Crónica de la última edición de LEV Matadero en Madrid: arte político, didáctico y experimentación sonora.
El pasado fin de semana se celebró en Madrid la nueva edición del LEV Matadero. El Laboratorio de Electrónica Visual es una de las citas indispensables de la capital (y de Gijón) para los adeptos al arte digital, a la música de vanguardia y en general para quienes quieren saber qué está pasando a nivel internacional en el mundo de la creación. Arte político, didáctico o simplemente experimentación llevada a cotas realmente curiosas; en esta cuarta cita que LEV tuvo propuestas extraordinariamente interesantes, que decantaron la balanza por lo general en favor de creadores experimentados.
Quién suscribe esto, estuvo presente -de cuerpo- viernes y sábado en los conciertos, entre un público cuantioso (aunque no pareciera suficiente para el sold out el viernes) y en un espectro de edad extraordinariamente amplio. El propio día 23, la música comenzó a las 21:00 de la mano de la propuesta de Yamila y su último trabajo, “Visions”. Humilde y extravagante, vaga caracterización de una artista que reúne muchas contradicciones en torno a su proyecto, Yamila Ríos brindó un set tenso, apasionado y en ocasiones desconcertante, de la mano de su violonchelo y una voz que se rasgaba entre el cante hondo y un barroquismo fuerte, profundo; oscuro. Nombres evidentes vienen a la mente, Herndon, María Arnal, etcétera, pero sobre todo la cautivadora experiencia de quién, pensando con los medios actuales, reinterpreta el pasado distorsionándolo; generando una mística y una forma representacional (expresiva) inquietante.
Fue algo más tarde cuando uno de los -a priori- platos fuertes de la noche hizo aparición en escena. Ataviado como si saliera de una búsqueda en google imágenes, solemne y con actitud de vehículo alemán, Uwe Schmidt (Atom ™ para los amigos, Señor Coconut para los enemigos) se presentó ante el público sobre un escenario teñido de rojo. La presentación de uno de sus últimos trabajos, “Neuer Mench” fue, como cabía esperar, sonoramente intransigente, de obediencia y piernas largas; un espectáculo tan gozoso como marcial. Como único instrumento el brillante productor tenía una especie de tablet semitransparente, sobre la que apenas parecía tocar un control de vez en cuando. Esta suerte de artificiosidad, de quién parece no estar haciendo nada físico para producir tal vastedad de sonidos, era -creemos- parte del propio set: el nuevo hombre apenas se mueve, pero es capaz de movilizar cantidades ingentes de materia y música. El show de Schmidt fue uno de los destacados del fin de semana. Una creación devastadora.
Con respecto al sábado 24 también tendríamos varias propuestas que destacar. Primero de todo, el primer concierto, en el que Marina Herlop tocó en formato banda junto a Tarta Relena canciones de “Pripyat”. La productora catalana, que lanzó dicho trabajo hace unos meses en PAN, es uno de los nombres destacados de lo que va de año y, desgraciadamente, no podemos estar más de acuerdo. Su aéreo trabajo vocal de armonías y transiciones preciosistas, que se alea con una producción ruda, genera, como en el caso de Yamilia, un devaneo de sensaciones enorme. Pero Marina Herlop va un paso más allá. En su música no sólo se forma un equilibrio o una armonía entre contrarios que podrían ser irreconciliables. Lo que acontece en “Pripyat” y en su presentación en directo es más complejo: se trata de la presentación, en un tono casi abyecto (como en el videoclip en el que aparece junto a una vaca pariendo), de aquello que tiende a endulzarse, esto es; de una aleación entre el reconocimiento de la belleza en lo supuestamente aberrante y la presentación de lo monstruoso, de lo temible, como algo que ya no es inexpresable; sino que es de hecho expresable en esa aleación. Esa paradoja vuelve su música mucho más estimulante y enriquece su interpretación. Como un pequeño insecto que vuela y puede ser aplastado en cualquier momento, Herlop y sus acompañantes se mueven en mitad de un mundo sonoro caótico, alarmante; pero por una especie de milagro salen ilesos.
A este gran momento aplacado por el -siempre- irritante parloteo del público de Madrid, le siguió una decepcionante actuación de Iglooghost. El productor afincado en Reino Unido, entre el hyperpop y el hip hop post Sophie, presentó un set lleno de subgraves, escarfeos vocales, breaks escandalosos, visuales vaporwave… Hasta que el sonido simplemente se fue. Alegando que tenía el ordenador se estaba quedando sin batería (algo que queremos creer que era una broma), Seamus Malliagh se marchó, asegurando que volvería en un rato; aunque en su lugar lo hiciera Carsten Nicolai. El set de Alva Noto, de nuevo muy alemán, fue, afortunadamente, otro de los momentos destacados del fin de semana. El productor residente en Berlín transformó su “UNIEQAV” en una máquina pulida y visceral, capaz de producir los sonidos más limpios y los más graves a un ritmo en ocasiones cercano al techno, que puso en un estado de euforia general al público. Los visuales, abstractos y sencillos, acompañaban con serenidad y rigor a un artista que quitando sus movimientos de cadera cowboy-presleyiana, mantuvo un decoro enorme durante la hora que duró su actuación.
Al igual que su compatriota Schmidt, Nicolai, peinando canas, sabe cómo hacer funcionar un público, un soundsystem y cómo combinarlos con unos visuales que sean relevantes sin llegar a ser presuntuosos. Eso último es lo que seguramente perdió ligeramente a otros aristas como Zora Jones o Meuko Meuko y NONEYE. En ocasiones los visuales, como cuando recientemente visitamos el Domo de MMMad, https://beatburguer.com/cronica-mmmad-dome/), son espectaculares, son sobreestimulantes, pero lo son hasta tal punto que resultan anodinos. Resulta irónico que dos alemanes y dos alemanes mayores, fueran los que menos buscasen la experiencia wagneriana de la obra de arte total; sabiendo que la combinación de la experiencia musical con los diseños visuales, no terminaría por resultar más que en una distracción permanente. Por eso, la experimentación de los artistas jóvenes mencionados anteriormente fue en ocasiones acertada. La cuestión es seguir buscando ese espacio en la balanza; seguir buscando esas sinergias. LEV desde luego que lo hace con ahínco y por norma general, con mucho tino.