
2025 no ha sido un año de repliegue, sino de riesgo medido; en el que la electrónica vuelve a imaginar paisajes inexplorados sin necesidad de escoger entre cuerpo y emoción.
Otro año más, volvemos con las dichosas listas. Sí, sabemos que pecamos de tener la misma originalidad que una pegatina de un smiley en la funda de un iPhone 13 refurbished, pero es lo que hay: el bait es el bait. Y además os encanta, qué coño, así que vamos al lío. Porque si algo ha dejado claro 2025 es que la electrónica sigue siendo un campo en disputa: en el que siguen pasando cosas interesantes —increíble pero cierto—especialmente en sus zonas limítrofes.
Lejos de acomodarse en fórmulas reconocibles y DJs de poco pinchar y mucho performar, sigue habiendo pepitas de oro en el río si sabes buscar. Eso sí, muchos de los nombres clave del año han optado por tensar su propio lenguaje: tanto veteranos que miran hacia atrás para avanzar, como proyectos que reformulan el club desde la sensibilidad y el detalle. Así, desde el púlpito que me pone en este, nuestro —vuestro— magacín dedicado a la música contemporánea y confluencias, paso desgranar lo que, para mí, es lo que más ha brillado este año. Ea.
Oneohtrix Point Never – Tranquilizer (Warp Records)

Daniel Lopatin vuelve a mirarse por dentro sin caer en la autocomplacencia. Tranquilizer se despliega como un archivo emocional reprogramado: fragmentos sonoros que remiten a bibliotecas de los noventa, reensambladas con una lógica contemporánea que juega entre lo hipnótico y lo perturbador. Así, a lo largo de sus quince cortes, el álbum construye paisajes más sugeridos que explícitos, donde la melodía aparece y se desvanece, y la memoria funciona como motor creativo. No hay aquí vocación de pista, sino una exploración profunda de la electrónica como lenguaje cultural y afectivo; monumental sin grandilocuencia, Tranquilizer confirma a Lopatin como uno de los grandes arquitectos del sonido actual. Más de esto y menos de cualquier cosa.
Djrum – Under Tangled Silence (Houndstooth)

Seis años después de su último largo, Felix Manuel entrega una obra que parece haber madurado en silencio. Under Tangled Silence es el resultado de un proceso largo y paciente, donde la formación clásica de Djrum dialoga con una electrónica minuciosa y profundamente humana. El disco se mueve con naturalidad entre ambient, IDM, drum’n’bass o ecos jazzísticos, sin necesidad de subrayar estilos. Todo fluye como una narración interna, casi respirada, que prioriza la emoción sobre la pirotecnia técnica. Hay improvisación aparente, pero también una elegancia estructural poco común. Un álbum que pide escucha atenta y recompensa con creces. Felix se lo merece.
Polygonia – Dream Horizons (Dekmantel)

Lindsey Wang firma uno de los trabajos más imaginativos del año con Dream Horizons, un álbum que se articula como una sucesión de estados de ánimo. Así, sus doce piezas construyen un universo donde el techno, los breaks o el downtempo conviven sin fricción, de manera orgánica y fluida. El ritmo aparece cuando debe hacerlo, pero nunca domina el relato, pues aquí manda la textura, el espacio y la sensación de tránsito constante. Hay momentos pensados para el club, sí, pero también largos pasajes introspectivos que invitan a la pausa en un disco que respira, que se despliega con paciencia y que confirma a Polygonia como una de las voces más refinadas de la electrónica actual.
SHERELLE – With A Vengeance (Method 808 / Modern Recordings)

Más que un debut, With A Vengeance es una declaración de principios. SHERELLE irrumpe con un LP que no baja el pulso en ningún momento, cruzando footwork, jungle, drum’n’bass y acid techno con una energía casi combativa, apabullante, descomunal. Y es que cada track está pensado desde la experiencia real de la pista, pero también desde la conciencia de pertenecer a una historia y a una comunidad con unos orígenes de raza y clase muy específicos. Entre la agresividad rítmica y los momentos más emocionales —como la colaboración con George Riley—, el álbum logra un equilibrio poco habitual entre furia y narrativa. Electrónica de alto voltaje, pero con fondo, sentido y orgullo de clase. Pull up!
Purelink – Faith (Peak Oil)

En Faith, Purelink da un paso más en la construcción de su identidad sonora, ampliando su espectro con la incorporación de voces, percusiones orgánicas y una calidez poco habitual en la electrónica experimental. El resultado es un álbum que se mueve entre la contemplación y el movimiento sutil, donde el dub techno se cruza con presencias vocales como Loraine James o la poesía de Angelina Nonaj. No es un disco de club al uso —idos olvidando—, pero tampoco renuncia a la física del cuerpo. Y es precisamente ahí donde reside su fuerza: en el equilibrio entre mente y materia; abstracción y emoción, coexistiendo en un mismo espacio sonoro. Un cierre perfecto para entender la sensibilidad electrónica de 2025.




