Este fin de semana de finales de enero, el típico en el que no sucede nada en mi vida, he tenido la suerte de encontrarme algo inusual en internet: algo de calidad extrema que me ha trasladado a lugares muy lejanos de la extraña realidad que vivimos, en forma de experiencia audiovisual única.
En un entorno idílico en las costas griegas, repleto de restos de una civilización que en muchos aspectos no ha sido aún superada, con una realización cinematográfica y de audio sublimes y con unos actores de categoría inconmensurable.
Una hora de música para el alma y el cerebro, ejecutada con maestría improvisada por tres maestros, el uno de los teclados Jean Phy Dary, el otro de la percusión Prabhu Edouard y el tercero de la electrónica, Jeff Mills.
Y es que en este ejercicio de jazz marciano, el de Detroit saca a relucir un aspecto muy poco visto en público, tocando percusiones de distinto tipo en directo, combinados con su clásica 909 y algunos de sus sintetizadores.
La simbiosis entre los tres protagonistas es asombrosa, que con miradas y feeling sincronizan sus respectivos arsenales generativos, ya sean pulsos eléctricos o ejecución pura y dura en aras de un viaje sensorial de primer orden al que las imágenes aportan una dimensión extra.
Espectáculos como este no se ven todos los días y la verdad es que muero por poder experimentar algo de esta categoría alguna vez en directo, sin distancias, ni mordazas ni tontunas.