“La Chica de Nieve” además de ser un producto precipitado, una adaptación barata de una saga de novelas de esas de consumo fácil, no aporta nada al género.
Es una de esas pinturas compradas en un bazar para pintar una casa alquilada, que puede dar la sensación de brillar nada más aplicarla, pero que a los pocos días comienza a desconcharse irremediablemente.
Según los datos oficiales, “La Chica de Nieve” se ha convertido en la serie española más vista en Netflix en estos momentos en habla no inglesa y habla inglesa. Un dato que nos demuestra en primer lugar el éxito de esta temática morbosa repetida hasta la saciedad, y en segundo lugar lo fácil que es enganchar a la gente con un producto donde las trampas y los trucos argumentales baratos son más que evidentes para alguien que intente escarbar más allá del sentimentalismo. Porque una cosa es jugar con el espectador para provocarle un estado de no saber muy bien por donde tirar, y otra muy diferente es tomarle el pelo con descaro, inflando una trama que parece ir hacia un lado y que de repente por arte de birlibirloque…, ¡sorpresa! Los “what the fuck” si están bien diseñados son una delicia, si se llevan a cabo porque sí, por el mero hecho de impactar, consiguen que se te quede una cara de tonto difícil de evitar.
La misma historia contada millones de veces
El argumento de “La Chica de Nieve” es una nueva versión de una historia repetida hasta la saciedad: El secuestro de una niña y la investigación posterior para resolverlo. Nada original, nada nuevo, nada que no hayamos visto hasta ahora. Si por lo menos nos hubieran mostrado un producto decente, su digestión habría sido más sencilla. La verdad es que me cuesta enumerar todo lo que está mal en esta serie. Durante cuatro capítulos te envuelve en una trama y te presenta unos hechos que en el quinto saltan por los aires, haciendo que todo de lo que te habían narrado antes no sirva para el meollo de la cuestión. Para colmo en el sexto y último intentan hacer un encaje de bolillos totalmente fallido para conectarlo todo. Durante cuatro capítulos te enseñan hasta la saciedad flashbacks de la violación de la protagonista, dejando caer explicita e implícitamente que ese deleznable acto es importante a la hora de resolver el secuestro de una niña, el leitmotiv de la serie…, pues no…, no tiene nada que ver. Te compro que utilices ese recurso para explicar la naturaleza y las motivaciones de la protagonista, pero si nos lo muestren una y otra, una y otra vez, termina siendo cansino. Un hecho tan grave como una violación, para alguien con dos neuronas, es suficiente enseñarlo una vez para poder entender por lo que ha pasado esa pobre chica y sus secuelas. No es necesario ponerlo en pantalla en bucle.
En la serie hay saltos temporales, de varios años en los que nos muestran el progreso de la investigación tanto policial como periodística. Esta investigación, en la que supuestamente hay avances, dura unos días, pero luego hay un agujero de años y años en los que no ocurre nada, en los que no se explica que ha pasado, más allá de algún cambio de peinado y alguna cana en los protagonistas. Se nota que se ciñeron a un presupuesto de 6 episodios y que no había más pasta para profundizar en los “años perdidos”. Además hay momentos ridículos, inexplicables y que vuelven a poner de manifiesto una producción acelerada y con recursos de guión de parvulario. La resolución del secuestro es un claro ejemplo.
Andalucía con pocos andaluces y la playa de Coín
Esta primera temporada de “La Chica de Nieve” cambia la localización original del libro de Javier Castillo, que era Nueva York, por Málaga. Una de las ciudades más poblada de Andalucía y que en esta serie deja clara e intencionadamente de lado el acento de los andaluces. La protagonista, su mentor, la niña secuestrada, la madre de la niña secuestrada, la secuestradora, el malo número uno y el malo número dos, ninguno de estos 7 personajes hablan andaluz. ¿A qué se debe esto? Seguro que te argumentarán que no todos los que viven en Andalucía hablan andaluz, pero la realidad es que comercialmente, desde un punto de vista del marketing, estos creadores de contenido audiovisual se suman a esa leyenda cruel y malintencionada, que asegura que a los andaluces no se les entiende bien cuando hablan. Una gilipollez que está calando en este mundillo y que demuestra que a ciertos personajillos de la industria la integridad y ser fieles a la realidad les importan un huevo. ¿Os imagináis a Sorogoyen deshacerse del acento gallego de “As Bestas” y sustituirlo por un madrileño castizo? Yo no.
Otro ridículo y del que todo el mundo se ha dado cuenta es la famosa playa de Coín. Coín es un municipio del interior de la provincia de Málaga, a donde los personajes se desplazan en el episodio 4. En este episodio se muestran unas escenas de playa que se suponen que están en esa localidad, pero es algo fuera de toda lógica, porque señoras y señores…,Coín no tiene playa. Un pequeño detalle, lo sé, pero un detalle que demuestra que los creadores de la serie son unos completos ignorantes o simplemente son unos devotos del fin justifica los medios, del qué más da. ¿Qué será lo siguiente? ¿Una selva tropical en Almería? ¿Transformar Tenerife en una península?
Empoderamiento mal entendido
Sé que este punto puede ser polémico, más en estos tiempos que vivimos. Pero me pareció tan evidente cuando vi “La Chica de Nieve” que tenía que añadirlo en esta crítica. Tanto el libro como la serie están diseñados para el consumo femenino, creo que eso no se le escapa a nadie y no es para nada criticable. Pero el mensaje que subyace es peligroso y totalmente injusto. Me parece genial que las protagonistas sean mujeres, aunque el dibujo que se hace de ellas, de su entorno y de los hombres que las rodean me produce tristeza por la manipulación interesada a las que están sometidas. Sobre todo me produce rechazo la imagen que se ofrece del hombre. En la serie los hombres tienen dos roles muy marcados, o bien son monstruos o bien son peleles consentidores sin personalidad. El único personaje con un mínimo de dignidad es el del mentor de la protagonista, que ejerce el papel de “padre”. Una figura que en psicología básica representa la función de protección para una mujer. El resto de estereotipos masculinos están distorsionados, básicamente para crear una atmósfera de opresión hacia la mujer, un mundo cruel y despiadado dominado por violadores, asesinos, pederastas, machistas o en el mejor de los casos hombres apocados sin capacidad resolutiva. Para colmo, el personaje “malo” de esta serie, una mujer, tiene una justificación moral basada en el amor malentendido, una víctima más del sistema. El empoderamiento es positivo, es necesario, pero pierde todo el sentido cuando se basa en la denigración de la otra parte.
Conclusión
“La Chica de Nieve” además de ser un producto precipitado, una adaptación barata de una saga de novelas de esas de consumo fácil, no aporta nada al género. Es una de esas pinturas compradas en un bazar para pintar la pared de una casa alquilada, que puede dar la sensación de brillar nada más aplicarla, pero que a los pocos días comienza a desconcharse irremediablemente.