Este miércoles pudimos comprobar en Madrid como el fenómeno Rosalía ya es imparable. Un concierto que reunió a más de diez mil personas en una de las plazas más emblemáticas de la capital.
La cantaora, si es que todavía se la puede denominar así, apareció poco antes de que dieran las ocho de la tarde ante un público entregado, formado en su mayoría por millennials que, antes de conocerla, poco contacto podían tener con personajes como Manuel Vallejo o La Repompa de Málaga, influencias declaradas de su disco anterior y del que acaba de publicar. Porque no podemos olvidar que por mucho que se hable de Rosalía como artista global, sus bases están íntimamente ligadas a lo jondo. Su revisión del cante, el toque y el baile va mucho más allá de una simple apropiación cultural, como tantas veces en estos últimos meses nos han querido vender. No es casualidad que el directo diera comienzo con unos fandangos, el baile que dio origen a muchos de los palos flamencos que hoy conocemos como las soleares, las malagueñas o las granainas. “Un baile introducido por los que han estado en los Reinos de las Indias”, explicaba el Diccionario de la Lengua Castellana en fecha tan lejana como 1739. ¿Un recordatorio para todos aquellos que la han acusado de apropiacionismo?
En la multitudinaria presentación de la plaza de Colón, auspiciada por Red Bull y el Ayuntamiento, que podríamos decir se apuntaron un tanto, en cuanto ayudaron a que tuviera lugar un concierto que con los años probablemente sea histórico, hubo mucho flamenco y folklore, pasado por el filtro de una artista que bebe de mil y una referencias. Estamos ante los inicios de la carrera de un personaje que promete volver a poner de actualidad las costumbres más arquetípicas de la identidad española. Su vestido, otra revisión de la iconografía andalusí llevada a cabo por Palomo Spain, a medio camino entre la tradición y la modernidad, también ponía de relieve la facilidad con la que Rosalía hacia propio un imaginario popular, que facilmente trasciende fronteras. Conexiones con aquella fascinación romántica del pasado musulmán y que también han sabido explotar decenas de artistas de Lola Flores a Imperio Argentina, pasando por actrices españolas de renombre. Sin embargo, la obra de Rosalía no deja de lado el vínculo con la actualidad y con referentes tan aparentemente lejanos como son el anime, el tunning o la música de baile de extrarradio.
La cantante se encuentra cómoda con unos mitos y un imaginario que nos pertenecen desde hace doscientos años. Quizás, la única pega que se la pueda poner es que no los cuestione abiertamente, que los acepte y les de salida adaptándolos a la época actual. Sin plantearse si son válidos hoy día. Unos tiempos, donde nada es inamovible y la resignificación de estos arquetipos piden una nueva mirada. Pero nadie está obligado a marcarnos el camino a seguir con 25 años recién cumplidos.
Contradicciones que esta chica del Baix Llobregat ha conseguido integrar en una fórmula que suena única. En el concierto, que no llegó a la hora de duración, pudimos disfrutar de algunos de los temas incluidos en El Mal Querer, su segundo trabajo de estudio y que vuelve a tener un hilo conceptual centrado en el pasado más primitivo de nuestra historia. “La dramaturgia del álbum está inspirada en Flamenca, una novela anónima del siglo XIII. Una mujer se casa y el hombre, por celos, la presiona. La descubrí, me encantó por la azarosa coincidencia del título y conecté con ella. Me hizo cuestionarme si nos seguimos relacionando y amando de esa forma hoy en día”, confesaba hace tres días al periodista Alvaro Macías. Pasado y presente nuevamente conectados. Uno de los grandes momentos del concierto fue su versión de Catalina, el tango que Manuel Vallejo interpretó hace casi un siglo y que en manos de ella volvía a sonar hondo y profundo.
Guiños que no pararon de producirse desde el Ay Ali de “apropiación gitana” incluido en Di mi nombre, otra composición con la que ha querido jugar homenajeando al Say my name de las Destiny’s Child; en la que el uso del vocoder le da un aire más innovador, potenciando la fantasía de este tipo de afinidades. Y que ponía en el tablero sonoro a la Ángeles de Camela y a la Lole de Lole y Manuel. Pero si algo quedó claro en la puesta de largo de su nuevo trabajo fue su capacidad para mezclar baile con sonidos electrónicos. La colaboración con Charm La Donna, coreógrafa que ha trabajado con Kendrick Lamar o The Weeknd, potencia el aire más tribal de su obra. A lo que también ayudan los ritmos de un Guincho en especial estado de gracia, experimentando con sintetizadores y pedales, como con el harmonizer en A ningún hombre. Pocos fallos relevantes en un concierto que presentaba un disco conceptual que tampoco es sencillo, alejado de los ritmos más movidos, pero que cerró con el que de momento es su tema de cabecera Malamente. La letra, coreada por más de diez mil almas, decía: “En mi piel los corales / Me proteja y me salve / Me ilumine y me guarde”. Así sea, Rosalía.