El aire es el elemento central del tercer álbum en solitario de Antonina Nowacka, “Sylphine Soporifera”.
El título nombra una especie imaginaria y la tierra que habita, inspirado en el paisaje desértico irreal de Paracas y las ondulantes colinas sin árboles de las Hébridas Exteriores, y proviene de los escritos de Rudolf Steiner, quien describe a las criaturas llamadas sílfides como los espíritus del aire, y de la palabra latina sopor, que significa sueño profundo.
Como en todos sus lanzamientos, la voz sobrenatural de Nowacka surge como si viniera de más allá del velo, a la vez inquietante, extraña y absolutamente fascinante. “La voz es el instrumento más hermoso y resonante“, dice. “Cuando canto, siento que creo un campo entre mí y el aire frente a mí“, explica. “No es solo que esté cantando, algo está sucediendo en el espacio frente a mí y me fusiono con esa esfera“.
Ella evoca y se inspira en entornos abiertos y paisajes infinitos: lugares llenos de luz y aire, manifestados aquí en el sonido de ocarinas de Budrio en Italia, silbatos de México, simples flautas de bambú de Nepal, junto a cítaras trémulas, sonidos hawaianos sintéticos de un órgano vintage y los extraños preajustes de instrumentos de viento de un sintetizador de los 90.