La historia de la transición electrónica entre la música disco y el house (Hi-NRG) está empapada en popper, sudor, navajeros, travestis y montañas de cocaína. Iniciamos hoy una serie de piezas four to de floor que nos llevarán hasta el ocaso y entierro del género a manos de Stock, Aitken & Waterman mediante un delirante “blanqueo hetero” en el sonido pop de Kylie Minogue.
En 1977 el mundo era una mierda, como ahora. En ese mismo año se editaron “Trans-Europe Express” de Kraftwerk, “Stayin’ Alive” de Bee Gees, “Heroes” de David Bowie, “Rumours” de Fleetwood Mac, “Animals” de Pink Floyd, “This is the modern world” de The Jam o el “Never mind the bollocks, Here’s The Sex Pistols”. La música disco languidecía en las pistas de Chicago, Detroit y Nueva York. Sobrevivía en los elitistas círculos de maricones de Chicago, en su mayoría coleccionistas, gentes de mediana edad que después se unirían a Frankie Knuckles cuando huyó del tsunami hetero que inundó el Warehouse y abrió el Power Plant, en busca de esa tranquilidad que ya no tenían en la casa madre, llena de navajeros, camellos, come bolsas y coños sudados en la pista. Los connaisseurs de la música disco, a diferencia de los DJs de la época, eran el colectivo con más misóginos y homófogos a pie de pista. Las orquestaciones orgánicas del sonido Philladelphia ya no funcionaban ni en roller discos. El clubbing estaba cambiando: la vida giraba más rápido con cocaína, anfetaminas, quaaludes y alcohol. El hedonismo sinfónico que transmitía la música disco no correspondía a las necesidades físicas de la pista de baile. Eso lo descubrió Larry Levan en el Paradise Garage y le puso remedio -también en 1977- estirando los temas, editándolos, mezclándolos, pasándolos por bobina o pinchando la misma copia en tres platos hasta llevar a la pista una especie de mantra electrónico que incitaba al baile y al frenesí.
El clubbing como negocio entraría en los 80 con dos cosas bien claras, aprendidas y somatizadas ya en 1977: la banda sonora del futuro ocio nocturno tendría que ser más rápida y el patrón de Studio 54 debería ser corregido y aumentado para servirlo en bandeja al mainstream del entretenimiento. Steve Rubell, amo y gestor de Studio 54, declaró en 1979 haber ganado 7 millones de dólares y que únicamente la mafia tenía un negocio más rentable que el suyo. La bomba estalló el 13 de mayo de 1977, concretamente en el tema que cerraba el quinto álbum de Donna Summer, “I Remember Yesterday”. Allí Giorgio Moroder con Pete Bellotte produjeron algo único hasta entonces: sobre una base de Moog y caja de ritmos construirían la piedra fundacional de la electrónica de baile que luego la industría se encargaría de comercializar en forma de house y techno para las masas. “I Feel Love” ponía en la misma coctelera a Kraftwerk y al soul americano, dando como resultado un shot de energía y sensualidad que embriagó en primera instancia a toda la parroquía homosexual para después hacer lo mismo en pistas de baile para heteros.
Esa energía que desprendía el tema se convirtió en género cuando la propia Donna Summer declaró que “I Feel Love” se había convertido en un éxito porque desprendía “High Energy”. Tempo rápido, electrónica, hedonismo soul y latigazos funk. De eso se trataba. “I Feel Love” estalló en las pistas gays haciendo añicos a la música disco que por aquel entonces estaba en manos de mariconas viejas que solo aspiraban a morirse rodeados de pajilleros audiófilos, palmeros sectarios y mariliendres trasnochadas. A partir de ese tema se desató una corriente en las pistas británicas y americanas que coincidirá con el masivo consumo de popper y cocaína, la plaga del SIDA, asesinatos en los clubs de referencia de la Nueva York de 1980-83, chaperos y navajeros entregados al Hi-NGR (como aquí lo harían con Los Chichos o Los Chunguitos), las primeras escenas de mariconas muertas en la pista, con lycra, bigote, cinta en el pelo para el sudor e inflados a esteroides y anabolizantes, Divine, Sylvester, Patrick Cowley, Miquel Brown… Sodomía, disco y cocaína.
De eso tratarán las piezas que desglosaremos en Beatburguer hasta desembocar en el entierro del género por parte de los productores Stock, Aitken & Waterman mediante el indecente “blanqueo hetero” en el sonido de Kylie Minogue. ¿Qué pasó en las pistas de baile? ¿Cómo la historia de la electrónica pasa del clubbing lleno de aceite, navajeros y cocainómanos a 140BPM a acompañar a tu madre a un concierto de Kylie Minogue? En esta playlist con portada de Branca Studio te damos las primeras pistas.
De la piedra fundacional de Donna Summer al clásico de Evelyn Thomas, pasando por todos los indispensables de un sonido que iremos desgranando en próximas publicaciones. Aquí tienes un recorrido que nos llevará al entierro de la música disco para dar la bienvenida al house. Estos temas ya pertenecen al imaginario colectivo y fueron los culpables del viraje de la electrónica de baile. Empápate de ellos para entrar la semana que viene en el maravilloso mundo de la sordidez hecha historia en el clubbing mundial.