Raúl Villamil no es un productor de los que se dicen convencionales. Su carrera está marcada por su trabajo como profesor y por una curiosidad experimental que crean importantes contrastes entre sus trabajos, propiciada por unas influencias (Basinski, Hecker, la canción protesta) igualmente diversas. Este viernes llega a nuestros oídos su nuevo LP, “Drama” (Nadaville) un trabajo en el que como él mismo explica, reúne una serie de sonidos dramáticos, captados en un tiempo de por sí complicado y los distorsiona, erosiona y altera hasta hacer de ellos una suerte de dietario de diferencias entre estados pesimistas o desquiciados. Una recolección del drama.
Así, el álbum contiene siete tracks, no aptos en general para la pista de baile, a pesar de lo que su seudónimo (Techno Para Dos) pueda indicar. “Metadrama”, “Little Drama”, “Even More Dramatic”… Los temas juegan con una producción no demasiado exigente, pocas capas pero mucha tensión repartida entre ellas, en sonidos que se van distorsionando y repitiendo como si de ideas fijas y neuróticas se tratase. Mientras que estas primeras podrían parecer algo más tranquilas y moderadas, más suaves por así decirlo, en “Hard Drama o “Drama & Bass” -títulos que hasta en cierto punto pueden sonar irónicos, como preñados de un distanciamiento con respecto a esas emociones depresivas, paranoides- encontramos producciones mucho más nerviosas, aportando a ese crisol general del LP y produciendo una alienación de lo más completa en el oyente.
Pero esta sensación de alienación parece completamente intencional. Techno para Dos pone al oyente ante la sensación aberrante del propio sentimiento dramático y su conciencia autodestructiva, esquizoide; lo ayuda igualmente a distanciarse pero sin evitar ciertas afinidades y posibilidades de identificación. Es por esto que la diversidad sonora del álbum funciona tan bien. “Drama” puede conectar con muchos oyentes y a la vez desubicar a unos cuantos, poniendo ante el oído y la conciencia de ellos la equivalencia del sufrimiento y su diferenciación superficial. Es en esa convergencia que diverge conforme asciende, dónde el disco, aparentemente incoherente, toma un sentido más completo, reuniendo a su vez las multitudes propias de su compositor. Y es ahí acontece el verdadero drama, donde somos conscientes del dolor propio y del ajeno, pero desde una perspectiva redentora, relajada en ocasiones, como se plantea en el LP. El sufrimiento está servido, ahora habrá que ver qué hacemos de él.