Puntuales, poco después de las ocho de la tarde empezó el matrimonio formado por Aaron Coyes e Indra Dunis. Con poca iluminación, y bastante deslucidos, todo hay que decirlo, Peaking Lights ofrecieron un corto concierto de no mucho más de 30 minutos en el que repasaron los highlights de ese tercer disco que es “Cosmic Logic” y en el que han dado un giro de 180 grados a su sonido. Del dub y el krautrock de sus inicios se han pasado a un pop electrónico la mar de suculento. Con giros hacia el house, el dream-pop o el electro, la pareja da con un cancionero excitante y fascinador. Es una pena que lo que se esperaba que iba a ser una actuación de más de una hora, acabó siendo sólo la mitad. Muchos fueron los que echaron en falta cortes como “Beautiful Son”, de su perfecto “Lucifer”. Pero no, ellos ya están en otra onda y no les quitaremos de ella. Dunis se encargó del apartado vocal y ya desde la segunda canción pidió más volumen, algo que deslució un poco su recital, por lo menos hasta que encontraron el punto perfecto sonoro, y él se encargó de los sintetizadores y demás cacharrería. Como comentábamos antes, una pena apenas poderles ver para ver con qué equipo venían.
Más o menos lo mismo pasó con Jessy Lanza. Ella es una diva del R&B en toda regla. Y sí que es cierto que está un poco vista últimamente, pero su concierto en Razzmatazz se consideró indispensable para todos aquellos quienes no la pudieron ver en el pasado Sónar. Y también, claro, para los que se quedaron con ganas de más. Pero tal y como pasó con Peaking Lights, se optó por una iluminación austera. A ella la queríamos ver más, lucirse más, en otras palabras. Y pareció lo que era, una mera telonera, cuando realmente es una estrella. La artista de Hyperdub repasó buena parte de su álbum de debut, “Pull My Hair Back”, con algunos hitazos como “Kathy Lee”, pero dejarse ese sensual “Strange Emotion” no tiene perdón alguno. Entre penumbras la cantante canadiense no lució nada y fue una verdadera pena porque potencial le sobra tal y como demostró un rato después cantando “Second Chance” para Caribou.
Con Caribou la cosa fue distinta. Ya desde el principio se puso al público en el bolsillo. Claro, empezar con “Our Love”, un himno house como la copa de un pino, tiene sus cosas, y Razzmatazz se vino arriba rápidamente. Luego Dan Snaith fue combinando entre sus dos últimos álbumes, y se olvidó completamente de “Andorra” y sus predecesores. A diferencia de su concierto en el pasado Sónar, en la sala del Poblenou no sólo tocó tres temas de su “Our Love”, sino que lo repasó exhaustivamente, sin dejarse ninguno de sus cortes esenciales. Diferencias escénicas no hubo mucho con respecto a otras actuaciones. El cuarteto se desplegó en el escenario en la forma de un cuadrado, con Snaith con el vértice más destacado. Básicamente porque cantó en casi todos los cortes que escogió, como gran maestro de la función que era. En “Jamelia” ofreció un pedazo de intensidad melódica, pero, cómo no, los grandes momentos llegaron con “Odessa” y “Can’t Do Without You”, ambas igualmente aplaudidas, y situada ya la segunda como lo mejor de su repertorio una vez ha cuajado entre los espectadores. Pero ninguna de estas dos fue la encargada de cerrar el set. Fue una “Sun” en la que el canadiense prefirió dar todo el protagonismo a sus compañeros de banda, apartándose del escenario y cantando sólo cuando era indispensable. Queda claro, pues, que Dan puede ser lo mismo crack como secundario de lujo. En Caribou hay papeles principales para sus cuatro miembros, por mucho que la estrella de la función sea indiscutiblemente él.
Fotos por Pablo Luna Chao (@PabloLunaChao84)