White Pèrill es un cúmulo de paradojas. Es Red Pèrill ironizando sobre la madurez a la vez que publica temas que evocan sus comienzos. Hablamos del año 2000 y Marc Mateu todavía ni siquiera ha empezado a tocar el piano y mucho menos a cantar o escribir letras. Juega a hacer música con un programa que se compra en El Corte Inglés llamado Tecno Maker XXL y durante doce años compone multitud de electrónica instrumental pero el drama le asola: pierde por dos veces todo lo que ha creado debido a que la obsolescencia programada hace que revienten primero un disco duro y después la placa base de una Roland MC 307, una Groovebox con la que hace algunos directos sólo con MIDI de los que se conservan algunas grabaciones de pésima calidad. Finalmente, y después de pasar también muchos años haciendo jazz y rock progresivo con la banda Albatros, en 2014 saca el primer disco de Red Pèrill donde se mezclan esa faceta progresiva-progresista y la de cantautor lisérgico, que es hacia donde termina yendo su carrera.
Durante el confinamiento, y en plena crisis de identidad pero no creativa, después de publicar tres álbumes, medita retirarse, cambiar de nombre, hacer sólo de productor o hacerse budista, pero las circunstancias lo llevan a acabar montando una banda (una agrupación de personas de diversa índole lisérgica) para llevar los directos de Red Pèrill a un punto más artístico, recuperando la ilusión.
Sigue teniendo, sin embargo, la necesidad de experimentar. Desde 2018 ha ido publicando EPs de ambient bastante heterodoxo bajo el nombre de Music To Do Things, y finalmente, este verano ha decidido materializar lo que había querido hacer hace muchos años, pero con mucho más bagaje y equipamiento: publicar música bailable pero con una vertiente psicoanalítica y ecléctica que le acerca a territorios por los que transitarían Jon Hopkins o Talabot si tuviesen sentido de humor. “Keep going, Whitey” es un excelente EP de tres canciones que bebe de la electrónica de baile más clásica (pero no obvia) con una vena psicodélica e incluso progresiva que lo hacen difícil de clasificar –en seco y también bajo os efectos expansivos de psicotrópicos-, donde aparte de muchos sintetizadores podemos encontrar monjes de Montserrat sampleados, guiños al fútbol de los 90 (“Gol en las Gaunas”), momentos de nu-jazz electrónico y atmósferas post-rock bajo el paraguas de un título que parece que hable al pequeño hombrecito de la portada (el propio Marc Mateu conduciendo un kart) para decirle: “no pares, deja atrás los miedos y los lamentos, deja Igualada -una de las ciudades más frías y lúgubres de Catalunya-: ahora esto cobra sentido, no pares”. Un excelente disco que merece una atenta escucha.