Aunque la filmografía del realizador francés Quentin Dupieux ya cuenta con un buen puñado de títulos, a muchos de nuestros lectores les resultará más familiar su alter ego musical, Mr. Oizo, nombre destacado en el desarrollo de la escena Electro House de los primeros 2000 en nuestro país vecino y conocido por sus producciones, sobre todo por aquel pegadizo e inolvidable hit que logró a nivel mundial en 1999, “Flat Beat” que lanzó F Communications y del que también se encargó de realizar su icónico video con aquella mascota de peluche (Flat Eric) que meneaba su cabeza a golpe de ritmo ácido y llegó a convertirse incluso en protagonista de una campaña publicitaria para una importante marca de ropa.
Sus películas, desde que hiciera su debut en 2001 con “Nonfilm”, oscilan entre lo absurdo y lo kitsch llegando a lo chabacano pero también son una revisión traviesa y alteradora de ciertos sub-géneros cinematográficos.
Su cine supone todo un atentado contra las normas, su mérito reside en que se sirve de ellas mismas para realizar estas fechorías fílmicas.
En 2010 logró llamar la atención internacionalmente con “Rubber” (“El neumático asesino”) destrozando el patrón típico de lo que hasta entonces era el Slasher. Con “Wrong” en 2012 comenzó a manipular las normas de la comedia y al año siguiente nos entregó “Wrong Cops” que era algo así como una versión underground más demencial y chusca aún si cabe de la saga “Loca academia de policía”.
A estas se unieron “Realité”, “Bajo arresto” y “La chaqueta de piel de ciervo” conformando la carrera a contracorriente de un director centrado por encima de todo en no traicionar su arte. Dupieux va a la suya por encima de las modas o los gustos del público y en sus películas es muy probable que casi nunca encuentres lo que en principio podrías ir buscando. Es todo un maestro en lograr el anti-climax y defraudar las expectativas del espectador medio.
Su cine es en apariencia básicamente descerebrado, barnizado con una gruesa pátina de estupidez y de corte surrealista, pero en cierta medida, también es normativo en cuanto que se rige por las leyes de un “Universo Dupieuxiano”. Es la obra de un eterno adolescente que parece ir bien fumado a la hora de emprender cada uno de sus proyectos.
En esta ocasión, y una vez más en dirección contraria a la establecida en estos tiempos de reivindicación femenina en el cine que vivimos, entra a cuchillo a rasgar las tripas del sub-genero denominado “Buddy Movie” o “peli de colegas”.
Nos presenta a dos peleles de manual, dos tontos muy tontos (Manu y Jean-Gab, interpretados por los casi desconocidos Gréoire Ludig y David Marsais) de los cuales es difícil imaginar su propia supervivencia. Un día, por casualidad, descubren un moscardón gigante atrapado en el maletero de un coche robado y deciden amaestrarlo como si un perro se tratase para conseguir hacerse millonarios.
A partir de esa propuesta, por increíble que parezca y de manera ininteligible, “Mandibules” funciona, e incluso se convierte en la que es hasta ahora su película más accesible para el gran público. Dupieux se nos muestra en esta ocasión como un digno heredero de la tradición bizarra del Cine de John Waters (el cual, ha incluido este título en su tradicional lista anual de películas favoritas) y destroza en 77 minutos tanto esas “buddy movies” que anteriormente hemos citado como la tradicional comedia autóctona que sustenta la industria cinematográfica en Francia con una Road movie simplona que podría intelectualizar incluso el cine de fumetas pero que te atrapa sin escapatoria e incluso puede llegar a emocionar.
Entre los papeles secundarios destaca una Adèle Exarchopoulos, a la que descubrimos en “La vida de Adele” y que pronto veremos en “Zero Fucks Given” por la que ha recibido enormes halagos en el último festival de cine de Gijón, que realiza un ejercicio de inmolación interpretativa con un estridente y cómico papel que sin duda es uno de los puntos fuertes del film.