El británico Samuel Kerridge, que ya lanzó durante la década pasada referencias en Downwards (sello de Regis y Female) o Contort, es bien conocido en la escena europea por su sonido industrial, en ocasiones techno y en otras experimental y desconcertante. Sus primeros LPs, “A Fallen Empire”, de 2013 y “Always Offended Never Ashamed”, del 2015, practicaban un estilo más cadencioso, techno y regurgitante que lo que vendría después. Un disco conjunto con Taylor Burch y su segundo largo en Downwards, abrirían la tendencia noise, más destructiva y rota de su carrera, que parecía avanzar hacia un no-lugar en el que se disolvían los géneros musicales. En este plan, nos ha llegado su quinto LP, cuarto en solitario. Un “Kick to Kill” lanzado en su propio sello creado ad hoc, en el que tienen cabida incluso un violento post punk, o escenarios baldíos y desoladores.
Un bajo, una voz reverberada y llena de desafección… El modo en el que empieza “Kick to Kill” no puede sorprendernos si conocemos bien el ethos creativo de Kerridge, pero contrasta enormemente con la canción que le sigue. “Pogo” suena a una exploración de percusión MIDI alienada, una suerte de ejercicio tribalista pero paradójicamente tecnológico. En ese devaneo entre el juego musical propio de quién trastea con instrumentos, -encontrando ritmos y formas de hacer sonar los instrumentos de manera que le sorprenden y le entusiasman- y la destructividad inserta en el ruidismo y el noise, el último LP del músico y artista británico trata de desubicar permanentemente al oyente. Los timbres son inesperados, los ritmos aparecen y se esfuman con la misma facilidad con la que llegaron… El trabajo exige un compromiso especial con la escucha, que no siempre resulta agradable.
“Levitate”, que es una canción esencial en el álbum (si no vean la portada) nos ofrece un escenario de downtempo suelto, apenas articulado, mientras que cuando Kerridge utiliza su voz, esta parece tener apenas un carácter gutural, en el que pueden llegar a comprenderse palabras, pero cuyo punto relevante es la transmisión sensorial a través del sonido. Alaridos, gritos y tonos apáticos, amplían el espectro expresivo de un álbum que en lo estrictamente musical parece frío, desangelado, disociado. Pero es ese carácter alienante sumado a la impredecible performatividad de la voz del cantante, lo que reactiva la escucha, produciendo una experiencia más emotiva, de una expresión visceral. Así, cuando en canciones como “Strangled Love” las melodías parecen tomar el control de la última parte, en una suerte de redención final, nada nos hace sospechar. Es la inclusión de esos extremos, de esos contrastes que muchas veces son irreconciliables, lo que le da a “Kick to Kill” ese carácter completo, trascendente que parece perseguir. Eso sí, nadie dijo que la compleción fuese necesariamente bonita.