Como ya había preconizado el boca a boca durante las últimas semanas, el concierto del sábado de Trentemøller en la sala Apolo de Barcelona fue absolutamente apoteósico. El célebre DJ y compositor danés, que presenta su último trabajo acompañado por una banda de otros cuatro músicos instrumentales, está cosechando sold outs allá donde va gracias a un directo aplastante y rotundo que no deja espacio a la especulación. A la luz de Fixion, su nuevo álbum, y de su trayectoria más reciente, estaba claro que el motivo estilístico del concierto de anteanoche sería ese post-punk oscuro y afilado que viene practicando en sus últimas referencias, pero nadie dudaba que su ADN electrónico también acabaría manifestándose. Y vaya si lo hizo.
De ahí extrajo la gestión brillante de los tempos que nos permitió disfrutar a la vez de un live y de una fogosa sesión, y por eso acabó ejerciendo su dominio más absoluto sobre la pista de baile, valiéndose en varias ocasiones de martillazos de metralla y de post-punk. Porque aunque dicho género y su electrónica de origen se hallen a priori en universos estéticos más bien distantes, Trentemøller está sabiendo acercarlos y unirlos, utilizando la corrosiva munición de uno en la potente furia armamentística del otro. Letal por partida doble.
El público barcelonés vivió entregado el concierto en todo momento, desde esa intro fosca y gótica que fue November, cuyo bajo conductor nos abrió las puertas de lo impenetrable, hasta los desmadres rítmicos de Shades Of Marble –a las primeras de cambio–, Trails, Still On Fire, Moan, a modo de falso cierre, y Take Me Into Your Skin, a modo de verdadera clausura. En primer lugar porque toda la vertiente instrumental, post-punk y melódica de su nueva fórmula quedó plasmada con extraordinaria intensidad emocional por obra de lo que fue, a todas luces, una auténtica banda de rock, con su actitud correspondiente e incluso con vocalista –Marie Fisker– iluminada y todo. Sobre este planteamiento sonaron de maravilla y muy creíbles la nostálgica One Eye Open, una densa Never Fade y la suave acidez de Redefine, todas ellas en la primera media hora.
Pero a medida que avanzaba el concierto, y este fue el principal motivo de la incondicional entrega del respetable, las atmósferas sombrías fueron dejando paso al ritmo. No es que el danés prescindiera del leitmotiv post-punk ni de su vocalista, pero a partir del punto de inflexión stoner que fue Trails, hacia la mitad del repertorio, eclosionó una irrevocable voracidad rítmica que fue ya imparable. Con permiso de Complicated y de una Miss You llevada casi a terrenos del post-rock instrumental, la segunda parte del concierto de la Trentemøller band se volcó sobre la pista de baile. Ya fuera desde la visión de unas Savages edulcoradas –River in Me–, desde la vertiente más puramente electrónica de Vamp y ‘Moan’ o desde la mezcla perfecta entre ambas –Still On Fire y una Circuits con sabor a hierro.
A sus 44 años, podría decirse actualmente de Andreas Trentemøller que es un músico partido en dos mitades bien arrimadas. Dedicado por oficio a la electrónica de pista, con evidente éxito a nivel mundial desde hace años, se está volcando cada vez más hacia un pasado propio lleno de influencias completamente ajenas al universo electrónico, aplicándolas a lo que ha hecho siempre y reconciliándose con algo dentro de sí mismo. Exhalando, por consiguiente, una música nueva con mayor pureza y plenitud. Materializadas en mayor medida las referencias a Joy Division, The Cure o Blonde Redhead –además de su ciega admiración por los actuales Savages o The Soft Moon–, lo cierto es que el productor danés ha logrado coser sus dos mitades generando un discurso arrollador (igualmente) por partida doble. El sábado, sin ir más lejos, nos intercaló todo un concierto de post-punk mientras se marcaba una excelsa sesión de electrónica. ¿O fue al revés?
En la práctica el concierto, en su mitad melódica, acabó con Where the Shadows Fall –hola, Slowdive–, canción carente ya de toda tensión que también cierra el álbum que nos venía a presentar. Mientras que la mitad fiestera, esa que se fue imponiendo a medida que avanzaba la velada, concluyó con una Take Me Into Your Skin en la que cupieron desde el sabor metálico del post-punk a la sombra de 65daysofstatic, pasando por momentos de house y de electrónica simplemente exultante. Fueron los bises de un concierto rotundo que colmó con creces todas las expectativas. Y eso que eran muy altas.