Hemos dado por hecho que, si votásemos para elegir la mejor actuación de este Sónar, esa sería la de Oneohtrix Point Never. En su show, a Dan Lopatin le vimos manipulando su voz haciéndonos creer más vehemente (si cabe) que Él está más cerca de otros planetas que del que comparte con nosotros. No ha sido el único que ha jugado (entre otras cosas) a hacer mutar su voz original, El Guincho, Yung Lean o John Grvy también hacían lo propio desde otros manejos de la parte vocal. El rap y la mutabilidad en diferentes formas han caracterizado un festival en el que los artistas no sólo transformaban su sonido de manera individual sino que unían fuerzas para dar lugar a nuevos proyectos y nuevas visiones (como con ANOHNI, con Wooky y bRUNA o con Powell y Lorenzo Senni, que se convertían en una única persona dando lugar a un tándem perfecto de dos cabezas: una más fría, tajante y maníaca y otra más melódica). Tras repasar los shows de James Blake, Jean-Michel Jarre, Kode9, James Rhodes, Alva Noto o Kelela ayer, ahí va nuestra segunda crónica de Sónar.
Jueves: Coronas en el rap
Si en 2015 el nombre que aparecía en el cartel de Sónar era el de Headbirds (que llevaba a su compañero Cauto incluido en la actuación), esta vez era Cauto quien incluía a Headbirds para presentar en directo su debut en formato largo: Prova a veure si ets capaç de menjar pedres, que llegará vía Disboot. El combo ya demostró el pasado año que su conjunción era perfecta, ofreciendo uno de esos directos que dejan marca. Este año les veíamos aún más cómodos, “¡qué gustaso!” decía Cauto por el micrófono sonriendo sin comedidos a quienes pillaban el césped artificial del Village fresquito. Rodeados de varias MPC’s y sin rastro de portátiles, el directo -plagado de cambios en el ritmo- transitó por terrenos que emanan del jungle, el breakbeat o que entran en el footwork pero que nunca se desprenden de esa parte melódica y emotiva que caracteriza las creaciones de Pau Encinas. Para gustaso los directos de este dúo.
En una entrevista con Fact, Sevdaliza explicaba la dura disciplina que mantuvo con el deporte cuando era jugadora de baloncesto, la cual ha terminado aplicando a la música. Pero sólo hasta cierto punto, sin el lado mecánico y frío que pueda llegar a conllevar. Algo así ocurre con su música y más aún con su puesta en escena, ese sonido metalizado de canciones como Sirens of the Caspians (perteneciente a su trabajo The Suspended Kid) se convierte en directo en pura magia de beats pesados y esponjosos, y una voz sensual que en ocasiones juega a intimidar a la grada. Y es justo ahí donde su comparación con FKA Twigs queda reducida, en esa puesta en escena de la de Roterdam mucho menos planeada, con un mayor margen de espontaneidad en la acción que también le sitúa más cerca del universo del rap.
Y si Sevdaliza toma elementos propios del rap, Lady Leshurr, entra a quemarropa, con una actitud en el escenario que no sólo desprende una energía inabarcable con ese nervio que sólo alguien que se llama a sí misma Queen Lady Leshurr puede tener (y eso que desde el principio advirtió que venía acatarrada y necesitaba de energía de los allí reunidos). Lo de Melesha O’Garro fueron los treinta (exactos) minutos de mayor intensidad del festival, con un público al que ella solita supo poner bien arriba no sólo a través de sus diferentes speeches sino con brevísimos fragmentos de covers como “Work” o temazos como Crispy Bacon. A algunas reinas como RiRi o Bey les ha puesto la corona la prensa, ella no nos necesita. Se basta y se sobra.
Hay dos cosas en esta vida que, personalmente, no es que me apasionen. La primera es el formato banda para hacer techno o similares y la otra es Luciano. A Jamie Woon le han hecho mucho mal las remezclas de sus temas realizadas por nombres como Solomun (para Night Air) y Luciano (para Lady Luck). Tras superar unos problemas de sonido al comienzo de la actuación, Woon (que irrumpió en el panorama musical allá por 2010 como una de las voces más maravillosas para el post-dubstep) ofreció un show un tanto descafeinado en el que demostró que su voz sigue siendo igual de valiosa y delicada para este tipo de discursos, pero que necesita dar un giro más radical.
Con la tarde del jueves entrando en su hora clave (la del cierre), nos introducimos en Sónar Complex, donde Gazelle Twin presentaba por tercera vez su espectáculo Kingdom Come, toda una aventura visual que contaba con imágenes realizadas por los cineastas Chris Turner y Tash Tung y que nos dejaba un tanto desconcertados -en positivo (y que nos parece muy bien, que para eso el punto de actuación se llama Sónar)-. El show ha sido producido por el festival de Manchester Futureeverything y en él había otros tres elementos clave: dos vocalistas y unas cintas de correr que parecían entrar dentro de la pantalla donde aparecían espacios tan despersonalizados (o no-lugares) como un centro comercial o un aparcamiento en el que se jugaba de manera especial con los puntos de luz. Elizabeth Bernholz llegó al festival con un espectáculo en clave de nuevas narrativas dispuesto a dejar la mente un tanto knockeada y que dejaba pie a la interpretación y viaje personal (se agradece).
David August llegaba a Sónar en formato banda. Para quienes seguían al artista, la actuación pudo resultar excitante, por verlo en otro contexto (algo que siempre es bien) experimentando con nuevos formatos como el de vocalista. Pero probablemente a quienes no le conocían o no seguían, el show no les llegase a sorprender del todo porque no contaba nada nuevo o que no hayamos visto en otros artistas. Pudo jugar con la emotividad hasta cierto punto, entre las atmósferas envolventes, cambios de ritmo y esa influencia del lado más minimalista que ya puso sobre la mesa con trabajos como su álbum Time.
Viernes: Pop-rave
Entre algunas de las cosas que han caracterizado este Sónar está la manipulación de la voz por parte de los artistas. Minutos antes de que El Guincho apareciera en escena había quien se preguntaba si se pasaría el concierto dando cuentas de HiperAsia (su reciente trabajo en el que ha jugado mucho con el software Melodyne -algo que nos contó en esta entrevista que mantuvo con Carles Novellas- y que en una primera escucha puede parecer Autotune) o si rescataría alguno de los temas-hitazos de aquel Pop Negro como Bombay (y sí, calló casi al final del concierto para deleite de muchos). Personalmente, El Guincho me ha atrapado de manera muy especial con este último álbum, de tal forma que ha sido en su actuación de Sónar cuando he comenzado a ver con otros ojos temas de hace más tiempo y, en general, la magnífica evolución de un artista que ha decidido no estancarse en un campo en el que estaba cómodo. El Guincho (acompañado de varios músicos entre los que figuran algunos componentes de la banda Extraperlo), mostró los entresijos de su nuevo disco y además de llevarlo hasta el lado más bailable, recordó a los nostálgicos aquella esencia pop tropical que caracterizaba sus anteriores trabajos.
A las 19.00 horas del pasado viernes el mundo se dividía en Sónar entre nueva y vieja escuela de club a través de las actuaciones de Danny L. Harle y Underground Resistance. En el segundo bien de clásicos techno, en el primero toda una revisión de los códigos de la música de club en clave glossy, súper-digital y súper-pop. La sonrisa (y bailes) naïf del productor hicieron que la felicidad que llevaba impresa el sonido corriera como la pólvora por el SonarVillage. La imagen de postal en tonos coloridos resultaba perfecta cada vez que desde las primeras filas salían volando pompas de jabón que no podían acompañar más a la estética de la sesión. Tracks como Ashes of Love, In My Dreams o su edit para el tema de Miley Cyrus, 18ECKING 8ALL creaban un mundo fantástico de sobre-saturación de azúcar e inocencia que llenaba de dulzura teenager hasta los momentos de hardcore trance. Un mundo de fantasía y #goodvibes que consiguió crear una de las mejores actuaciones del festival. Pop ravero.
Oscar Powell y Lorenzo Senni llegaban con uno de los proyectos que más nos llamaba la atención tras ver algunos vídeos de festivales como Unsound o Adelaide: Hot Shotz. Dos de los maestros de la deconstrucción en materia de música de club se han unido para dar lugar a una perfecta mezcla entre los ritmos más duros, ásperos, y riquísimamente enfermizos (por la parte de Powell) y unos elementos más melódicos y menos mecanizados (a través de Senni). Podríamos decir que de una manera similar a la de Danny L. Harle, en cuanto al rupturismo que proponen, ambos artistas también buscan cargarse a cuchillos o a mordiscos los viejos cánones de la música de baile. Aunque en el caso de estos últimos, el discurso conlleve unas maneras mucho más rudas y drásticas. De lo mejor que pudo verse-bailarse en Sónar noche.
Esa manera de Flume de caminar entre el underground y el mainstream conseguía que el pasado viernes el escenario SonarPub estuviera hasta la bandera minutos antes de que el artista apareciera. Ese doble rasero también le vale para acoplarse a dos contextos tan diferentes como es un ambiente íntimo o una escena de enamoramiento quinceañero, y también un club/escenario de grandes dimensiones. Algo que queda claro tras la primera escucha de su reciente álbum, Skin, donde una misma canción como Take a Chance (ft. Little Dragon) pasa por ambas fases. Rotundamente efectivo para un lugar como SonarPub en la noche de viernes.
Sábado: mutantes y beats del futuro
Como ya es habitual con las actuaciones del talento nacional el público ocupaba las primeras filas del SonarHall antes de que Wooky y bRUNA aparecieran en el lugar para no perderse ni un movimiento de la presentación de su proyecto conjunto. Precisamente la semana pasada ofrecían un adelanto de lo que será su disco: track 1 y Tropic. Tomando el ambient como punto de partida (y salvando algunos problemilla técnico), los de Lapsus crearon un discurso extremadamente emotivo y que toma elementos de otros terrenos musicales como el acid o las construcciones cercanas al rave noventero (como en esa inclusión de una parte vocal que repetía “la música es un sentimiento”) y le envuelven entre refinadas formas, adaptándolo a las coordenadas downtempo. Las visuales en forma de mosaicos digitales de Alba G. Corral mezcladas con un sistema de iluminación del escenario exquisito no hacían otra cosa que disparar ese lado poético y de sentimentalismo de su música.
Desde el punto de vista personal he de decir que Yung Lean era la actuación que esperaba con más ganas. Ubicada en las primeras filas del SonarHall unos veinte minutos antes de que el sueco y dos de sus Sad Boys salieran a escena. Ya entonces unas tres filas de público bastante más joven que la media del festival lanzaban gritos de nerviosismo y frases como “Shout Out to Yung Lean” o “Skrrrrrt skrrrrrt”. Puntual, Lean llevó a escena su último disco (Warlord) sin olvidarse de anteriores éxitos que a partir de 2013 (gracias a Unknown Death 未知の死 2002) le ubicaron como una de las propuestas musicales más peculiares -desde la narrativa y la estética- de la historia del rap. Cortes como Yoshi City, Kyoto, Volt o Afghanistan multiplicaban la excitación del público y el calor que desprendía la sala (abarrotada). Era su primera vez en Barcelona y tanto por su parte como por la de los allí presentes, diremos que el idilio de casi una hora de duración fue perfecto: sensibilidad, romanticismo, atmósferas narcóticas… Y Lean hasta se marcó un poquito de castellano para despedirse al grito de “mucho amor” arrastrando las vocales y formando un corazón con la mano. No, mucho amor para ellos <3
Si hablamos de reclamos de este festival, otro de ellos era Oneohtrix Point Never, a día de hoy y tras su actuación del sábado convertido y mutado a Dios ya. Daniel Lopatin se marcaba un “Arca en Sónar 2015” y conseguía dejarnos shockeados desde que apareciera, con una puesta en escena de su último disco que no sólo coincidía con lo que se esperaba/necesitaba de él sino que iba un poquito más allá. Los mayores atractivos del álbum, que residen sobre todo en esa mezcla de elementos que van desde las guitarras al sonido más industrial y sucio pasando por las estructuras más digitales o robóticas y que Lopatin nos administró como golpes en seco, nos eran lanzados a la puta cara, sin ningún tipo de mesura ni delicadeza, elevando el impacto por medio de una iluminación perfectamente calculada para que nuestro cerebro sólo estuviera allí para recibir estímulos, sin margen de movimiento por nuestra parte hasta que las luces se comenzaron y algo se liberó, “thank you” decía por el micrófono con una voz más propia de ese alienígena llamado Ezra que de cualquier humano. Dopamina pura.
Tras un ratito de lluvia que se antojaba como el estado temporal perfecto para el jungle de Ivy Lab, las últimas horas del sábado en SonarVillage llegaban marcadas por los sonidos trap (como buena parte del festival en realidad). La actuación de Troyboi llegaba marcada por tracks como Ttu (Too Turnt Up) de Flosstradamus ft. Waka Flocka o el remix del propio artista para el tema Take Ü There desataban más de un dub en el césped y hacían de previa perfecta para el concierto de Section Boyz. Deepee, Swift, Sleeks, Knine, Inch & Littlez inyectaban una energía inabarcable al escenario, con una actitud old school pasada por filtros de nuevas formas que tiene como resultado un directo agresivo, narcótico y fulgurante.
Entrados ya en la noche, y con el público pululando por los escenarios desde primeras horas, Toner y Sanatruja (de la squad de Trill) proponían un arranque sensual, de beats en clave r&b y voces sofisticadas marca de la casa. Entre su selección musical encontramos tracks de Dellafuente, Khaled o Fuego mezclados de esa manera tan especial que les han convertido (de manera especial en este 2016 aunque llevan años trabajando duro para ello) en una de las sesiones barcelonesas más innovadoras y futuristas para los fines de semana. La última media hora de Trill coincidía con la actuación de otro barcelonés, Alizzz, uno de los productores nacionales que mejor ha logrado evolucionar a lo largo de los años y que le ha convertido en uno de nuestros grandes valores al alza. En esta ocasión, Cristian Quirante llegaba con un discurso marcado por la esencia de club de corte dancehall e influencia EDM (en su vertiente más estimulante y menos comercial) y otras formas sinuosas de carácter latino, todo muy directo a la pista de baile. Las voces aterciopeladas que puedan aparecer en sus últimos trabajos como Better Than You o Body Slam se enredaban entre estructuras maximalistas (sin olvidar algunos de sus grandes clásicos como Sunshine) y esencia dancehall. Algo que queda reflejado de manera ideal en su remix para el tema Motley Crue, del dúo THEY. con el cual ni siquiera el propio Alizzz lograba contener los bailes detrás de la mesa. El artista lleva tiempo dando la vuelta al discurso, siempre atento a las nuevas tendencias de club del panorama norteamericano, sorprendiéndonos con cada una de sus nuevas creaciones. En Sónar hizo lo mismo, hasta se soltó un tema nuevo avisando a micro abierto previamente. Está en uno de sus momentos-portada, sin duda.
Antes de que entraran las últimas horas de matraca del festival, estuvimos en otro capítulo de sonidos negros Sónar. Kaytranada se marcaba un set de alto contenido sexy, voces susurrantes en tono R&B, future disco, chill-trap y muchas vibes veraniegas; como su edit para el Holdin On de Flume. Prácticamente a la misma hora, Stormzy y Skepta inundaban el festival de ritmos grime, aunque la perspectiva de Skepta en clave un tanto más comercial que el año pasado. Hizo sonar algunos de sus hits como Shutdown, That’s Not Me o I Ain’t Safe, pero probablemente el calor que había en el concierto de Stormzy (del que hablaremos mañana) era algo mayor.