Arrancamos la columna “Trap a los cuarenta”, digresiones seniles de Òscar Broc en torno a la escena.
Utilizo la uña de guitarrista flamenco para el yeyo. Meo sentado. En la soledad del hogar, me gusto con pantuflas de felpa de cuadro inglés. Esputo mucho. Muchísimo. Cuando salgo de los sitios, me echo una rebeca del C&A sobre los hombros… Mediana edad, lo llaman los expertos. “Cuando rebasas los 40, tienes que estar jodidamente alerta”, lo llamo yo.
Que tu pellejo haya adquirido la textura de la gelatina Carrefour y te pegues el ABC a la tocha, atenazado por la presbicia, no son motivos suficientes para que te bajes del Talgo de la molonidad y te conviertas en lo que siempre temiste: una momia quejumbrosa. Un puto viejo carcamal. Y ahora mismo, la molonidad se traduce en cinco letras que están generando unos cuadros de ansiedad del cagarse entre el puretismo: URBAN… Urban que te quiero urban.
El siglo XXI es un hijoputa que se mueve más rápido que la mandíbula de Sven Väth. Apresada en un presente fragmentadísimo, infinito y anfetamínico, la juventud ya no tiene tiempo de mirar a un pasado que para muchos ni siquiera existe. Todo es AQUÍ y todo ocurre AHORA; un stories de Instagram a escala global que lo borra todo a las 24 horas de exposición. Primera lección para el aspirante a urban de mediana edad: la comunidad urban se orina en el pasado en general, ¿qué te hace pensar que le interesa lo que le puedas contar del tuyo? Deja de vivir en tu apestosa adolescencia y deja de reivindicar tus referentes. Tito Urban se lustra el ojete con tus referentes.
Ser urban a los cuarenta, por tanto, es un empezar de cero que acojona. El rap español no es urban: ¿esos discos de Kase-O y CPV? Directos a la incineradora. El indie no es urban: ¿esos CDs de Los Planetas? Meh, para hacerlas con sombra y poco más. La electrónica de los 90 no es urban: ¿El Aphex Twin? Me lo paso por el mismísimo coño. Tendrás que dejar de ver La Resistencia, un programucho sin gracia que lo peta muy fuerte, pero se mofa de lo urban, y eso sí que no. Desde que escribió su articulito sobre el trap, Manuel Jabois es una garrapata y lo único que leerás es Spanish Starter Packs o Beatburguer. Segunda lección para el aspirante a urban de mediana edad: el urban se toma serio a sí mismo, el urban alecciona. Cuando eres urban, las concesiones a la parodia deben sustituirse por pepinazos de ego y analogías de mercadillo con el rechazo que también generó el punk, el rap o el techno entre la vieja guardia. Lo urban ha renovado el lenguaje musical, ha cambiado las leyes del mercado, ha puesto en jaque a la industria y poco le ha faltado para erradicar el hambre del mundo. De lo urban se va a reír tu puta madre.
En lo estético, el urban de mediana edad es una anacronía con patas. Combinar un outfit urban avant la lettre con gafas de aumento de la farmacia es un desafío mental que deja a muchos aspirantes gimiendo en cunetas, como perros abandonados. Cuando tienes 40 y tantos, y te vistes como Tekashi 69, tu cerebro tiene que superar una fase de adaptación durísima, somatizar un desajuste solo comparable a ponerle un uniforme de Star Trek a Juan Manuel de Prada. Tercera lección: si quieres ganarte el respeto del universo urban, tienes que hacer alguna concesión en forma de riñonera sobaquera, de chándal de alta costura, de zapatillas mas tochas que botas de esquí o, si vas a por todas, de piños dorado en las fauces. Diablos, no puedes ir vestido como el futuro hijo de Malú y Albert Rivera a un concierto de trap, ¿nos hemos vuelto locos o qué?
¡Mierda! Pido perdón y perdón, como los Chunguitos. Cuarta lección para el aspirante a urban de mediana edad: no emplear nunca el término trap. Porque el trap ya no es trap. Ahora es urban. Pero resulta que Rosalía también es urban. Y parece que Bad Bunny, Tijeritas y Víctor Lenore también. Urban es el demiurgo cultural del siglo XXI. Es complicado, pero si esta rata anticuada y reaccionaria que os habla ha conseguido encontrar la iluminación por la vía urban, tú también acabarás poniendo reggaeton mientras te cepillas los dientes.
Ojo, quinta y por hoy última lección para el aspirante a urban de mediana edad: el reggaeton no se toca. Por mucho que el pureta que llevas dentro grite y patalee cuando le muestres la portada de Balvin de Rockdelux, deja que sea el urban que llevas fuera quien se imponga. Muestra comprensión con el reggaeton (perdón por el pareado), porque vilipendiar el reggaeton, algo que todos hacíamos con una soltura ejemplar no hace ni 10 años, ahora es enterrarte en vida bajo un alud de acusaciones: clasista, señoro, pureta, pollavieja… Fuera hostilidad, oye, si quieres ser un bueen urban de mediana, te tragas el orgullo y asumes que el reggaeton es el nuevo hip-hop, el nuevo punk, el nuevo Big Mac y a vivir que son dos días.
Como urban de mediana edad consolidado, me hablas de brecha generacional y en la única brecha en la que pienso es la raja peluda del culo de The Weeknd. Me hablas de vinilos y yo te hablo de mixtapes. Me haces una foto y pongo los dedos como si padeciera la misma enfermedad que Stephen Hawking. Soy viejo, pero de la calle. Hago el giro de volante imaginario cuando bailo en el mismo club al que van los hijos de mis compañeros de trabajo. Entiendo a los chavales y lo celebro escribiendo esta mierda, intentando convencerme de que si hay gente que come berberechos con Cacaolat, un alianza entre madurez y trap es posible. Urban de mediana edad. Ahhh, empieza un viaje apasionante.