Y aquí estamos, un año más, cruzando en barco la Ría de Vigo rumbo a la Isla de San Simón para ser testigos de otra edición del Sinsal San Simón. Y recalco lo de otra vez, porque ya son tres años seguidos… Y es que, quien va al Sinsal San Simón, repite sin dudarlo. El festival organizado por el colectivo vigués se ha convertido en uno de los acontecimientos musicales más esperados y también uno de los más cotizados. Dos días (que este año fueron dos y medio) en un enclave espectacular; un cartel que, a pesar de mantenerse en secreto, siempre cumple con las expectativas; un ambiente variopinto, familiar y distendido. Leídos, estos alicientes suenan asépticos. Sin embargo, una vez vives la experiencia, comprendes hasta qué punto es un privilegio ser parte de los momentos que regala este festival.
A diferencia de otros años, la ría la cruzamos el viernes 25 a la hora de la sobremesa. La causa es que los responsables del festival habían ampliado, añadiendo una jornada previa en la que el cartel sí se conocía de antemano. La ecléctica Throwing Shade fue la encargada de abrir la veda en los aledaños del embarcadero de la isla con un set de Ableton en el que repasó su reciente 19 Jewels EP intercalando algunos de sus remixes (como el de Mariah Carey). Más tiesa que un mástil, a la dj de NTS Radio le fue difícil defender lo onírico de su música, y mira que el entorno no podía ser más adecuado.
A Xenia Rubinos, por lo contrario, no le costó lo más mínimo ganarse la atención del público. Le bastó empuñar el micro y entonar cuatro notas con ese pedazo de vozarrón que se gasta para que todas las miradas se dirigieran al escenario. Acompañada por un batería y combinando labores de teclista y vocalista, esta muchacha de Brooklyn se metió en el bolsillo a los asistentes por lo musical –su propuesta es un cóctel explosivo de post punk, jams jazzísticas, latineo clásico y R&B- y por lo escénico: puro fuego latino que prendió el ambiente y que la artista agradeció con dos bises. Para sofocar las llamas que dejó Rubinos, nada mejor que la brisa de pleamar y la música de Oso Leone. La organización acertó al colocar el slot de los mallorquines a media tarde, una hora perfecta para dejarse mecer por esa elegancia entre dub y Roxy Music y descansar para lo que quedaba de festival.
Los músicos callejeros Jagwa Music inauguraron una recta final de velada bastante movidita. Apenas unos cuantos elementos de percusión, un pequeño Casio como el que nos solían traer los Reyes Magos en Navidad y un micro bastan para poner patas arriba a la audiencia. Los tanzanos –como tantos otros proyectos que vienen desde África- evidenciaron que menos es más cuando el ritmo corre por las venas; y que la música del continente ha sido, es y será la madre de todos los ritmos. La tarde se cerró con una preciosa puesta de sol en el embarcadero de San Simón y los ritmos de Frikstailers, uno de los puntales del boom de la cumbia digital. Este par de argentinos disfrazados no tiran de instrumentos al uso. Su set viene con un pack completo de periféricos de la Wii y la PlayStation, un par de laptops y un micro-korg. Y, aunque les costó empujar al público a la “pista de baile” acabaron haciendo las delicias del público, sobre todo del más joven.
Precisamente los argentinos repetirían en la jornada del sábado, la primera al uso del festival y que este año tenía como mayores alicientes a los veteranos Wire y el folk gótico de la estadounidense Chelsea Wolfe. Los primeros salieron ganadores instigando el primer pogo que se recuerda en la historia del Sinsal San Simón; al punk no hay quien lo mate ni quien lo envejezca, y los británicos hicieron obvia esta afirmación. Otros que triunfaron tanto o más que Wire fueron los surcoreanos Jambinai. Imaginad un cruce entre Deftones, Mogwai y Explosions In The Sky cuyos sonidos emanan de instrumentos asiáticos como el erhu o el koto. Tradición, mística y ruidismo pusieron en pie a la concurrencia. La oscurita Chelsea Wolfe, sin embargo, indujo en una profunda siesta a buena parte de los asistentes. El pop bonito e intimista de la joven Bel Bee Bee, los estrambóticos (demasiado en en atrezzo y muy poco en lo musical) Ginger & The Ghost, Jacco Gardner y los jienenses Blam de Lam completaron un cartel en el que se echó muchísimo de menos algo de electrónica y un poco de la marcha que había inundado el islote el viernes tarde. Sea como fuere, pisamos la isla y, si nos dejan, volveremos a hacerlo el año que viene.