“Sin Novedad en el Frente” es la adaptación de la novela antibélica de Erich María Remarque a cargo de Edward Berger, que nos regala una fotografía y un despliegue de efectos especiales de primer nivel.
Sentados en nuestros cómodos sofás vivimos la guerra de Ucrania desde el televisor, intentando imaginarnos cómo sería estar en medio del conflicto, como reaccionaríamos ante una situación tan extrema entre la vida y la muerte. Por mucho que lo intentemos es uno de esos casos en los que resulta imposible tener una idea clara de lo que seríamos capaces de hacer, de cuales serían nuestras sensaciones y cómo reaccionaría nuestro organismo en un contexto tan estresante. Nos podemos hacer pajas mentales fabulando con acciones heroicas de esas que nos ha vendido Hollywood, en las que superaríamos todos los obstáculos para salir sanos y salvos en medio de una batalla mientras caen bombas a nuestro alrededor y las balas pasan silbando cerca de nuestras cabezas. No existe una película que pueda hacerte sentir lo que se siente en una guerra, pero sí que hay excepciones que se acercan más que otras al horror que supone un conflicto bélico. “Sin Novedad en el Frente” es una de ellas, un relato crudo y descarnado sobre el sinsentido de la guerra y sobre el sufrimiento de los soldados.
“Sin Novedad en el Frente” es la tercera adaptación de la novela antibélica de Erich María Remarque (la primera ganó el Oscar a Mejor Película y Mejor Dirección en 1930), aunque se trata de una historia ya conocida, esta versión del director Edward Berger nos regala una fotografía y un despliegue de efectos especiales de primer nivel. La ejecución técnica consigue que nos arrastremos por las trincheras embarradas, que sintamos el peso de las explosiones y el olor a muerte que recorre cada minuto del metraje. En esta película pretenden que nos sintamos a disgusto, angustiados, que no tengamos respiro, y lo consiguen de forma magistral. Además todos los actores clavan sus papeles, el miedo constante, la sensación de peligro, y el descenso al estado primitivo del hombre se reflejan en la cara de todos y cada uno de ellos.
En “Sin Novedad en el Frente” se narra la historia de Paul Bäumer, un chaval de 18 años que debido a la estupidez innata de la adolescencia, decide ir a pelear al frente occidental durante la Primera Guerra Mundial junto a sus amigos. Para ellos es un juego, una fantasía absurda alimentada por su entorno y por la falta de información veraz sobre lo que realmente significa una guerra. Por eso sonríen, se muestran despreocupados y felices a la hora de alistarse, sin darse cuenta que los uniformes que reciben son los de sus camaradas muertos previamente. Pero la realidad les golpea con fuerza muy pronto, nada más llegar al campo de batalla. Una realidad terrorífica y sangrienta de la que no podrán escapar.
En paralelo a la historia principal se nos muestra la historia del político alemán Matthias Erzberger, encarnado por Daniel Brühl, cuyo hijo falleció en los primeros meses de la guerra. Desde entonces su propósito fue detener el conflicto, consciente de la masacre irreparable que se estaba produciendo. Es el encargado de negociar con las potencias aliadas un final digno para su país, aunque éstas se mantuvieron inflexibles exigiendo la rendición total del ejército alemán e imponiendo una serie de medidas muy severas que años más tarde fueron la gasolina que utilizaron los nazis para justificar sus acciones.
“Sin Novedad en el Frente” es una crítica sin paliativos a la guerra, no trata de dulcificarla ni de pasar de soslayo por ella. Todo lo que muestra es cruento y brutal. No solo las muertes, no solo la destrucción sin sentido, también ahonda en la utilización de los soldados como carne de cañón por sus superiores, que juegan con el destino de sus compatriotas como si fueran fichas frías en un tablero. Más de 17 millones de personas murieron por la conquista de unos cientos de metros. Algo que, aunque las cifras no sean tan devastadoras, por desgracia sigue pasando actualmente. Porque si existe un animal en este planeta que no para de tropezar en la misma piedra una y otra vez, ese es el ser humano.