Paolo Sorrentino, Naomi Kawase, Sebastián Lelio, Maggie Gyllenhaal o Kristen Stewart están detrás de esta antología de cortometrajes estrenada por Netflix, en la que los cineastas ofrecen su visión de la cuarentena desde distintas coordenadas geográficas y vitales.
Aislamiento, ira, apatía, ansiedad, tristeza, irritabilidad, incertidumbre, risa, soledad, miedo, aburrimiento, tedio, cansancio, insomnio, monotonía, vacío, esperanza… El confinamiento ha sido un proveedor generoso de emociones. En un mismo día era posible llegar a experimentar un poquito de cada una. El encierro forzado ha funcionado como laboratorio de autoexploración en el que someter a exigentes pruebas de estrés los vínculos con los demás, pero sobre todo con uno mismo. Por eso no es de extrañar que en estas semanas hayan proliferado los trabajos audiovisuales que buscan capturar la esencia del momento con la ambición de convertirse en el retrato sociológico de la pandemia.
A esta cita con la historia no ha faltado la plataforma de contenidos Netflix, que ha contado con una imponente nómina de 17 cineastas, entre los que se encuentran Paolo Sorrentino, Naomi Kawase, Sebastián Lelio, Maggie Gyllenhaal o Kristen Stewart, para componer una antología de cortometrajes, en la que los creadores aportan su visión de la cuarentena desde diferentes perspectivas y coordenadas geográficas.
Comisionado por Pablo Larraín, que también dirige uno de los cortos incluidos en la antología, el resultado, titulado “Hecho en casa”, no parece tener un rumbo claro y mezcla trabajos muy notables, como la mirada al apocalipsis de Gyllenhaal, el sentido del humor mayúsculo de Sorrentino o la desnuda interpretación de Stewart, con incursiones bastante inanes, de esas que se olvidan cuando todavía las estás viendo.
Los trabajos audiovisuales grabados con móvil o con muy escasos recursos técnicos no son una novedad en el panorama cinematográfico, que, en realidad, está plagado de cineastas capaces de contar historias absolutamente conmovedoras, transgresoras y sólidas con presupuestos limitados. El cortometraje es, además, un género en sí mismo y no una tentativa de película o un relato a medio hacer. En “Hecho en casa” se echa de menos el pulso narrativo, la irreverencia, la osadía y el descaro visible en tantos cortometrajistas capaces de contar algo esencial con maestría y poco espacio.
Una mención especial merece el corto de Ana Lily Amirpour, que cierra la antología. Una suerte de documental hipnótico que consigue retratar a lomos de una bicicleta el extraño momento que estamos viviendo y, de paso, explicar cuál es la función esencial del arte.
El ser humano tiene prisa en encontrar una explicación a las cosas que le ocurren y la industria cultural parece ser todavía más impaciente, así que antes de que una etapa haya concluido tienen que estar listos todo tipo de tratados, manuales, novelas, documentales y películas que aporten claves. Esa ausencia de reposo, esa urgencia por extraer conclusiones cuando ni siquiera se conoce el desenlace de los hechos, suele ser poco proclive a alumbrar obras maestras.
A pesar del largo periodo de confinamiento, parece seguir siendo necesario el movimiento a gran velocidad, la clausura no ha sido suficiente para disfrutar de los espacios vacíos, para adquirir un gusto sincero por el silencio, ese que ahora que ha regresado la actividad se echa tanto de menos.