Pese a haber llegado este fin de semana a su sexta edición y ser un festival de pequeño-mediano formato, MIRA sigue ajustándose para perfeccionar su encomiable y coqueta propuesta. A sabiendas de que ahora mismo la Fàbrica Fabra i Coats es el mejor emplazamiento siempre y cuando no se quiera recorrer la peligrosa vía del crecimiento, la organización ha decidido centralizarlo todo ahí, en detrimento de las noches de club en Razzmatazz Clubs. Y, aunque ambos espacios se encuentran directamente conectados por metro, es una comodidad que se agradece. Sobre todo, porque los selectores que escogieron (Kim Ann Foxman y Job Jobse) para rematar ambas noches estuvieron a la altura de las expectativas.
El MIRA Dome, la novedad más destacable del año pasado, ahora ya se ha integrado naturalmente a la programación del festival como escenario alternativo gracias a la inteligente decisión de entregar tickets una hora antes de los shows para evitar incómodas colas. Sin embargo, y a modo de recomendación, si optasen por adelantar sus actuaciones y trasladarlas a un horario más vespertino para no tener que competir contra los grandes reclamos del escenario principal, todos ganaríamos. Entre las instalaciones, alucinó especialmente Vortex de Hamill Industries, en la que luces y humo interactuaban con el sonido en sistema surround (obra de Floating Points, por cierto).
Ya, por último, un breve repaso a la programación de esta sexta edición. No hubo demasiadas promesas a descubrir salvo Elysia Crampton pero sí una plétora de nombres ya muy asentados en el plano de la experimentación más intrépida. No es aventurado decir que tanto sobre el papel como una vez disfrutadas las actuaciones, éste ha sido el mejor año desde que nació MIRA. Sólo hay que echar un vistazo al menú del sábado (Esplendor Geométrico, Lone, Roly Porter, Tim Hecker, Jlin, la propia Crampton…) para comprobar que pocas veces en Barcelona hemos tenido una selección más arriesgada, incluso en Sónar de Día.
Álvaro García Montoliu
Viernes
Nueva edición de un festival Mira que parece haber encontrado en la antigua y reconvertida Fabra i Coats el espacio idóneo para aunar música, artes visuales e instalaciones lumínicas y multimedia. Los ecos de una especie de Sónar primigenio resuenan en los muros de ladrillo y el ambiente supura respeto y devoción por unas propuestas musicales, de las que pocas veces durante el año podemos disfrutar. Sin mayor dilación este fue un breve recorrido de lo que pudimos ver y sentir durante la jornada del viernes.
Pocos fueron los afortunados que pudieron presenciar la actuación del italiano Alessandro Cortini, cuyas producciones se han convertido casi en objeto de culto de una avispada minoría de seguidores. Acompañado de su cacharrería habitual, hubo pasajes para levitar, otros para agitarse y sacudirse los demonios que llevamos dentro. Demasiado pronto para comenzar así, patio de butacas, sonido multicanal y casi penumbra deben ser las condiciones para la próxima vez que se digne a visitarnos. Por mucho que nos intenten convencer de lo contrario, siempre hemos pensado en Lee Gamble como si del primo segundo de Amon Tobin se tratase. Esa rama de la familia que siempre te han dicho te debe resultar afín, pero con la que no te acabas de identificar del todo. Buenos visuales a ratos, para un show con el que no conseguimos conectar del todo.
Plaid llevan desde mediados de los 90 inventando nuevas fórmulas y resulta que más de veinte años después publican nuevo álbum y se cascan uno de los mejores directos del día, con una pantalla de triángulos en los que se iban proyectando patrones visuales y nada más. Melodías profundas, ritmos que te insuflan energía, transiciones vaporosas y todo ese arsenal sonoro que de ellos esperábamos. Se nos hizo demasiado corto.
Ya nos habían chivado tras el paso de Death In Vegas por Madrid hace algo más de un mes, que esta nueva gira era distinta a otras anteriores, más oscuridad, menos baile, más complicada, menos accesible. Alternaron pasajes brillantes de gran potencia, con otros en los que intercalaron fragmentos demasiado tranquilos que restaron cohesión y efectividad al conjunto. Cuando parecía que habíamos despegado, volvían a tomarse un respiro y nos dejaron con la sensación de con otro setlist seguramente nos habríamos quedado más satisfechos. A nivel de público fueron como no podía ser de otra manera, la banda que congregó a un mayor número de público.
Throwing Snow fue el gran damnificado ya que le tocó lidiar con la desbandada de seguidores de Richard Fearless, pese a que sus producciones tienen calidad de sobra para convencer a cualquier amante de la electrónica más orgánica y psicodélica. A ratos la música de Ross Tones nos recuerda a los shows de Jon Hopkins, pero con un punto mayor de dificultad y sofisticación. Su live concentró grandes momentos de sincronía audiovisual y trance electrónico. Un artista infravalorado a nuestro modo de ver.
Gesloten Cirkel es uno de esos productores que cuando aparecen programados en el cartel de cualquier evento de electrónica underground que se precie, no puedes evitar esbozar una sonrisa imaginando a tus amigos viéndole el día que toque, sin camiseta, en primera fila, devorando monitor, con el motor de sus gargantas rugiendo a tope, inyectando adrenalina en sus pupilas como si fuese la bomba de gasolina de un F-1. Aquí reside su grandeza. Indigesto para algunos, sublime para otros. Su bautismo de fuego no deja indiferente a nadie, tormento sonoro el suyo que volvió a abarrotar el escenario para degustar una propuesta implacable. Su única misión es triturarte el cogote y dejarte bien jodido o extasiado como a un loco que disfruta siendo recluido en Guantánamo. Calvario placentero o suplicio forzado, elijan la opción que más les convenga.
Después de todo lo anterior, el cierre de Kim Ann Foxman sonaba un poco a pedir un batido de frutas y fideos ramen con tofu, después de haberte pasado todo un fin de semana encerrado en un matadero devorando vísceras. Nos ayudó a hacer la digestión, pero enseguida nos dimos cuenta de que ya estaba todo inventado. Bailamos porque era lo fácil, pero no nos alimentaba, fue una buena distracción, pero para muchos todavía era demasiado pronto para pasar del averno a la verbena. Si tenías a tu próxima víctima bien apuntada en la mira telescópica, ese era el momento para desenfundar y disparar. Que no quede ninguna presa viva mientras dure la cacería y sino éntrale a otro con esa sesión, mi amor.
Guillermo Granell
Sábado
Elysia Crampton forma parte de esa avanzadilla de artistas junto a Arca, Lotic o Rabit que mejor está introduciendo la estética queer a la electrónica. Lo suyo es una electrónica que lo mismo puede ser tan esquizoide como la de Ghersi, como tirar hacia un ambient balsámico. A menudo tiene un rollo bastante Oneohtrix Point Never (de hecho, hay momentos en los que parece que asome Ezra, el extraterrestre de Lopatin). Mucho más accesible de lo que parece. Le siguieron Esplendor Geométrico, toda una institución de la electrónica y orgullo patrio. Están en un momento de forma envidiable, pues recientemente celebraron 35 años sobre los escenarios y en el In-edit su documental fue uno de los más aplaudidos, llevándose incluso una mención especial. Servidor tiene que reconocer ruborizado que aún no los había visto y, si bien pudo comprobar al instante cómo han influenciado a gente como Front 242 y toda la escuela del techno minimalista de Raster-noton y compañía, hubiese agradecido algo de esa violencia y visceralidad que muchos comentan de sus actuaciones. Eso sí, lo de Arturo Lanz es de otro planeta y, todo hay que decirlo, moló mucho verlos en una antigua fábrica.
A priori, sólo por las dos actuaciones que les seguían se justificaba la asistencia al MIRA Festival. Tim Hecker viene del que probablemente sea su disco más accesible de su catálogo, lo que no se debería interpretar como un adjetivo peyorativo. La inclusión de coros para darle a su música unos aires de misa renacentista ha hecho que su lacerante ambient drone decrezca en favor de unos sonidos más bellos. El problema es que él sigue empeñado en hacer de su experiencia en directo algo tormentoso. Y eso pese a que a diferencia de muchos de sus recientes shows prácticamente a oscuras, aquí estuvo acompañado por MFO con su juego de luces. Lo que podría haber sido algo extrasensorial fue bastante anodino entre que la iluminación no hacía mucho más que cambiar de tonalidades azules a púrpuras, sin jugar con una música que se desprendió de cualquier atisbo de melodía, ritmo y voz… ¡incluso de los mejores temas del genial Love Streams. Se echaron en falta los coros, aunque estos hubiesen aparecido pregrabados. Quedarse de pie durante casi una hora bordeó lo insoportable.
Para los estoicos MIRA había programado a continuación el show de Roly Porter. A esa hora y después de la turra de Tim Hecker, no fueron pocos los que optaron por salir a fumar, intentar entrar en la Dome, donde a esa hora estaba beGun o, directamente, irse a cenar algo. Los que tuvimos el acierto de quedarnos fuimos obsequiados con la que fue, sin rodeos, la actuación del fin de semana. Esta vez, el berlinés MFO sí incorporó visuales panorámicos como refuerzo a la música del ex Vex’d y la experiencia -muy cinematográfica- fue sencillamente abrumadora. Sus imágenes eran simples, pero impactantes, incidiendo en lo apocalíptico. Acompañados de los temas del sensacional Third Law parecía como si fuesen los paisajes que ve una nave espacial en busca de vida extraterrestre. Las comparaciones con Interstellar, tanto musicales como visuales, eran inevitables. El sonido, a un volumen ensordecedor, fue impecable, pese a las ocasionales distorsiones, a los bajos machacones… Hacia el final, apareció el siguiente mensaje: “Por favor cierren sus ojos hasta que las luces intermitentes se apaguen. No te preocupes. Seguirás viendo con tus ojos cerrados”. Lo que siguió fue un intenso ritual de luces estroboscópicas que golpeaban violentamente nuestros párpados cerrados, culminando lo que sí fue algo extrasensorial.
Aunque una opción más que válida después de tan abrumadora actuación era dar por finiquitada la noche, a MIRA aún le quedan toda una serie de interesantes propuestas que, por fin, incorporaban los ritmos. A Nathan Fake, le tocó la difícil papeleta de sustituir al que era uno de los grandes reclamos del festival, Zomby, cuya nada sorprendente cancelación se había anunciado esa misma mañana. Lo hizo con material inédito, que seguramente verá la luz en el que será su debut en otro sello de referencia en esto de la electrónica, Ninja Tune, que dejó saciado al público y olvidó el enésimo desplante del británico. Siempre con la mirada puesta en los 90, Lone dejó para la segunda mitad de su actuación los temas más hardcore del irregular Levitate, donde su batería, Chris Boot, tuvo que exprimirse en los endiablados y adrenalínicos ritmos. Temas como Alpha Wheel o Backtail Was Heavy sonaron con rotundidad, una genial manera de adentrarse en la rítmica madrugada que musicaron el footwork de Jlin (por fin en directo en Barcelona) y la siempre elegante selección de Job Jobse.
ÁGM