Unas emotivas palabras de Miqui Puig sobre el recuerdo vivo e imperecedero de Andrew Weatherall con playlist incluida. Amor, música, vida: Weatherallista siempre.
Andy, Wilmot and me
Un Lancia Y-10 por el extrarradio de Barcelona. Año del señor 1994. Cinta en el stereo. Bafles diminutos. La euforia de tener un grupo pop masivo ya lejana, pero todavía algo de holgura económica para una vida diletante en busca de aventura. No me preguntes hacia donde vamos, ni con quien. Solo recuerdo el aire tibio de esta parte del año a esta vera del mediterráneo, tan característico de esos días que van de finales de septiembre a mediados de octubre. Y “Wilmot” sonando. Una y otra vez. Porque se terminaba, y le daba al botón de rebobinado hasta que volvía al inicio. Dadme una moneda por cada cinta que grabé en esa época con ella al principio de la cara A. Sólo una moneda pido…
Toca en estos días lamentar la perdida del maestro. De grabarse a fuego (planteo tatuaje), lo de Weatherallista que los Finlandia Club se inventaron para nuestra religión. Para leer y releer a los grandes periodistas bucear en el océano de Andy. Yo solo soy un fan, un humilde fan que quisiera vivir por siempre en ese enigmático calipso que es “Wilmot”. ¿Qué tiene esa especie de cortejo fúnebre entrecortado a lo tercera línea de Nueva Orleans empapado en ácido, para que nunca marche de mi cabeza?
Soy Weatherallista de los fanzines Boy’s Own , tengo la edición encuadernada en la mesilla como biblia. Lo juro. Del disco de One Dove y del “Song to the Siren” en el recopilatorio de los cromos en la portada. ¿Recuerdas?. De los redobles de paila en cada beat, de los delays infinitos. De Andy en dub, del remix lento para el “Regret” de New Order. ¿Sigo?…
¿Cómo voy a expresar lo que quizá ha sido un impacto tan grande, de esos de encogerte el corazón, como cuando marcho Aleix? De realmente ser alguien y algo, de un momento muy concreto: ese momento en el que todo era posible, cuando realmente creces, cuando cada día es algo nuevo. Cada sonido, cada ingesta, cada beso, cada mirada. No vamos a volver a pedir perdón, realmente lo vivíamos. Y Andy siguió allí, hasta en los años de cruzar el desierto, de vuelta a las catacumbas. Moldeando el amor por la música, por bailar a 120, por el dub eterno… Solo siento no haberle estrechado la mano como otros amigos hicieron. No haber cumplido el sueño de tener un remix suyo en mi discografía. Pero lo prefiero, es mi condición de fan. De admirador. Me queda seguir pregonando la palabra de Weatherall por donde quiera que pueda sonar su música.
Aquí mis siete favoritos: