“La tragedia de Macbeth” de Joel Coen: parpadear es pecado

Desde una consolidada y privilegiada posición en el status hollywoodense, Joel Coen (por primera vez en toda su carrera sin la compañía de su hermano) puede permitirse el lujo y sobre todo, el gustazo, de firmar una adaptación del clásico de Shakespeare en la era de la tiranía impuesta por Marvel, y lo hace manteniéndose más o menos fiel al texto original pero con una puesta en escena que directamente te vuela la cabeza. “La tragedia de Macbeth” es una obra de marquetería fina en cuanto a producción en la que se aprecia a simple vista el cuidado con el que todo ha sido planificado. Un perfecto e impecable trabajo artesano en cada uno de sus apartados que abruma por su elevada belleza. Parpadear es pecado en un espectáculo tan placentero para los ojos.

El mayor de los Coen apuesta por el deleite estético en esta revisión del clásico situando a sus personajes en imponentes y aterradores decorados inspirados en la onírica arquitectura de las obras pictóricas del metafísico Giorgio De Chirico y entregando una obra que gracias a la virtuosa fotografía de Bruno Delbonnel se convierte en un placentero ejercicio de estilo para la vista.

El trabajo de Delbonnel (que ya había trabajado con los Coen con anterioridad en “Inside Llewyn Davis” y “La balada de Buster Scruggs” y es conocido por ser colaborador habitual de Jean-Pierre Jeunet) es una auténtica virguería, fotografiando en color todo el film y después transformándolo en postproducción al blanco y negro consiguiendo mucho margen para trabajar con sus curvas y obteniendo así una estética monocroma de opulentos matices en la escala de grises.

El resultado final conecta visualmente con el expresionismo alemán, el Cine de los maestros de los años 20 (Wiene, Murnau o Lang entre otros) y logra mediante ese fuerte contraste de la luz una atmósfera deformada y atemporal que funciona de maravilla, aportando novedosos matices muy cercanos al cine de terror al texto del bardo inmortal.

Cinematográficamente hablando, Joel Coen da un golpe sobre la mesa con un trabajo que no sólo es comparable a las joyas del expresionismo alemán anteriormente citadas sino que a partir de esta reinterpretación teatral fabrica un film en el que encontramos retazos de auténtica grandeza.

La misma que recorre la obra de Orson Welles (su versión de Macbeth de 1948 sería de todas las realizadas con anterioridad la que más se acercaría formalmente a la recientemente estrenada), pero también a la de nuestro Luis Buñuel (esas brujas serían dignas del maestro de Calanda) o la de Theo Angelopuolos (en su gusto por filmar los contornos sobre el blanco de la niebla).

Dónde no se la juega es a nivel interpretativo concediendo los papeles protagonistas a un contundente Denzel Washington de imponente presencia y a su siempre eficaz pareja, la actriz Frances McDormand, que ejercen de Lord y Lady Macbeth de manera sobresaliente.

Mención aparte para Kathryn Hunter que en su papel de bruja (es una de las Hermanas Fatídicas que profetizan el destino de Macbeth y Banquo) se desdobla y retuerce literalmente en la pantalla apoderándose terroríficamente de la película en sus dos breves pero intensas apariciones.

“La tragedia de Macbeth” es, en conclusión, una acertadísima apuesta de Apple TV+ por el cine de autor con el sello de calidad A24.

Una producción a contracorriente, arriesgada y juguetona que aporta calidad a la plataforma televisiva y nos hace ilusionarnos respecto a la continuidad del trabajo de Joel Coen que demuestra que aún tiene mucho que ofrecernos aunque sea en solitario. Os animo a derribar la barrera que en principio puede producir un texto escrito hace más de 400 años (aunque en pleno s. XXI siga a la orden del día) y os adentréis en las dramáticas tinieblas y espesas brumas de la traición, el crimen y la brujería que nos plantea esta monumental tragedia. Os aseguro que el viaje merecerá la pena. Estamos ante la primera gran película del 2022.

“La tragedia de Macbeth” está disponible dentro del catalogo de Apple TV+