Aunque su nombre y su “breve discografía” (cinco LPs) parezcan insinuar otra cosa, Mathieu Hocine lleva más de veinte años en el mundo de la música. Autodidacta y un apasionado de los sonidos nostálgicos, no lanzó su primer disco hasta 2006, seis años después de empezar su andadura como compositor. De hecho, aquel debut que llevaba su nombre artístico, “Kid Francescoli” (en Les Chroniques Sonores), era bastante distinto de los que más tarde haría en la década de los 10s. Influenciada por el folk, la world music y en general estilos melancólicos de indie noventero, su opera prima le establecía como un productor de gustos variados y originales, que confluían en torno a una idea propia de música.
Ya en 2010 y con la influencia de Julia Minkin, el estilo y la propuesta artística de Kid Francescoli comenzó a dar un giro de 180 grados. Una intromisión cada vez más determinante de los teclados se produjo en trabajos como el EP “It’s happening again”, que aunque fuertemente marcado por un estilo de indie pop ochentero, ya tonteaba fuertemente con el synthpop. Sería en 2014 cuando se completaría esa metamorfosis con el lanzamiento del segundo disco de Hocine (ocho años después del debut). “With Julia”, entre Yotanka y Microphone Recordings, era ya un encantador disco de synth pop con tintes playeros, ese french touch marsellés en el que Francescoli terminaría por sentar cátedra.
Sin una brecha tan grande entre lanzamientos largos, en 2017 Kid Francescoli terminaría por publicar el disco que definitivamente lo catapultaría a la fama. “Play Me Again” recogía el testigo electropop y plagado de sintetizadores de su predecesor y le añadía toques de sofisticación, conversación con otros estilos musicales contemporáneos (como el hip hop) y por qué no decirlo: una producción más limpia, más ideal y mucho más sugerente. Canciones como “The Player”, podrían aparecer en un disco relajado de Daft Punk y su variada producción terminó por aportarle muchísima profundidad al disco.
Su último disco de estudio, sin contar la hermosa banda sonora de “Azuro”, saldría en 2020. Aquel trabajo, “Lovers”, cargaba la atmósfera emotiva del sonido de Kid Francescoli, añadiéndole además nada menos que cuatro vocalistas femeninas distintas al proyecto. En este LP además, recuperaba cierta influencia exótica de su primer trabajo: las raíces rítmicas y formales de la world music, que aportaban arpeggios o nuevas formas de componer al disco y que seguían haciendo crecer el universo Francescoli. Igualmente, en las canciones más pausadas, predomina un ambiente de downtempo colorido, deslumbrante como las líneas de sintetizadores que transmiten un brillo solar.
En cuanto a los directos, este parece el espacio en el que se consuma el proyecto artístico de Kid Francescoli. Su estilo de neón y acento francés, alcanza en vivo toda su sofisticación, recordándonos a ese synthpop clásico y elegante que dio forma a la música pop de los ochenta en Europa. Entre una emotividad dulce y una diversión contenida, podemos ver a Mathieu Hocine disfrutando en este directo tan especial para Arte Concert a bordo de un barco. Su estilosa satisfacción, su sereno sonido, son el ejemplo de que no hace falta utilizar una instrumentación tremendamente analógica para sonar profundamente humano: basta con unas buenas melodías y una forma sintética, sincera y precisa de compartirlas.
Kid Francescoli estará este jueves 19 de mayo en Madrid en la Sala Cool y el viernes día 20 en Razzmatazz de Barcelona. Todavía puedes adquirir tus entradas para ambos conciertos aquí.