Pocas veces tenemos la oportunidad de asistir a las bambalinas de un espectáculo electrónico. Por eso extraña un poco que se organice un pase de prensa para asistir a un ensayo que todavía está verde. Nos referimos a las primeras pruebas del nuevo proyecto de Carl Craig, que en pleno 2017 sigue intentando maridar el techno con el piano del luxemburgués Francesco Tristano, a los que hay que añadir un par de sintetizadores, en un espectáculo que se ha bautizado como Versus Synthesizer Ensemble y que se presentará en dos meses en Sónar y a finales de mayo en Detroit Movement Festival.
El estadounidense porta un sombrero de ala ancha. Viste como un gánster que se mantiene en la retaguardia del escenario. Se ha emperifollado mucho para tratarse de un simple ensayo. Me comentan que en estos dos días que lleva en Barcelona ha estado bastante divo con sus asistentes y con los técnicos que se encargan de grabar el vídeo promocional de todo esto. Su figura de nuyorriqueño con plata dota a la escena de cierto aire teatral, sensación acrecentada por las bambalinas de esta coqueta sala Hiroshima, para muchos de los presentes un total descubrimiento que además se encuentra a cuatro pasos mal contados del Apolo. Francesco Tristano, el otro foco de atención del invento, viste de sport delante de su imponente piano, una sencilla camiseta negra.
Este nuevo intento de acoplar instrumentos orquestales con el techno no es nuevo para Carl Craig, que parece seguir proyectando su rol de director de orquesta de la segunda ola del techno de Detroit, que no se conforma con ganar pasta, con la que dar de comer a sus innumerables hijos, en fiestas ibicencas de dudosa reputación con Luciano como cicerone. Por su parte, Tristano lleva un tiempo intentando remontar su carrera después de haber salido de su banda Aufgang con la que publicó en InFiné y Blue Note.
Hace nueve años en un festival organizado en A Coruña, Move, ya pudimos ver al pianista tocando para el remozado proyecto Innerzone Orchestra del propio Craig que en aquel momento llevaba una década en el dique seco. En aquella ocasión, el estadounidense dejó sin pulpo a su equipo, programando hasta cinco pruebas de sonido en los tres días que la formación permaneció en la localidad gallega. Como broche de aquella irregular rentrée sonó The Melody, el hit de aquel momento de un Francesco Tristano que por entonces aspiraba a hacerse con el trono de alquimista entre el piano y el techno (y que también se incluye en el álbum con el que se empaca editorialmente todo este tinglado y que sale a la venta el 5 de mayo).
Saco el grabador con disimulo para que en unas horas pueda recordar ciertos apuntes con los que salvar la crónica y enseguida me ilumina una linterna. Un señor que se encuentra emboscado detrás de mí, me recuerda que no se puede grabar nada de lo que aquí ocurra. Tampoco se pueden tomar fotos (y por eso hemos tenido que ilustrar esta crónica con una promocional). Carl Craig se presenta a los asistentes con los focos eclipsando su figura como si fuera una aparición celestial en Fátima. Su voz llega de detrás del escenario y se confiesa el “chief motherfucker on the house tonight”. Reconoce que lo que aquí se oirá no es nada definitivo. Que no se lo tengamos en cuenta.
El primer tema del ensayo parece que nos va a meter de lleno en una especie de simulacro de directo. Con el devenir de los minutos vendrán los parones y los comentarios del ingeniero de sonido que se preocupa porque el maridaje entre el bombo techno y las cuerdas del piano se vayan empastando de aquí al día del concierto en Sónar. Por lo escuchado esta noche de miércoles santo está claro que queda mucho por hacer. A la media hora de prueba, varios asistentes aprovechan uno de los parones para salir a fumar. Una chica pisa mal un escalón y se trastabilla hasta llegar al suelo. Las luces se encienden de repente y Tristano se gira alarmado. Entra otro señor en escena para dar nuevas consignas a los cuatro músicos, mientras atisbo algún móvil cotejando la remontada del Madrid en Munich. Me muero por escuchar las instrucciones del ingeniero a pie de campo, pero no llego a escucharle bien desde esta posición en la que me encuentro. Comenta algo respecto a cómo debe entrar el beat después del piano de Tristano. Uno de los teclistas comenta que pensaba que el tema debía sonar más acelerado.
A la hora escasa, el ingeniero se da la vuelta y confirma a los espectadores que el ensayo se ha acabado. Remacha la idea de que todo está muy verde aún y que llevan ensayando en esta sala desde ayer martes a las cuatro de la tarde. Mañana (por hoy para el lector) Tristano tiene bolo en el festival Thüringer Bachwochen en Érfurt en el que presentará sus nuevas reinterpretaciones de la obra de Iannis Xenakis. Se volverán a reunir en algún otro punto del planeta. Una vez acodados en la barra del bar, algunos de los asistentes se sienten algo defraudados ante la falta de empaque de lo presenciado. A mí en cambio me han resultado más interesantes los tiempos muertos. Como si hubiéramos mirado por la cerradura de la puerta del estudio donde Carl Craig sigue siendo el rey.