El húngaro Gábor Lázár es desde 2015 uno de los artistas experimentales más interesantes del panorama internacional. En tal año, sacó en The Death of Rave y junto a Mark Fell, “The Neurobiology of Moral Decision Making”, un álbum tan extraterrestre, que todavía a día de hoy cuesta abrazar con total apertura. Después de ello, comenzó un recorrido por un sonido enormemente sintético, pero de manera sorprendente, repleto de groove y hasta cierta calidez. Así llegarían “Unfold”, también en The Death of Rave y “Source” su primer LP en Planet Mu de Mike Paradinas. Dos años después de aquel trabajo, tenemos con nosotros el nuevo disco del productor en Planet Mu, que lleva por nombre “Boundary Object” y en el que el que Lázár sigue puliendo cualquier rastro humano de su sonido.
“Boundary Object” es un disco grabado en tiempo real y sin editar por Gábor Lázár con una interfaz de sonido generada para la ocasión. En él el groove de lanzamientos anteriores está ausente y lo que podemos percibir de humano es precisamente la manipulación de las sonoridades, esto es, los momentos en los que el músico interviene estas vibraciones alquímicas dándoles esa humanización cada vez menos perceptible. Así, el álbum es un “objeto fronterizo” en la medida en la que permite una interacción prácticamente indiscernible en muchos instantes entre ser humano y máquina. Lo mismo sentimos un gozo sonoro tremendo que nos vemos lanzados al fondo de la parte de atrás de una CPU.
En este nuevo álbum, Gábor Lázár logra entonces eliminar o emborronar los límites entre él y su objeto de creación, algo que, aunque parezca estúpido, resulta impresionante en muchos sentidos. “Boundary Object” suena como muy pocas cosas que hayamos escuchado, salvo Autechre y ese tipo de productores de vanguardia que han ido distorsionando el IDM hacia cotas de sonidos tan indescriptibles y aparentemente artificiales como visceralmente humanos. Si podemos ponerle una pega a este disco, es sin duda su estructura pop. Los sólo ocho temas y la breve duración de todos ellos, impiden un desarrollo más barroco y sublime de las ideas que hay dentro, que no son pocas y que además son estupendas. Pero el cómputo general es el de que este productor es, de hecho y por méritos propios uno de los más arrojados de la actualidad. Lo que queda de reconocible o reductible en su sonido y en su forma de trabajar no parece estar ahí más que por mera coincidencia. Y bien, ¿no queríamos saber cómo podía llegar a sonar la música en el futuro?