“MOTOMAMI”, la deconstrucción del mainstream

Casi 4 años después de “El Mal Querer” (Sony, 2018), el álbum que posicionó a Rosalía en la industria internacional y uno de los discos más aclamados y exitosos de las últimas décadas, se publica “Motomami” (Columbia), su tercer álbum de estudio, el trabajo más ecléctico y experimental de la catalana.

Rosalía anunciaba el lanzamiento del disco el 2 de noviembre de 2021 a través de una publicación de Instagram y desde ese momento no pararon las apuestas. ¿Volverá al sonido de “Los Ángeles”? ¿Continuará su concepto de “El Mal Querer”?

Ya es oficial, “Motomami” no muestra límites y desafía cualquier etiqueta musical, no tiene nada que ver con nada de lo anterior, y como ella misma dice en “G3N15” “Esto no es el mal querer, es el mal desear”. Su nuevo álbum no suena en absoluto como el anterior, es exactamente lo que se espera de una artista que nunca ha dudado en destacar en un sector tan saturado.

Empecemos por el principio:

Rosalía lanza hace cuatro meses “La Fama”, una bachata en colaboración con The Weeknd — y que ya acumula 87 millones de views — el primer single de lo que sería “Motomami”. Pero la verdadera declaración de intenciones viene con “Saoko”. Una declaración que viene en primer lugar con la referencia a “Saoco” de Daddy Yankee y Wisin, un tema de reggaeton clásico y un must para todos los reggaetoneros.

Bajo un mantra que se repite “Yo me transformo”, Rosalía ya nos avisa de que este disco cuenta con una gran variedad de sonidos e influencias.

Los géneros son cosa del pasado, de hecho, en “Saoko” apreciamos la juntera de reggaeton con jazz. Todo está en constante cambio. “Motomami” es un collage sonoro de sonidos, estilos e idiomas.

Y es que “Motomami” rompe con los estereotipos de un álbum a un estilo. Así el disco se divide en dos partes:

Moto: corresponde a la parte más agresiva y más mainstream.

Mami: la parte más soft y más experimental.

Como ella misma dice en “Saoko”: “Fuck el estilo, fuck el stylist” o en los diferentes tweets que ha ido publicando a través de su perfil de Twitter a modo de mandamientos “Motomami”.

Moto representa el sonido global, el ritmo dembow, con bajos y voces distorsionadas hechas para prender fuego a cualquier club del mundo. En “CUUUUuuuuuute” uno de los tracks más agresivos de esta parte, apreciamos una gran influencia de Arca, con la que ha colaborado ya en otros temas y seguramente muchos momentos de estudio.

Dos días antes del lanzamiento del disco lanza “Hentai”, el primer adelanto de la parte de Mami. Una celebración del cuerpo femenino, la sexualidad y el amor. Una canción polémica que se aleja de los estándares de la canción romántica. Bajo la producción de este track encontramos nada más y nada menos que a Pharrell Williams, productor de la mayoría del disco.

Mamiacoge la mayor expresión emocional con el uso de los sintes y los crescendos de las voces. “Diablo”, “Como una G”, “G3N15” son muestra de ello.

El éxtasis llega con “Sakura”, grabada en plena pandemia, donde utilizó los sonidos de los directos de su gira de “EMQ” a modo de falso directo.

Una vez más haciendo referencia a artistas clásicos como Justo Betancourt en “Delirio de grandeza” o a Burial en “Candy”.

“Motomami” tiene que ver con el sonido clásico de Rosalía, pero se aleja de lo que los fans esperan de la artista. Hay muchos factores que contribuyen a la diversidad de su música, pero dos de ellos son su estilo único y la mezcla de culturas para crear algo nuevo.

En “Motomami” Rosalía lo mismo te pone a perrear contra el piso que te deja llorando en la cama, mezcla el amor y la sexualidad, deconstruye el mainstream para crear un disco valiente, un viaje al futuro sin retorno en el que combina cosas que pueden parecer, a primera vista, contradictorias.

Es la nueva era de Rosalía, rompiendo con el pasado pero recordando sus orígenes y donde demuestra ese talento genuino que ha hecho que se posicione como una de las artistas pop por excelencia del siglo XXI aunque evitando las aguas poco profundas de la música pop tradicional.

Todo el disco está plagado de referencias a otros artistas (Justo Betancourt, Frank Ocean,…), a películas, a la star system (Kim Kardashian, Naomi Campbell,…), a experiencias y a recuerdos colectivos. Todo parece estar conectado para crear ese universo rosalístico.

En la producción encontramos a titanes como el ya mencionado Pharrell Williams, James Blake, Noah Goldstein (director de audio de GOOD Music y colaborador de Kanye West), El Guincho, Tainy, Sky Rompiendo, Frank Dukes o Michael Uzowuru. En las letras colaboran también artistas como Chiqui de la Línea (su profesor y mentor), Kaydy Cain hasta su hermana Pilar.

Una voz que cautiva y con capacidad de captar el sentimiento, a veces, aplastado por las dificultades de la vida y otras veces contenido. Las texturas musicales se unen a la exuberancia pensativa que ofrece para cualquier oyente que esté dispuesto a vagar en este mundo tan ricamente representado a través de todo su imaginario personal. Una montaña rusa sónica que crea una visión global de su obra.

El disco es una obra maestra por su capacidad de ser accesible a todo tipo de público, pero también por su capacidad de esconder mensajes complejos bajo espectaculares capas de sonido como un arrecife de coral y que debe ser escuchado de principio a fin para entender esa transformación.

Rosalía no existe en una burbuja pero su música es tan singular que actúa como si lo hiciera.