Araabmuzik está redefiniendo el garrulismo de tal forma que ha conseguido lo imposible: partir la roca y generar una profunda escisión entre los amantes de la pezuña sampládelica que antes hincaban la rodilla sin chistar cada vez que el tipo asomaba la puntita. Los hay que no entienden sus devaneos con el trap y el EDM, y le advierten, machete en mano, que si no vuelve a meter la bronca trance-gangsta de Electronic Dream, habrá mucha sangre y óxido. Los hay que, por otra parte, se pirran por la coherente evolución de su sonido y sus guiños festivaleros: puestos a escuchar trap o alguna mamonada Skrillex style, que al menos venga a esculpir el granito un tipo que lo peta como el mismísimo diablo. Se trata de ese runrún absurdo de los fans que tanto le mola a la prensa y tan poco importa a los músicos. La realidad que interesa es que Orellana sigue embarcado en una misión: sacar de su MPC los beats más jodidamente duros del mundo, que no es poco.
Sí, Araabmuzik es un killo, pero tiene muchas virtudes. La que más me atrapa es su condición de lobo solitario. El rey del MPC ha patentado y explotado un sonido que, a pesar de saciarse en los principales abrevaderos electrónicos para la masa (hip hop instrumental, dubstep, trap y EDM), empieza y acaba en Araabmuzik. Incluso los trabajos que ha hecho para otros artistas, entre ellos Azaelia Banks, lejos de ajustarse a la vibración de sus contratantes, mantienen intactos los rasgos distintivos del contratado. Sé que es un topicazo de la prensa musical, pero la verdad es irrebatible: cuando escuchas algo de Araabmuzik sabes perfectamente que es Araabmuzik.
En esta rugosa tesitura, y mientras contamos los segundos hasta la llegada de Dreamworld, el esperadísimo larga duración que tenía que salir este verano, Araabmuzik ha querido calmar el delirium tremens de sus adictos con una dosis de bilis a prueba de cervicales de piloto de Fórmula 1. Y lo ha hecho a lo grande, con dos EPs que ha publicado a la vez y pueden disfrutarse via streaming en toda la red; un par de rocazas en las que el de Rhode Island hace gala de su cara más ortodoxa en el beatmaking para acapellas y exhibe también un olfato lobuno para convertir el EDM en una masa llena de pinchos, pústulas y restos de pelo de alimaña.
En Goon Loops, Abraham Orellana se reconcilia con la saturación de graves, los snares enfermizos y los coros espectrales que le catapultaron en sus comienzos. Esto es hip hop instrumental de parto chungo, de los que matan madres. Ni una sola concesión. Goons se mete en tu cabeza a golpe de sintetizadores pesadillescos y cajas de ritmos que parecen vomitarse a sí mismas. El piano, los tamborileos y las psicofonías de Black Gloves y Drive By son la sal que nunca le echarías a una herida. Outlaw suena como una banda de androides tocando mientras el mundo estalla en pedazos.
En las seis piezas que componen King, encontramos al Araabmuzik festivalero, el alquimista del trapcore. Es normal, sus principales ingresos se forjan en estos eventos, y a un festival tienes que ir con más pastilleta y menos metralleta. Los que seguimos al tipo desde sus comienzos sabemos que Araab ha tratado siempre de expandir su sonido, picoteando en las aguas del EDM y el dusbtep más comercial, pero manteniendo las aristas de su cromado sin pulir, bien visibles para los despistados. De ahí que entre pepinos alucinantes marca de la casa como Game of Drones, encontremos piezas como Karnaval, una fiesta de reaggeton y footwork cibernético llegado del espacio profundo; King una hostia con la mano abierta en clave EDM para spring breakers hasta la cejas de sales de baño; y Penthouse, uno de los tracks más melódicos y extraños que jamás ha producido.
Por cierto, como es habitual en sus discos en solitario, no hay un solo rapper en el tracklist de ambos EPs. Un alivio. Esto hay que degustarlo en silencio y sin que nadie moleste. Ya se sabe: You are now listening to Araabmuzik.