Un popurrí picante de ritmos industriales, punzadas afiladas y voces provocativas, ‘Deathwork’ es la declaración más fuerte de Kamixlo, con sede en Brixton, intercalando pop pegadizo entre capas refritas de euforia y distorsión visceral de baile duro.
Han pasado cuatro años desde que Kamixlo volcó su corazón en su aclamado álbum debut ‘Cicatriz’, y ha estado experimentando incesantemente desde entonces, descubriendo cómo integrar ganchos audaces y memorables en su característica aleación de sintetizadores pulidos y samples destrozados. Y si su predecesor representó una catarsis después de un período incómodo de pérdida, ‘Deathwork’ encuentra la carga emocional de Kamixlo aligerada, liberándolo para examinar y ajustar su fórmula al atravesar los márgenes más excéntricos y agnósticos del género de la música de club.
Por primera vez, Kamixlo amalgama a la perfección sus delirantes atmósferas cargadas de bajos y ritmos cinéticos con voces, incorporando actuaciones convincentes de la sensación del reggaetón Isabella Lovestory, el outsider del avant-pop Puzzle y el infame Bladee de Drain Gang. Incluso hay una aparición de Mechatok de Berlín, que aparece con una asistencia de producción en la melosa canción de cierre del álbum, ‘Insect’.
Desde los primeros suspiros extáticos de “Ketamine Fields”, está claro que Kamixlo está en un estado mental nuevo. Voces angelicales ingrávidas se curvan con gracia alrededor de bajos saturados listos para el rave, mientras que los tambores apagados y reventados resuenan en algún lugar en la distancia. Es el prejuego perfecto para una noche interminable y desordenada, dejando a Isabella Lovestory tambaleándose hacia la masa de cuerpos sudorosos en “Pitch Black”, rimando sensualmente sobre los punteos metálicos provocativos de Kamixlo y el pulso dembow a cámara lenta. Y en “Combe”, la energía del momento cumbre es palpable, con percusión carnavalesca y chillidos agudos que hacen estallar los tímpanos que rechinan contra los golpes de gabber contundentes. Puzzle devuelve el álbum a la tierra en “Chaos”, asociando libremente y proporcionando un contrapunto desenfadado a la niebla de crujidos de máquinas y risas desquiciadas.
En “One More Night At The Line”, Kamixlo talla el plano de la casa en un parloteo neurótico de voces de helio y golpes arrogantes, y cuando Bladee llega en una voluta de humo en “Death Forever”, el ruido se ha calmado un poco. Aquí, Kamixlo flexiona sus músculos más exploratorios, anidando la voz sucia de Bladee en una maraña errática de gritos de black metal apagados, casi pacificadores, y campanillas de canciones infantiles. Es una paradoja que encapsula perfectamente el alcance de “Deathwork”, un álbum que continuamente cambia las expectativas, se gira sobre sí mismo y cuestiona su propia lógica sin perder nunca su impulso.