Volodymir Gnatenko, productor ucraniano, ha tenido hasta el momento una carrera bastante breve (desde 2018) y local. Cuando Kalahari Oyster Cult decidió lanzar su debut, todavía no había sido invadido su país, pero su primer disco, parece conectar de forma mucho menos directa o explícita con el suceso bélico de lo que cabría esperar. O no. En la edición del LP ha cambiado ligeramente su nombre artístico -Vladimir antes-, para que sea como el de Zelenski y este “Rainalice” suena a una suerte de huida hacia adelante, de resistencia grave y etérea que se resiste a ser clasificada.
En el primer largo de Gnatenko, la mezcla de estilos y ambientes sonoros es compleja y evocadora. Con varios tracks de breaks lentos (“Vrede”, “Waar”), sintetizadores algo ácidos y capas suaves y sensitivas de pads reverberados, el trabajo, que arranca lento, va tomando progresiva y constantemente profundidad: movilidad de downtempo, melodías cercanas al trance (algo inevitable en Kalahari), la aventura de este “Rainalice” es micro y macrocósmica, una suerte de viaje interior que se desarrolla sin muchos sobresaltos pero con un sentido de la ambientación, del ritmo, la coherencia y el espacio sonoro que nos resultan admirables. Tracks más agresivos como “Swart Kat” pueden recordarnos a otros habituales del sello como Sansibar e incluso a sonidos igualmente oníricos a la par que propulsores de los breakbeats como Ilian Tape.
De hecho, el repique de ciertos hi hats y kicks como los de “Vergifnis” pueden llegar a transmitirnos una sensación más cerebral, experimental y desorientadora de lo que a primera oída podríamos esperar en este álbum. “Rainalice” se propone tocar muchos estilos, desde una perspectiva claramente europea (sin querer nosotros hacer con esto una declaración política) y juega con la posibilidad de unificar todo ello bajo una narrativa escapista, extraordinariamente personal pero flotante. Ese estilo ambient, nebuloso y reconfortante, atraviesa todo el LP, haciendo de su escucha una experiencia especialmente retributiva, atractiva e incluso alegre. El primer disco de Volodymyr Gnatenko suena como una forma de escapar. ¿Tiene la música que hacernos escapar, huir? De momento no hemos decidido dar una respuesta al respecto, pero al menos tiene que ofrecernos la posibilidad de pensar el mundo de una manera distinta. Y este disco crea su propio universo de una forma muy sugerente.