textos siempre están esperando esa idea del romanticismo clásico. Y pensé como “bueno de alguna manera si esta entidad, Preta, viene del no-tiempo, será posible que ella tenga una especie de mensaje, de idea del amor”, por ejemplo desde esta especie de continuidad. Así que traje esos elementos que me parecen muy bonitos. Hay una película de John Cassavetes con Gena Rowlands, en que ella está hablando con su psicólogo y básicamente le está explicando que el amor es un stream, es continuo, nunca se detiene… Y me pareció bonito porque ella le insiste al psicólogo y él le dice que no, que se para, y ella le dice que para nada, que no para… Y me parecía linda sobre todo la insistencia en esa imagen en la que ella está ahí con el pelo súper ondulado, con una fuerza vital de perseverancia y pensé que igual esto lo podía traer aquí. De alguna manera un mensaje que Preta puede tener. También hay otra película que es con Tilda Swinton que se llama “Friendship’s Dead” en la que pasa algo parecido. Es una especie de mensajera que viene al planeta para traer un mensaje de “lo estamos haciendo mal, fatal”. De intentar ver cómo resolver ese error y obviamente la idea de la ciencia ficción, de que siempre hay mundos y utopías donde todo está mucho mejor de como lo tenemos aquí. “El hombre que cayó a la tierra” de David Bowie también alimentó este imaginario,  aunque en su caso era algo distinto.  Intentaba pensar en todas esas ideas que se han traído de la ciencia ficción, pero no en la ciencia ficción de ir hacia afuera. Intentaba pensar en cierta manera de revisitar esa ciencia ficción como la de Tarkovski, que a mí me parece tan bonita y que implica traer de nuevo toda una dimensión emocional a este imaginario donde es más bien escasa. Sobre todo en esa sci-fi que va mucho hacia el horror o tiene una historia ridícula romántica (se ríe). Entonces de alguna manera pensé en intentar conectar las cosas así, aunque sea con un par de frases, que me ayuden a que todo se sienta un poquito más cerrado y tenga sentido.

Lucredia Dalt. Foto: Aina Climent

Claro, a mí me da un poco la impresión de que el disco es eso, ¿no? Una especie de afirmación de que lo estamos haciendo mal con el tiempo, o sea con cómo concebimos el tiempo y con cómo concebimos el amor.

Sí, total. Eso es. O sea básicamente cómo concebimos nuestros límites, todo, el tiempo… Una crítica a las formas en las que nosotros lo vemos o sea, es simplemente como esa visualización.

Claro por eso creo que hay tanto distanciamiento pero a la vez esto que has dicho tú de los mitos: que se habla de ellos pero se hace un poco una broma sobre ellos. Es algo que quería preguntarte, porque tú lo has mencionado al principio, que es cómo funciona el tema del humor en este disco. Porque a mí lo que me parece es que el personaje de Preta utiliza el humor como una suerte de distanciamiento con respecto al mundo humano.

Sí. Es un distanciamiento de lo que nosotros tenemos no sé, tan asumido. Para ella todo es como un chiste, ¿no? Empezando porque en Mallorca lo primero que nota es que los muertos viven en catedrales megalíticas y los vivos en pequeñas chozas o lo que sea. Es una burla de eso pero también de alguna manera de la disfuncionalidad que ella está teniendo y que ella tampoco sabe que tiene. Entonces digamos que en “Dicen” ella cree que se está comportando normal, como en la película de “Under the Skin”; ella está entrenada supuestamente para comportarse tal y como un humano se comportaría pero hay una disfuncionalidad total y brutal todo el tiempo. Es un comentario de esa disfuncionalidad, también porque nos llegamos a imaginar cómo es… Ella simplemente es una especie entretejido de piel y el resto es vacío, es código digamos. Es una cuestión es cómo generar esa sensación de contención, y cómo generar (imitar) el movimiento y toda la disfuncionalidad alrededor de su cuerpo y moverse y todo ello. Y luego la idea del pueblo que empieza a notar que está esta persona por ahí haciendo un montón de cosas raras, lamiendo rocas (risas) y ella evidentemente no tiene ni idea.

Me recuerda a uno de los autores que surgió a raíz del CCRU que es Mark Fisher, que en lo último que iba a sacar antes de suicidarse hace cuatro o cinco años habla de la risa psicodélica.  Es un concepto que se refiere al momento en el que te golpea un psicodélico y caes en lo absurdo de las convenciones de alrededor.

Wow, psychedelic laugh, no tenía ni idea, qué bueno, lo voy a buscar.

A mí es un tema que me interesa en relación con eso, con cómo distanciarse de los mitos que está muy presente en el álbum porque tampoco es que Preta sea el personaje más solemne y serio del mundo.

(risas) No, evidentemente no, yo quería darle todas esas dimensiones. Pero también un poco por eso, porque llevamos todo lo externo, lo de afuera a unos niveles tan superiores y solemnes… Y Preta está simplemente con su forma de ver el mundo, muy entre comillas, intentando adaptarse y entender todos estos códigos que también pueden ser tan absurdos.