De cómo un señor, en los 80, le fabricaba un juguete a su hija con una polvera, una multinacional le compraba la idea y 35 años más tarde alguien estaría dispuesto a pagar hasta 8000€ por un juguete y hasta una diseñadora inglesa basaría su colección en ello. La vuelta de Polly Pocket y su diminuto mundo para llevar.
Siempre hay algo de confort, de solaz y de tranquilidad en todo aquello pequeño, compacto, recogido, mucho más si ello nos retrotrae a los juegos de infancia. Realidades en miniatura en las que nos imaginamos, también a nosotros mismos, casi microscópicos viviendo vidas inventadas, de plástico y colorines.
Corría el año 1983 y Chris Wigg, juguetero de profesión y padre entregado, y probablemente con mullet, se las ingeniaba para fabricar un juguete original y divertido para su hija. De la búsqueda de algo que la pequeña pudiese llevar en el bolsillo, y a todas partes, nacía el primer set de Polly Pocket: una caja de maquillaje (polvera), probablemente de su esposa, que
contenía una minúscula casa de muñecas hecha con trocitos de cartón y plástico.
Lo que vino a continuación no tiene mucho misterio: una de las compañías de juguetes más importantes de la época, Mattel, compró la patente y lo demás es historia. Polly Pocket se convertiría en uno de los buques insignia en la wishlist juguetil de cualquier niña de la época. Me incluyo: me volvía loca cada vez que veía en los catálogos de juguetes las coloridas y diminutas polveras.
Miles de sets distintos, en forma de bolso, de cámara de fotos, y hasta de zapato: Polly Pocket lo petaba desde sus diminutos mundos de bolsillo.
Llegó el siglo XXI, nos volvimos todos bobos con las teclitas, las pantallas y las luces de colores y en 2015, después de unos años nefastos para cualquier juguete que no tuviese nada que ver con la tecnología, Polly Pocket dejaba de fabricarse.
Pero amigas, todo vuelve: el eterno retorno. En 2017 la firma inglesa Truffle Shuffle lanzaba un bolso en forma de corazón que emulaba las idolatradas polveras Polly Pocket hasta en los detalles del forro interior. El bolso en cuestión se convertía en objeto de deseo en pocos días, y la
lista de espera para hacerse con él, antes incluso de salir a la venta, ascendía a cifras desorbitadas.
En 2018 Mimi Wade, joven diseñadora inglesa, presentaba una colección de joyería que aunaba los pendientes que robamos a la abuela del joyero para disfrazarnos de señoras mayores, con auténticas muñequitas Polly Pocket. El resultado fue tan aclamado que tardó poco en lanzar una línea de prendas inspiradas en el diminuto juguete.
Fue a partir de 2019 y hasta hoy, pandemia mediante, que la fiebre Polly Pocket traspasaba los círculos coleccionistas más aislados para convertirse en un fenómeno en RRSS. Cuentas de Instagram, como Polly Pocket 80s 90s y Polly’s Tiny Treasures, en las que deleitarse entre montones y montones de polveras, custom mades de figuritas, sets, y todo tipo de accesorios relacionados, usuarios de Tik Tok enseñando colecciones inmensas o su último hallazgo al detalle. Vinted, Ebay, Wallapop y cualquier plataforma de venta de segunda mano se inundaba de usuarios ansiosos por encontrar la Polly Pocket más especial, el set más buscado, el más raro. Los precios se disparan, y llegan hasta los 8.000€ en polveras conservadas en su embalaje
original. Los coleccionistas y sus cosas…
Hasta Lena Dunham, directora, guionista y nuestra eterna Hannah en “Girls”, se ha subido al carro de la polvera de plástico más famosa de todos los tiempos: junto con la actriz Lily Collins (“Emily en París”) está trabajando en una película que narra las aventuras de la minúscula
muñequita y su pequeño mundo. No es difícil hilar una tendencia creciente, en varios ámbitos, que nos retrotrae hasta los juguetes de nuestra infancia. Sin ir más lejos tenemos, también, a Greta Gerwig dirigiendo a Margot Robbie en una película sobre Barbie.
Y es que la añoranza de la Generación Y por sus recuerdos más infantiles lo inunda todo: RRSS, cine y también moda. Colores pastel, estampados naïf, cuellos bebé, canesús y bordados que tienen uno de sus máximos exponentes en la colección SS22 de Moschino. Jeremy Scott nos lleva de viaje hasta los primeros 90 con looks dignos de Fran Fine, The Nanny (rescatada por HBO Max en abril del pasado año): estampados infantiles y coloridos, mucha referencia a dibujos animados y siluetas muy femeninas.
Los que crecimos en esa época estamos de enhorabuena: la nostalgia ha venido para quedarse y vamos a revolcarnos en ella mientras podamos.