
Charlamos extensamente con Menhir sobre su último trabajo y sobre sus proyectos de futuro.
Posiblemente Menhir haya firmado uno de los discos ambientales y experimentales del año. Y no solo a nivel nacional. La dupla madrileña formada por Coco Moya e Iván Cebrián han rubricado Thirteen Moons and a Black Hole en Tokonoma Records, un trabajo que promete trascender en el tiempo del mismo modo que los ciclos lunares con los que se sincroniza conceptualmente. No hemos podido evitar charlar con ellos y desentrañar una manera de entender la música de vanguardia de manera única.
En primer lugar, enhorabuena por el disco. Thirteen Moons and a Black Hole es un disco que fusiona ciencia, misticismo y exploración sonora. ¿Cómo nació este proyecto y cuál fue la chispa inicial de este trabajo?
En Menhir nos gusta nutrirnos de muchas cosas no sólo musicales, por un lado partiendo de nuestras propias experiencias, por otro lado nuestra relación con la naturaleza, y también los mitos, la alquimia, la geomancia….
En este trabajo en concreto la primera idea que brilló, fue nuestra propia vivencia y observación de cómo la luna nos afectaba. En mi caso las lunas llenas me han acompañado habitualmente en momentos de mucha intensidad vital, así que decidimos empezar a observar los ciclos lunares, intentando escapar de tono más ‘new age’, y acercándonos más por el lado de los mitos, la antropología e incluso la ciencia moderna. Descubrimos auténticas maravillas en algunos libros como el de Jules Cashford ‘La luna, símbolo de transformación’, muy recomendable.
Durante este proceso tuvimos además la grandísima suerte de ser invitados a trabajar con físicos teóricos del IFT en la Universidad Autónoma de Madrid. Fue ahí donde incorporamos la parte del agujero negro a nuestro disco.
El álbum se describe como “una prehistoria del futuro”. ¿Podéis profundizar en este concepto y qué significa para vosotros?
Nos gusta pensar las tecnologías como configuraciones que procesan cosas, que traducen cosas, que amplían la percepción del mundo y lo que podemos hacer con él. Tampoco vemos que la tecnología se pueda circunscribir a la acción humana, sino que cualquier configuración más o menos compleja de materiales podría entenderse como una herramienta tecnológica.
A nivel musical, para nosotros hacer música electrónica hoy tiene que ver con conectar con la música que se ha hecho siempre, pero con sonidos que antes eran imposibles y que permiten los aparatos que tenemos ahora. Siempre nos ha gustado encontrar resonancias con esa tecnología prehistórica del sonido, como las cuevas, y también con esa intuición que siempre ha tenido el ser humano de entender la música como lenguaje universal que nos permite dialogar con lo que no tiene en principio una voz. Es decir, no es nada nuevo tratar de utilizar el sonido como una forma de conexión con las cosas, con el mundo, con el universo, y al mismo tiempo cada ahora es siempre una manera nueva de alimentar esa motivación, a la manera contemporánea. Se trata de pensar el tiempo presente como una amalgama de pasados que están atravesados por una intuición que imagina futuros.
De hecho el disco anterior se titulaba Geomantic Works, porque trabajamos con esta sensación de que la música es capaz de ser una especie de máquina oracular, que hace un corte transversal del tiempo, en ese acontecimiento de la escucha.
Sabemos que colaboraron con físicos de la Universidad Autónoma de Madrid para interpretar observaciones astronómicas en su música. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Cómo tradujeron conceptos científicos en sonido?
Conocimos a Rebecca Collins y nos invitó a trabajar en su proyecto en el que ponía en relación artistas sonoros y músicos con físicos teóricos. Desgraciadamente, Rebecca falleció hace escasos meses y este disco está dedicado a ella.
Su proyecto se llamó: ‘Parámetros para comprender la incertidumbre’. Ella misma se situaba en la intersección entre arte y ciencia para desarrollar sus obras e investigaciones, y quiso extender su trabajo a otros artistas para que colaboraran también con físicos teóricos. En nuestro caso estuvimos con David Pereñíguez, de la Universidad Autónoma de Madrid que nos explicó las teorías e ideas principales que tiene la ciencia sobre los agujeros negros y nosotros entendíamos lo que podíamos… Traducimos esos conceptos abstractos que nos parecían tan poéticos como el ‘horizonte de sucesos’ a nuestro mundo musical y sonoro, a través de la imaginación y la intuición.
Poco después tuvimos unos días para compartir nuestro trabajo junto con los de otros artistas que también habían trabajado con diversos científicos, y comprendimos que la buena ciencia no está tan lejos del buen arte, sino que es también una investigación en el que la imaginación tiene un papel absolutamente fundamental.
Este LP se lanzó durante una luna de sangre en la noche del 14 de marzo de 2025. ¿Qué significado tiene esta sincronía entre el lanzamiento y el fenómeno lunar para vosotros?
Desde que empezamos con este proyecto hemos intentado cuadrar los eventos lunares y astronómicos a los procesos que llevamos. Tocar en las distintas lunas era una manera de ir alimentando esa relación con ellas y que no fuera sólo una excusa conceptual, sino más bien una metodología de trabajo que nos involucra personalmente. Al final, hacemos música para transformarnos a nosotros mismos, para aprender, para entender, y eso significa adaptarte a los parámetros que te has propuesto. En otros discos hemos hecho música site-specific, es decir, nos hemos desplazado y hemos tratado de vivir experiencias en los lugares para los que esa música estaba dedicada, y en este caso, sería una música más bien time-specific, dedicada a un ciclo temporal.
¿Qué técnicas o enfoques musicales os habéis valido para evocar la sensación de esta conexión con los ciclos lunares?
Para componer solemos partir de improvisaciones en el estudio, la mayor parte de las ideas musicales del disco se han generado así. Después hay un trabajo de selección y trabajo de las partes musicales que más brillan en esas sesiones, y esto suele llevar más tiempo. Aunque probablemente lo que más tiempo nos lleva es no querer cambiarlo todo y empezar de cero.
Componer es en parte un trabajo de aceptación, y un proceso de entender lo que realmente quieres decir, y eso es un trabajo con uno mismo, así que hay que atravesarlo y conlleva problemas mentales de todo tipo.
Por supuesto hemos trabajado con muchas capas de voz, a través de loopers que suele manejar Coco, ahí ya había una sensación de ciclo, y queríamos trabajarlo con calma. De alguna forma hemos intentado generar una parte más ambient de ‘slow motions’ con los sintetizadores y procesamientos, mientras que la voz de Coco da seguramente una sensación más de ciclos y temporalidad, al menos cuando las capas de loops entran en juego.
Mencionáis que encontrar el equilibrio entre la música ambient y las composiciones vocales de Coco Moya requirió mucho trabajo. ¿Cuáles fueron los desafíos a los que habéis enfrentado en este caso y cómo los superaron durante la producción del álbum?
Bueno, más que trabajo realmente es una cuestión de cómo engarzar bien una música, que comúnmente en ambient es instrumental, introduciendo una voz y unas letras que te llevan rápidamente a algo más pop. De algún modo las voces se trataron como un instrumento tanto a nivel tímbrico como en los planos en los que se va construyendo la canción. Esto quiere decir que hay momentos en los que la voz desaparece en una amalgama sonora que ella misma genera, y por otro lado, directamente hay canciones en los que se elimina esa voz. Esta elección fue importante, separar por un lado las canciones de voz con las canciones instrumentales y trabajarlas casi como la cara oculta de la luna y la cara visible, es decir, hacer casi como dos discos en uno.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el LP en un sello como Tokonoma Records?
Conocimos a Antonio a través de nuestra amiga Ylia, también música. Vino con ella a un pequeño festival que organizamos en nuestro pueblo de músicas raras, que se llama Montaña Sónica. Al final acabaron pinchando y estuvimos todo el fin de semana juntos, compartiendo playlist y discos. Fue muy natural, porque Antonio es una persona con mucha sensibilidad y con muchas ganas de hacer las cosas bien. Es una gozada poder trabajar con gente así.
De hecho, el 29 de marzo presentamos el disco en directo en una fiesta/reunión que organiza el propio sello, y que coincide con el quinto aniversario del sello. Cuando encuentras gente realmente afín no hay que dejarla escapar tan fácilmente.
La edición en vinilo de 500 copias sugiere una apuesta por la materialidad del sonido. ¿Qué significa para vosotros el formato físico en un mundo cada vez más digital?
Bueno, para nosotros está esta necesidad de unir lo digital con lo analógico, la prehistoria con la posthistoria, y en general, llevar la contraria también. Si el ambient se puede entender como una especie de contracultura de la velocidad, como si pretendiera frenar el tiempo, o hacer un paréntesis para respirar, para estar presentes, el tema de los discos físicos nos acerca a esa manera de escuchar, de acercarte a las cosas. Nos parece imprescindible en esta música realmente tener una escucha activa, incluso si la pones de fondo, que sirva para estar más presente, más en lo que nos ocurre como cuerpos, como animales que simplemente existen y contemplan y respiran.
Para vosotros ¿cuál sería la situación ideal para el oyente que escuché el álbum y pueda sacarle todo su jugo?
Nuestra música siempre intenta llamar a lo extraordinario, así que podría ser un lugar para ver o casi contemplar el atardecer, para sentir la transición del día a la noche, donde puedas tener un tiempo tranquilo para estar contigo mismo y compartirlo quizá con alguien bonito. No se trata tanto de un momento romántico, sino más bien de intentar tener una cita con algo que te recuerde el acontecimiento de estar vivo.
Como habéis comentado antes, Thirteen Moons and a Black Hole será presentado en directo el 29 de marzo en el V Aniversario de Tokonoma Records. ¿Qué podéis adelantarnos sobre esta presentación en vivo y cómo planean transmitir la atmósfera del álbum al público?
Para los conciertos siempre intentamos generar un lugar de escucha, un sitio para parar un poco la velocidad habitual y llamar a un estado de atención distinta. Hemos creado unas visuales también para los conciertos que hemos tocado. Por ejemplo en el planetario de Cosmonit en donde intentamos generar una especie de meditaciones visuales inmersivas. Por otro lado, estamos incorporando poco a poco elementos más escenográficos como pequeños objetos, piedras y otros materiales, que ayudan a generar la sensación de acontecimiento que nos gustaría conseguir en los directos.

¿Hay alguna fecha más en el horizonte para veros en directo?
Los próximos conciertos serán en abril en Francia, Toulouse y la zona de Occitania, los días 17, 18 y 19. ¡Los anunciaremos muy pronto!
Han pasado más de 10 años desde que comenzasteis a publicar música como Menhir, al echar la mirada atrás ¿qué balance hacéis de vuestra trayectoria?
Por un lado Menhir nos ha llevado a sitios muy increíbles. Desde montañas maravillosas cuando compusimos el primer disco, directamente inspirado y celebrado en las montañas del Curueño en León, a los campamentos de refugiados Saharauis para preparar nuestro segundo disco, que fue también la banda sonora de un documental sobre estos campamentos en el desierto de Argelia. Para el tercer disco exploramos minas de sal, minerales como el Lapis y otros asuntos alquímicos. También nos ha llevado a colaborar con otros artistas, como el disco que hicimos con Suso Sáiz, amigo que se ha convertido en uno más de la familia.
Así que cada disco de Menhir tiene una parte de proceso de conocimiento, tanto hacia uno mismo como hacia el mundo que nos rodea, por lo que es un trabajo bien intenso con el que crecemos y aprendemos mucho.
Esta forma de crear requiere más energía que hacer un disco donde la que manda es ‘solo’ la música. Hemos tocado en lugares bastante raros y seguro que apasionantes como, montes, minas de sal, desiertos, conventos, planetarios…pero desde hace un par de años miramos con ganas sitios mucho más habituales para la música, como un bonito teatro con camerinos y un buen sonido, porque la producción de este tipo de cosas es mucho más fácil y sostenible.
Y mirando hacia el futuro, ¿qué direcciones artísticas o conceptuales les gustaría explorar en sus próximos proyectos?
Lo siguiente será un disco en solitario de Coco Moya, que se va a llamar ‘Canciones mínimas’ y que publicará con el alias Petra Tango. Iván está trabajando con la compañía de danza de Carmen Fumero y tiene intención de publicar un disco con estas piezas. También estamos terminando un par de colaboraciones con gente bonita que saldrán durante este y el próximo año.
Para Menhir, ahora mismo nos llaman formas bastante sencillas, a veces con unos acordes de piano, una voz y unos pequeños arreglos ocurren grandes cosas, así que seguramente vamos a tirar por aquí. Un disco con piano, voz y pequeños arreglos de electrónica.
Muchísimas gracias por vuestro tiempo. Si deseáis añadir algo más para finalizar esta entrevista es el momento.
Gracias a vosotros, hemos disfrutado pensando sobre vuestras preguntas!
