MIRA 2021: dos días en la cresta de la ola

Ni un 2020 sin festival, ni un formato reducido, ni un cierre tempranero pudieron con la 10ª edición del festival de artes digitales MIRA. ¿Qué se echaron en falta proyecciones 360º en el Dome? Por supuesto. ¿Qué echamos de menos pegarnos la gran sudada en el Espai Zero? Pues también. Pero son pequeñeces al lado de todo lo vivido ante el Main Stage del espacio creativo Fabra i Coats. Un Main Stage que, por cierto, nos sigue pareciendo a muchos uno de los escenarios de festival con mejor sonido de todo el territorio nacional. Nadie que haya estado ahí podrá negarlo.

En fin, que allí disfrutamos en apenas dos tardes largas de hasta siete actuaciones por día que volvieron a colocarnos en la cresta de la ola, en el punto más álgido de la vanguardia sonora y visual. James Ferraro, Aquarian con Sougwen, Ana Roxanne, VVV [Trippin’you], JASSS con Razorade o el viajazo con Overmono y nilfernandez son sólo algunos de los highlights. Los repasamos todos.

IDEAL inauguró la 10ª edición

El centro de artes digitales y proyecciones inmersivas IDEAL es el lugar en el que MIRA se ha mantenido con vida durante la pandemia gracias al ciclo MIRA.mov. Fue justo, y me atrevo a decir que emocionante, que la tan ansiada 10ª edición del festival se inaugurara allí.

Entre sus cuatro paredes y sobre su suelo, también inmersivo, los más impacientes nos reunimos para conocer de primera mano las 10 piezas que conforman la exposición ’10 segundos, 10 artistas’. Así se llama la mayor exposición de arte digital urbano jamás vista en Barcelona. Está comisariada por el festival madrileño MMMAD y, hasta el 21 de noviembre, puede descubrirse en distintas pantallas publicitarias de la ciudad.

Pero esto fue sólo el aperitivo. En realidad, los protagonistas de la noche eran Theo Triantafyllidis, Sun Araw y Natalia Stuyk. El griego Triantafyllidis ha diseñado ‘Velocity Holomatrix Warp 7’, un planetoide que el público recorrió al ritmo de la música ambient de Sun Araw, creada a partir de algoritmos que convierten las fuerzas eléctricas, magnéticas y gravitacionales en audio. De este modo, ‘VHW7’ daba sonido a sus propias formas escultóricas.

Quien de verdad maravilló fue la mitad española, mitad británica Natalia Stuyk (que, por cierto, se encontraba entre los espectadores). ‘I Believe You Into Being’ es un poema de 14 figuras creado -sí, escrito- por AI (Inteligencia Artificial). Los distintos versos reflexionaban sobre el origen de la consciencia humana y cada uno de ellos fue acompañado de viñetas inmersivas que se inspiraban en conceptos como la teoría del caos o las redes tanto físicas como digitales.

Ambient, makina, metal y toneladas de láser en el primer día de festival

Por muy altas que sean siempre las expectativas en MIRA, se superaron todas. Suena a tópico, pero, como en los exámenes del cole, pienso justificar mi respuesta.

Todo empezó con nara is neus presentando su recién estrenado álbum ansatz junto a los trabajos visuales de la bielorrusa Sasha Smirnova. Al igual que el disco, el directo de la sabadellense se erigió en oda, siempre in crescendo, a la música ambient más burbujeante, oscura y cálida. De este modo, el festival nos recibía con los brazos abiertos y nos acogía en la nave que se convertiría en nuestro hogar hasta la 1 de la madrugada.

El directo de la italiana Eva Geist llegaba comisariado por la ONG Sound Earth Legacy -organización que, como su nombre indica, trabaja para preservar el legado sonoro que nos dejan los elementos naturales del planeta-. La supuesta protagonista era el agua, aunque ligeros atisbos tanto en lo sonoro como, sobre todo, en lo visual hicieron que la echáramos algo en falta. Se asomaron los primeros beats bailables de la tarde y parpadearon los primeros estrobos. No fue suficiente. Estábamos ante la que, a la postre, acabaría siendo una de las decepciones del festival.

Nada que no cure una buena retahíla de luces y disparos lumínicos. El primer premio del día fue para él. James Ferraro y su láser reinterpretaron la herencia musical trance y rave del Reino Unido con un espectáculo audiovisual apabullante; ensordecedor a la par que cegador. Ni siquiera el The Snake That Eats Itself de Aquarian (con los visuales de la prestigiosa artista china Sougwen), con su combinación de breaks ultraprocesados y pellizcados, armonías ambient, bases techno ralentizadas y demás virguerías, fue capaz de acercársele. Y eso ya es decir mucho.

El hechizo en clave de techno apaciguado e hipnótico de Azu Tiwaline (con Defasten entrelazando cadenas en las pantallas), había que ganárselo. No fue fácil entrar en su historia, pero tampoco fue fácil salir de ella una vez atrapado. Esa era la magia que prometió y terminó mostrando la tunecina. Tal vez entrar no fue fácil porque aún teníamos la lengua fuera tras el regocijo en forma estridente de Duma. El dúo keniata llegó a Barcelona para dar un golpe sobre la mesa y mostrar a la ciudad que en el corazón de África también saben, y mucho, de romper moldes. En concreto, los moldes del metal y de la estridencia más trash, haciendo picar todos los sensores de sonido y casi tragándose el micro. Una brutalidad en toda regla, que tuvo al público con ganas de despegar durante 45 minutos.

Todo esto, para terminar al filo de la medianoche bailando makina con sabor a canto gregoriano. Sí, hablamos de Marc O’Callaghan y de su proyecto audiovisual CSFCMMCAB, que son las siglas de “Correspondències Simbòliques entre Folklore Catòlic i Música Màkina al Casc Antic de Barcelona”. Tal vez sorprenda, pero aseguro que uno flipa mucho más al escucharlo en directo. Reminiscencias a himnos clásicos de la solemnidad europea asomaban tímida, pero constantemente la cabeza mientras un repetitivo sinte ochentero se nos clavaba en el esternón a ritmo de parkineo.

Habíamos empezado sentados en el suelo y estábamos saliendo a la calle empapados en sudor. ¿En qué momento había pasado?

Un DJ set para dominarlos a (casi) todos…

Fue la primera reflexión que hice al salir de la Fabra i Coats el sábado: ¿era osado colocar a un DJ set por encima de todos los directos que habíamos visto? La asturiana JASSS se consolida en la cresta de la ola a cada nueva sesión que firma. No soy el primero y seguro que no seré el último en decir que JASSS es la pinchadiscos más en forma de nuestro país. “Nuestra Helena Hauff”, clamaban algunos. No me gustan las comparaciones, pero lo cierto es que JASSS va ahora mismo sobrada para cerrar cualquier festival que se le antoje. Ya puede tachar al MIRA de su lista. Techno, breaks, mucho electro, IDM, aromas orientales, bases dubstep… En 75 minutos y con una precisión quirúrgica, JASSS nos puso de todo. Y se lo bailamos todo.

Pero, como decía, defender que un DJ set (el único, de hecho) fue mejor que cualquier live parece osado. Por eso, rebobino hasta casi el inicio de la tarde para sentarme en el suelo, con suerte apoyarme en una de las columnas de la nave, cerrar los ojos y transportarme a los mundos oníricos de Ana Roxanne. Su voz, sus timbres melódicos y su horizontalidad curativa indujeron al festival a un estado de profunda meditación que provocó más de una lágrima (no hay exageración en esto). La ecuación ambient & dream-pop de la neoyorquina fue la única capaz de sumir en absoluto silencio a la audiencia.

Los más madrugadores veníamos de una limpieza de espíritu previa: la de Ylia junto a Sofía Crespo. La primera es una de las productoras más eclécticas de nuestra escena. La hemos visto pinchando en eventos diurnos, abriendo festivales, abriendo también clubs y, por supuesto, cerrándolos. La hemos visto firmando directos de techno ácido -precisamente en MIRA- hace no mucho. Y, ahora, la hemos visto también tirando de teclados y líneas de graves reposadas para abrir este MIRA con elegancia y un saber hacer propio de cualquier maestra de la electrónica contemplativa.

Donde no hubo contemplación ninguna fue en el concierto de los madrileños VVV [Trippin’you]. Presentaban su álbum Turboviolencia y, sí, lo cierto es que, violentos, lo son un rato. Su fórmula neo-bakalá es todo un acierto. Su actitud casi punkarra y su improvisación sobre el escenario nos trasladan a esos parkineos (sí, otra ración de parkineo por aquí) de hace unas pocas décadas… Dicho de otro modo, nos trasladan a la mejor época de la electrónica nacional. Un bálsamo en toda regla.

Puede que los más intelectuales se quedasen con la resignificación de la música rave británica que firmó Rian Treanor junto a un trabajo visual geométrico de alto impacto de Leila Ziu. Treanor eliminó casi por completo los bombos a negras y nos ofreció sonidos rave no pensados para el baile. Una amalgama tan disfrutable desde una pista de baile como desde un sofá. Rainer Kohlberger, siempre con el carisma que le caracteriza, tiró de universos multicolor para acompañar a los beats oscuros y complejos del legendario Pole. Y Maxwell Sterling se quedó con todos cuando, ante sus problemas técnicos, optó por sacarse de la chistera un contrabajo y autosamplearse. Cosas de genios.

Noche de clubbing por todo lo alto

No existía en el imaginario colectivo un cierre que no fuera memorable. Pero empecemos por el principio. Cerraba puertas la Fabra i Coats y las abría al mismo tiempo la parte trasera de Razzmatazz. En Lolita, noche de DJs que sirvió para varios propósitos. El primero, para (re)confirmar al dúo local Iro Aka como uno de los nombres ascendentes de mayor proyección en la escena digger barcelonesa… y posiblemente nacional. Su nombre apenas sonaba antes del covid. En el último mes, han firmado un Sónar y un MIRA. Y en ambos han brillado con luz propia. Afirmaban tras su opening en Lolita que arriesgaron con su selección y que no estaban seguros de haber acertado. Desde la pista, percibimos a dos jóvenes que se alejaron de su terreno techno para abrazar sonidos más coloridos, pisteros y amables. Algo así como un house minimalista, cuidado, elegante y acelerado que puso a la pista del revés. Más de un Shazam sacando humo. Una brutalidad.

Decir que la holandesa Upsammy no estuvo a la altura sería tirarse a una piscina sin agua. Lo que sí es cierto es que su apuesta por ritmos más íntimos y experimentales bajó en demasía las pulsaciones de la sala. Estuvo hipnótica, pero algo lánguida. Posiblemente, la valoraríamos mucho mejor de no haber estado condicionados. No en vano, otras voces amigas la destacaron como una de las mejores del afterparty. Es de justicia contarlo.

Mientras la afroportuguesa Nídia cerraba Lolita sacando a pasear su basta biblioteca influenciada por géneros tan diversos como el house, el gqom o el kuduro, la mayoría del público se concentraba en The Loft, donde la cosa iba más de quemar suela y pegarse la última machacada. A base de acid techno, Annie Hall lo había dejado todo en ascuas para que los hermanos Truss y Tessela se coronaran por enésima vez.

Juntos son Overmono y, aunque finalmente no pudieran actuar live, se encargaron de hacérnoslo olvidar con una sesión a cuatro manos de 90 minutos que nos transportó a esas amadas warehouses made in UK. Bass music, garage, por supuesto breakbeat, hip-hop y guiños a estrellas como Sophie o Rosalía constituyen recuerdos que ya no olvidaremos, aunque sus mejores momentos llegaron con sus propias producciones. Con eso, queda todo dicho.

Y de ahí a la luna. Primero, con el griego ANFS rebozándose en el barro con un live que abrazaba, siempre en clave techno, las bases rotas y los elementos industriales. Tal propuesta sólo podía superarse llevando el pitch a lo más alto. De ello se encargaría Seltar. El catalán volvía a escena tras su debut en MUTEK en mayo y volvía a hacer gala de su fusión de rave techno y breaks procesados y ultraacelerados. Sin miramientos, generando lujuria auditiva multidireccional y clausurando este MIRA 2021 como la ocasión lo merecía.