Sucedió el pasado sábado 4 de diciembre, pasadas las 18h. En KHIDI, uno de los clubs más grandes y conocidos de la efervescente escena underground de Tbilisi, capital de Georgia, ravers y aficionados a la música techno bailaban desde la noche del viernes. Hasta que la policía dijo basta. Y precintó el club hasta nuevo aviso. Las imágenes que nos llegaban desde allí recordaban a las de aquel otro viernes, conocido como ‘viernes negro’, en el que la policía georgiana aplicó la fuerza bruta para, sin justificación alguna, irrumpir en Café Gallery y Bassiani para achacarles delitos relacionados con el tráfico de drogas que, en ningún caso, habían sucedido, (Luis Rozalén dio cuenta de ello en Beatburguer). En esta ocasión, el trasfondo ha sido la pandemia. Directores de otros clubs de la ciudad, como Mtkvarze o los propios Bassiani y Café Gallery, acudieron inmediatamente a KHIDI para asegurarse de que no volviésemos a ver un episodio como el de 2018. Afortunadamente, se evitó la violencia policial, aunque casi con total probabilidad volveremos a ver protestas masivas frente al Parlamento del país, en la Avenida Rustaveli.
Pruebas piloto tan exitosas como aparentemente inútiles
Empecemos por el principio. Hace apenas dos meses, KHIDI realizó un evento a modo de prueba piloto con el visto bueno de la policía y en colaboración con las entidades sanitarias de Georgia, tal y como ha sucedido en tantos otros países. Los resultados no sólo fueron buenos, sino que superaron -en positivo- cualquier predicción o expectativa.
Para acceder al evento, todo asistente debía presentar el código QR oficial que documentara la pauta completa de vacunación o un resultado negativo de PCR realizado en las 48 horas previas. Los datos mostraron una ratio de transmisión de sólo el 0,5% entre las 1.500 personas que acudieron. Las autoridades reconocieron el buen trabajo de KHIDI y felicitaron al equipo por ello.
Los políticos se olvidan de los clubs
Desde el pasado 1 de diciembre, Georgia ha retomado la mayor parte de su actividad económica, aunque con el requisito de presentar el famoso pasaporte covid para acceder a centros comerciales, ferias, mercados, restaurantes y bares. Sí, restaurantes y, sobre todo, bares. Pero no, los clubs no están en esa lista. Como ya hemos comprobado también en España y en cualquier otro país, que los clubs no abran sólo fomenta un incremento de eventos ilegales. Y de raves, precisamente en Georgia, saben un rato.
McKenzie Fischer es colaboradora habitual de KHIDI y nuestro contacto más directo en el país. El sábado, antes de acudir al club, pasó por Café Gallery, Left Bank y Silk Factory. Asegura que había “raves y fiestas por todas partes, todas llenas de gente sin ningún tipo de presencia policial”. Todo transcurría con normalidad.
KHIDI abrió sus puertas cumpliendo con todos los requisitos relativos al pasaporte covid, tal y como hiciera el día de la prueba piloto. Nadie que no estuviese vacunado o fuese negativo en PCR pisó ayer el interior del macroclub de Tbilisi. Pero la policía no tardó en reaccionar. Primero, en la noche del viernes, entrando al recinto durante la fiesta para grabar imágenes y interponer una sanción de 10.000 GEL (laris georgianos, el equivalente a casi 3.000 euros).
Pero no hubo suficiente con eso. Al igual que en 2018, la policía se puso entre ceja y ceja echarle el cierre al evento. Y lo consiguió. En la tarde del sábado, volvieron a presentarse bajo el puente junto al río Kurá. “Informaron a Tamuna de que iban a desalojar el club y poner fin a la reunión en 30 minutos, así que todos los allí presentes nos reunimos en el interior, haciendo piña, plantándonos”.
La prensa nacional también acudió al interior. Tamuna habló ante las cámaras: “Abrimos el club anoche siguiendo todos los protocolos covid porque el gobierno no nos incluyó en su programa oficial de reapertura de la actividad con pasaporte covid, que ha aplicado a todos los sectores excepto al nuestro. Abrimos porque era insostenible seguir cerrados mientras, cada fin de semana, se celebran fiestas ilegales en clubs y bares sin que la policía les multe. En octubre, realizamos con enorme éxito una prueba piloto de protocolo covid con el visto bueno del gobierno. Obtuvimos una ratio de infección un 15% más baja que la que existe en la calle. Bajo ese pretexto, consideramos que era seguro abrir aplicando los mismos protocolos. La policía no tardó en llamar y multarnos con 10.000 GEL y, ahora, no contentos con ese castigo, vuelven a venir y precintan el club.”
Un sistema que demoniza y persigue a los clubs
McKenzie nos cuenta que la policía se presentó sin ningún tipo de documento oficial ni orden judicial. La policía simplemente desalojó el club por su cuenta, aunque, afortunadamente, sin violencia. Tras el comunicado oficial de Tamuna explciando la situación, llegaron colegas del gremio como Naja Orashvili, de Bassiani, y personal directivo de otros clubs de la ciudad como Café Gallery o Mtkvarze.
McKenzie: “Entiendo que, a priori, uno pueda creer que el clubbing es la actividad más peligrosa en cuanto a evitar contagios de covid-19, pero nuestra prueba piloto demostró que, aplicando el debido protocolo de acceso, se genera un entorno mucho más seguro dentro del club que fuera de él. La policía y el gobierno que la dirige no están cerrando KHIDI para proteger a los ravers, sino para seguir defenestrando la vida nocturna, guiados por un ideario de extrema derecha y un ultraconservadurismo que nace del poder e influencia que tiene aquí la Iglesia Ortodoxa”.
Comunicado oficial y convocatoria para nuevas protestas de la comunidad clubber en Tbilisi
Tamuna Axander, en colaboración con sus colegas de los demás clubs, convocó a todo el mundo a través de los medios: “Gracias por venir, pero ahora debemos abandonar el club. Si seguimos aquí, la policía acabará utilizando la fuerza bruta para echarnos y no queremos que nadie salga herido. A través de nuestras redes, publicaremos el plan de acción. No vamos a callarnos. Protestaremos y lucharemos por nuestros derechos. Quieren controlarnos, pero no tienen derecho a ello. Gracias”.
Ayer -domingo (6 de diciembre)-, el equipo de KHIDI hizo llegar a la prensa un comunicado oficial explicando lo sucedido y los motivos:
“El 5 de diciembre, las puertas de KHIDI fueron clausuradas y selladas injusta e ilegalmente por el gobierno de Georgia. Esto se produce en respuesta al 3 de diciembre, día en el que KHIDI organizó su primera noche de club en más de 21 meses, desafiando la nueva normativa de Georgia. En verano, el 7 de agosto, el sindicato “ACT4CULTURE” (un sindicato con representantes de los principales clubs y festivales como KHIDI, Bassiani, Mtkvarze, Cafe Gallery, Mzesumzira y otros) celebró un evento oficial de prueba con la aprobación y supervisión del gobierno (financiado por el Ayuntamiento y en colaboración con el ministerio de sanidad y el ministerio de economía) para controlar la tasa de propagación de la COVID-19 en un evento al aire libre únicamente con asistentes totalmente vacunados o sometidos a pruebas PCR. De nuevo, el 8 de octubre, hubo otro evento piloto en KHIDI para documentar la tasa de propagación en un espacio cerrado con, de nuevo, sólo testeados por PCR o totalmente vacunados. Los resultados fueron revolucionarios: se documentó un índice de contagio del 0,5% entre un total de 1.500 asistentes al club. Estos datos debían ser el catalizador para que los clubes volvieran a abrir sus puertas en la próxima fase de apertura económica del gobierno, prevista para el 1 de diciembre.
Una vez más, el 1 de diciembre, el sector de los clubs fue ignorado y excluido de la apertura económica -sin embargo, todas las demás industrias del país están totalmente abiertas con el sistema de pasaporte covid, incluidos los estadios deportivos, los teatros, los bares, los restaurantes y los centros comerciales-, funcionando a pleno rendimiento y sin restricciones de horario. En el mismo fin de semana en que KHIDI organizó su primera noche de club, se celebraron simultáneamente eventos ilegales de música electrónica en todo el país sin que el gobierno impusiera ningún impedimento. Es más, durante toda la pandemia, las raves ilegales siempre han existido. En este momento, múltiples “bares” que funcionan como club operan sin ninguna consecuencia.
El 3 de diciembre, los representantes de la Oficina de Inspección de Trabajo junto con la policía entraron en el evento en KHIDI y amenazaron verbalmente con una multa de 10.000 GEL (2.800€) sobre el pretexto de que el club violó una “reunión de más de 10 personas”, que es una ley arbitraria y oficialmente una ley obsoleta tras la apertura del país el 1 de diciembre. Al día siguiente, el 4 de diciembre, la policía llamó a la propietaria del club, Tamuna Axander, y le informó de que se iba a aplicar la multa oficial de 10.000 GEL y que iban a precintar el club (lo cual era una información nueva y no informada previamente). Llegaron al club y dejaron un papel documentando la multa oficial con el pretexto de violar “una reunión de más de 10 personas, además de una ley de aislamiento y cuarentena”. La cual, previamente mencionada, es una ley obsoleta. La policía se marchó sin proporcionar ninguna documentación legal escrita sobre la acción de precintar el club, aunque la amenaza verbal persistió. La propietaria del club cooperó e informó a los manifestantes y a fans para que abandonaran el club y evitar así una escalada de la situación. En la mañana del domingo 5 de diciembre, la Inspección de Trabajo precintó ilegalmente el club sin testigos ni representantes presentes, violando los derechos comerciales legales de los propietarios del club.
KHIDI exige, en primer lugar, que se revoque el precinto del club y, en segundo lugar, que el sector de los clubs se abra oficialmente junto con el resto de la nación con el sistema de pasaporte covid. Esta acción del gobierno georgiano es un claro ataque contra la cultura de clubs y nuestros esfuerzos“.