Cuando me pidieron cubrir el Salón Erótico de Barcelona, encuentro que este año celebraba su vigésimo novena edición, acepté sin dudarlo. Nunca había acudido al Salón Erótico y este año parecía el idóneo, no sólo por estar comisariado por mujeres, algo que ya había ocurrido en ediciones anteriores, sino también por saciar mi curiosidad acerca de cómo se aborda el erotismo y el sexo en este tipo de encuentros donde, cualquier idea preconcebida, suele ser errónea y equívoca.
Con la mentalidad de una niña que descubre el mundo por primera vez, acudí al Pabellón Olímpico de la Vall d’Hebron, enclave en el que tuvieron lugar las cuatro jornadas del Salón Erótico (del 16 al 19 de junio, sí justo coincide con Sónar, el mastodóntico festival musical de la ciudad condal, pero era una cosa u otra y opté por los “dos rombos”).
El calor y la humedad eran constantes y se hacían presentes a cada minuto, más dentro que fuera del enorme pabellón barcelonés. Y es que es difícil no sentir excitación cuando una se introduce en el mundo del erotismo y el sexo, algo tan natural como la vida misma, de hecho, el origen de la vida, pero que es tan desconocido para la mayoría que provoca inquietud, dudas y mucha curiosidad (algo innato al ser humano, como lo es el placer en toda su diversidad).
No os voy a negar que en un principio pensaba que iba a encontrarme rodeada de los típicos “pajilleros” que sólo se arriman a este tipo de eventos a “pillar cacho” o, al menos, intentarlo. Nada más lejos de la realidad. Para mi sorpresa, el público asistente era de lo más educado y respetuoso, especialmente con los “performers” que allí hacían sus shows, e incluso con los que tenían sexo real y en vivo en la carpa ubicada fuera del pabellón, junto a la zona de avituallamiento alimenticio y líquido (espacio que me recordó muchísimo al de los puestos de comida del Agra del Wave Gotik Treffen – sí, había bastante gente “dark” deambulando por el Salón, seguramente por nuestra abierta simpatía con el BDSM y prácticas erótico-festivas del estilo – ).
Entre las novedades de la vigésimo novena edición del Salón Erótico de Barcelona destaca, sin duda alguna, el amplio espacio dedicado a realzar el erotismo en el arte o el arte erótico, como lo queráis enfocar. El caso es que éste fue uno de los detalles que más satisfacción me causó al visitar este encuentro dedicado al placer y al sexo. Ver que la organización había priorizado dar valor a lienzos como los de Saúl Coronam, obras de impresionante belleza y tamaño, fotografías de diversos autores, instalaciones y representaciones artísticas como lo es el tatuaje, me llenó de absoluto gozo.
Así mismo, destacó en el Salón Erótico la creación de un espacio de realidad virtual, un ciclo de cine sobre la sexualidad y los talleres formativos que se impartieron durante las cuatro jornadas del consolidado encuentro, una vez más comisariado por mujeres (quizás ahí esté el quid de la cuestión y por ende que se intente alimentar no sólo la educación sexual, sino también dar espacio al séptimo arte).
Lo mismo sucede con las proyecciones pornográficas, reservadas para su visionado en espacios íntimos y las cuales ofrecían una mirada inclusiva para reivindicar la normalización de la diversidad de cuerpos y la variedad de géneros y formas de vivir la sexualidad. Y es que este Salón Erótico es especialmente inclusivo, sí, ya que no sólo con sus actividades se ponía de manifiesto lanzar ese claro mensaje, sino que también la presencia de performes no gender, trans y demás opciones identitarias era tan manifiesta como palpable.
He de poner en valor, de igual modo, proyectos que se presentaron en el pabellón del Vall D’Hebron como Gencosmic, propuesta que propone la creación de obras de arte singulares y únicas, a partir de la reproducción de la zona genital, ya sea en escayola, bronce o silicona (ésta última con clara vocación educacional, ya que está enfocada a la formación de nuestros adoslescentes) para ampliar los conocimientos acerca de nuestro cuerpo y entender la multiplicidad de formas existentes, es decir “all vaginas/penis are beautiful” (y así es).
Si hablamos de inclusividad hay que destacar los 5 carteles promocionales del Salón Erótico que este año han sido realizados por la diseñadora Marina Salazar, artista que está detrás del icónico pecho creado para la actuación de la cantante barcelonesa Rigoberta Bandini, en la pasada edición del Benidorm Fest. Marina juega en dichos carteles a transmitir, a través de la reinterpretación de figuras de la mitolgia griega, la inclusividad y la diversidad corporal en el erotismo, siendo la reproducción del famosísimo David de Miguel Ángel el protagonista absoluto del Salón, figura que formaba parte indispensable del photocall, o una figura de una enorme virgen redecorada con unos seductores corset, medias y ligeros en neón.
La literatura erótica también estaba más que presente, especialmente con la presencia de Irina Vega, reconocidísima directora de porno indie y escritora, absoluta precursora del porno independiente y alternativo en España, cuya relevancia en la industria del porno es tal que puede presumir de haber obtenido diversas nominaciones y premios en festivales eróticos (Mejor Sitio Web, Mejor editora, Mejor escena del año, etc. en Galaxy Awards, Ninfa Awards y AltPorn Awards).
Irina estuvo firmando ejemplares de sus dos novelas “Dame Más” y “No pares”, atendiendo a sus fans con inmenso cariño y demostrando, una vez más, que la industria del porno no es lo que la mayoría de la gente conoce, sino que siempre se puede ir un paso más allá, apostando por el porno ético y feminista.
Como es habitual en todas las ediciones del encuentro erótico, el festival acoge todo tipo de placeres y el bondage o el shibari (disciplinas de las que ya hablé brevemente en un artículo sobre iniciarnos en el BDSM), tenían su reconocido espacio y lugar, así como las performances de dominación y sumisión que tenían lugar en un escenario especial dedicado a tal menester. Del otro lado, una zona dedicada al sexo tántrico, una técnica sexual milenaria, también tenía su puesto en el XIX Salón Erótico.
Burlesque, sexo en vivo, realidad virtual… los visitantes al Salón pudimos disfrutar de innumerables shows en vivo, sí, pero cabe destacar especialmente el que ofrecieron Silvia Rubí y Anneke Necro. Anneke es una actriz y directora creativa de pornografía de Barcelona especialmente conocida por divulgar activismo sobre el sex work y el feminismo. Silvia, imagen del Salón Erótico en sus múltiples ediciones y campañas, es una de las representantes de un nuevo concepto de porno, tanto en cine como en sus espectáculos, un lugar donde la mujer tiene un papel dominante indispensable.
Ambas, vestidas de látex líquido, bailaron sobre el escenario principal mientras con tiza se escribían mensajes mutuamente. “Puta”, “Sucia”, “Mala madre”, “Guarra”… todas esas lindezas a las que están acostumbradas las trabajadoras sexuales y que forman parte, lamentablemente normalizada, del sistema patriarcal en el que vivimos.
La sutileza y seducción con la que escribían esos mensajes, a ritmo de electro implacable, se tornó en fuerza cuando tras llenar su cuerpo de ellos, ambas, la una a la otra, comenzaron a destrozar sus trajes de látex, rompiendo todas esas palabras en pedazos, lanzando a los presentes la idea reivindicativa y acertadísima que resonó en mi y en todos los presentes: “Sex Work is Work”. Sí amigos, el trabajo sexual es trabajo y así ha de ser considerado por todos y esto es parte del mensaje que también se lleva a cabo desde productoras independientes que se alejan millas del contenido que nutre las llamadas “tubes” (Pornhub y toda esa amalgama de webs chungas).
El porno puede y debe ser “bonito”, puede y debe ser “ético” y puede y debe formar parte de nuestras vidas, de cada día, porque el sexo es parte de nosotros, de todos y no podemos mirar hacia otro lado, ni negarlo ni quitarle valor. Os invito a reflexionar sobre ello y os emplazo a retomar el tema en muy poco tiempo. Mientras tanto espero hayáis disfrutado de mi crónica del XIX Salón Erótico y que os haya picado la curiosidad tanto como para acudir a la próxima edición.