“Nekkuja” es el trabajo más brillante y pop de Marina Herlop hasta la fecha. Edita el sello PAN.
Mientras esperaba la salida de su álbum “Pripyat”, la compositora, cantante, productora y multiinstrumentista catalana Marina Herlop se encontraba inquieta. Le daba vueltas a su (por aquel entonces) incierta carrera musical, y se sentía emocionalmente extraviada. “Algunos días me sentaba en el balcón de mi piso para que me diese el sol”, explica, “cerraba los ojos y empezaba a visualizarme a mí misma como una jardinera, arrancando las malas hierbas del suelo, como si cada mal recuerdo o emoción fuese una de esas malas hierbas”. A medida que avanzaban los días, esa fantasía se hizo más profunda y Marina sintió que algunas partes de ese jardín se estaban marchitando; la energía que estaba poniendo en la parte no-musical de su vida se había filtrado en la parte creativa y la había envenenado. Inmediatamente supo qué tenía que hacer: plantar algunas semillas y cuidarlas, para que su arte volviese a florecer una vez más.
“Nekkuja” es el lugar donde los más cálidos y dulces sentimientos de Marina Herlop salen a la superficie, atravesando la capa superior del suelo. Ella describe este disco como una forma de buscar y afianzar su luz interior, y es sin lugar a dudas el trabajo más brillante y pop de la artista hasta la fecha. Los toques experimentales y su capacidad para adelantarse a su tiempo que ya mostró en Pripyat siguen presentes, pero la positividad en “Nekkuja” es notoria, más teniendo en cuenta que en la escena musical experimental suelen dominar la oscuridad y la melancolía. Fragmentos deslizantes de ornamentada instrumentación acústica nos dan la bienvenida en “Busa”, granada de detalles electrónicos que transportan el sonido hacia la fantasía y la abstracción. La voz de Marina se yergue entre esta capa de sonidos, partiendo de una risa inocente hasta convertirse en un mantra enmarañado que consigue sonar esperanzador, apasionado y lleno de energía. La vitalidad se desborda en ‘Cosset’, donde envuelve poderosas melodías en ritmos que parecen rebotar y en teatrales toques de piano.
El jardín de Marina se abre dramáticamente en “Karada”, donde unas bucólicas grabaciones al aire libre se proyectan como la luz del sol sobre punteos de arpa y esbeltos efectos vocales. Su voz se multiplica entre los sonidos de arroyos y cantos de pájaros, como si estuviese cantándole a la tierra misma: un paraíso utópico que Herlop emplea como metáfora del proceso creativo. En oposición a la visión de que el artista es un genio aislado y solitario, o un ídolo al que se debe adorar, Marina usa este jardín para hacernos ver el proceso creativo desde un punto de vista muy diferente, donde priman la perseverancia y la devoción, como un jardinero trayendo orden al salvaje caos natural, colaborando con la naturaleza para crear algo vibrante y duradero. Combinando sonidos familiares con conceptos fantásticos, Marina nos lleva por este jardín, implorándonos que deambulemos por él y nos hagamos preguntas. Para cuando llega la ondulante “Babel”, broche final de este nuevo disco, el jardín, podado y abonado mediante una avalancha de toques vocales, arreglos electrónicos y delicados efectos orquestales, ha florecido en sí mismo y en nosotrxs.