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Sobre la necesidad del caos en el arte, una reflexión post-Sónar

El hecho de saber o intuir lo que va a pasar en una actuación no deja de ser fruto de las dinámicas de control a las que estamos sometidos durante toda nuestra vida cultural y ociosa. El hecho de conocer el repertorio del artista, sus aspavientos o sus sorpresas perfectamente calculadas a veces repetidas o dadas a conocer previamente, nos deja en una posición dulce/cómoda/tranquila como espectadores. Pero el arte también DEBE basarse en la provocación, en la intranquilidad, en el caos, en lo inesperado.

A colación de nuestra conclusión sobre lo acontecido en el escenario SonarXS hemos querido reflexionar (ahora que tanto se habla sobre la ruptura de barreras entre mainstream y underground) acerca de la importancia de una tarea básica del underground como es incomodar a la masa, agitar mentes. El escenario XS de Sónar 2017 ha jugado con ambos campos: el del mainstream o el pop, es decir, el arte aplaudido por las masas; y el del underground, el minoritario, el que hace que pasados dos minutos de una actuación buena parte de la sala no soporte o no llegue a entender lo que ahí está aconteciendo.

¿Pero cómo puede Sónar haber dado espacio al reggaetón? (nos recriminaban en una de nuestras crónicas en redes sociales), no creemos que haya que dar una respuesta a la pregunta, sólo hay que pararse a mirar un poco por encima el panorama musical actual. En el escenario XS se ha jugado a sorprender, a darle al público algo a lo que no suele estar acostumbrado (al menos en los grandes circuitos). La actuación de Yung Beef, por ejemplo, fue un acto de punkismo, de caos, un manifiesto, toda una oda al hacer las cosas al contrario de cómo se espera que se hagan. “Ahora que todos habláis de cómo el trap ha llegado al mainstream, yo -que soy trap de verdad- me lo llevo al otro lado, justo al punto contrario”, parecía decir Yung Beef entre líneas a través de su show. ¿Lo estábais empezando a entender? Pues ya no lo entendéis.

En el libro King Mob. Nosotros el Partido del Diablo (La Felguera, 2014), en el capítulo titulado El fin de la música se alude a una pintada del grupo guerrillero, radical y contracultural King Mob de 1968: “Músicos, destrozad vuestros instrumentos”. Provocación y anti-todo en estado puro. De esto estamos hablando, traído al momento actual y obviamente a otro escenario, pero conservando la esencia/idea.

Otra de las características del SonarXS ha sido la de hacer no-bailar, es decir, muchos de los artistas que por allí pasaban deconstruían ritmos bailables para hacerlos no bailables. Otro caos, otra sorpresa que llega cuando levantas el brazo para empujar el subidón y no hay subidón que valga (explícitamente hablando, otra cosa será lo mental). Dicen en el documental 20.000 Days on Earth (sobre Nick Cave) que en cuanto entiendes una canción pierde todo su interés. Deberíamos valorar más lo que no se entiende a la primera, lo que comienza a comprenderse pasado un tiempo. DJ Bus Replacement Service jugaba a esto precisamente, por eso vimos algunos momentos en los que el artista simulaba estar pinchando sin que la música sonara, puro humor y pura ironía. Además de valorar el caos, por cierto, hay que valorar el humor. El humor de escuchar el Times Goes By Con Loli, de La Terremoto de Alcorcón, entre ritmos gabber o himnos pop como el Wannabe de las Spice Girls.

En el prólogo de El Manual Revisado del Boy Scout (La Felguera, 2016), el cual está escrito por Genesis P-Orridge, dice el autor: “El ridículo y el humor tienen el poder de trastornar y desestabilizar las sociedades de forma mucho más eficaz, sin cruedad ni sufrimiento. Nada destruye la pomposidad y la arrogancia mejor que la carcajada estridente”. Hay que desestabilizar más, hacer reír más. Necesitamos más caos, más desorden y también más ironía y más risa en la música.