Consideraciones en torno al engranaje monetario en el que se ha convertido la influencer culture en Instagram.
A estas alturas sabremos todos ya que si facebook es el forocoches de nuestras tías y twitter el tinder de los entendiditos, instagram es el linkedin de las divas, traperas y neofolkóricas. Sirve de book, de currículum y de camello de la validación. De hecho, la red social ya ha servido de lanzadera para algunas de las modelos mejor pagadas actualmente, como Alexis Ren con trece millones de seguidores, o Emily Ratajkowski, con casi veintitrés. Ahí vimos despegar a nuestra Nathy entre bailoteo y bailoteo y puede que hasta algunos recuerden los vídeos de Cardi B y sus anécdotas de stripper, antes de ponerse a rapear. “A hoe never gets cold”, la voz de una generación. Parece que Instagram ya ha desbancado las revistas de moda y cualquier día nos mata a Anna Wintour de un susto. Instagram nos llevó la tendencia de los biker pants, el highlighter, las uñas de gel y por venir está básicamente cualquier cosa que de para like.
Por suerte, algunas marcas se han actualizado y han visto el potencial del timeline y sus reinas para seguir convenciéndonos de gastar nuestros tres (3) dineros en aun más ropa, a menudo de usar y tirar. El pasado verano nos tragamos todos las Adidas Falcon de la mano (o el pie) de Kylie Jenner. Cada x tiempo H&M nos regala una colaboración con el high fashion para que los pobres podamos posear en internet un poco también, y lo vemos estos días con las nuevas colecciones de Rosalía con Pull and Bear y la reciente colaboración de Nathy Peluso con Bershka On Stage. Aun enfrentándose al gigante de Inditex hay una marca que lo supera en números y estrategia y esa es Fashion Nova, la tienda online madre de la estética insta baddie. que lleva marcando las tendencias desde 2015. El año pasado se coronó como la marca más googleada gracias al apoyo constante y un poco shady de celebrities con mucha presencia en instagram como Cardi B o Kylie Jenner, y en solo un dia facturó más de un millón de dólares con la nueva colaboración con Cardi.
No es nada nuevo en el mundo influencer que las marcas envíen sus productos con la esperanza de ser promocionados en stories, posts o vídeos, pero se comenta que algunas de las más famosas hasta son pagadas por foto posando con la ropa de la marca. El creador de Fashion Nova, Richard Saghian, ha comentado varias veces que una foto de Kylie Jenner con un vestido suyo puede significar 50.000 dólares en ganancias. Aun contar con la ayuda de las influencers, se puede decir que la marca misma se ha convertido en instafamous: su página cuenta actualmente con 15,6 millones de seguidores y potenciales compradores, y la clave está en como utiliza las redes sociales como paso esencial para su proceso de venta. Además de subir fotos de sus modelos como se haría en cualquier catálogo, la marca ha popularizado un hashtag para etiquetar tus fotos luciendo su ropa con la promesa de promocionar tu cuenta a los ojos de sus infinitos seguidores.
Con solo un vistazo a sus posts cualquiera lo dejaría todo para convertirse en #NovaBabe, la verdad. Las babes están siempre bajo la luz de la hora dorada en California, brillando con highlighter, con todo el tiempo y el dinero del mundo para ir al gym o a por un shot de ácido hialurónico en los morros. Se trata de un look muy característico: curvas, extensiones, cejas on fleek y orígen étnico ambiguo, cosa que ha llevado a problemáticas recientes como el “blackfishing” o la apropiación estética. La mayoría de las modelos que la marca elige para representar su estética son lo que en Estados Unidos se categoriza como “mixed race”, o básicamente lo que Kylie Jenner ha comprado a golpe de jeringa y bronceador.
“Blackfishing” es como se conoce a lo que se categoriza como neoblackface, o cómo exotizar tus facciones caucásicas aun manteniendo todo el privilegio. De hecho, últimamente se ha acusado a celebrities o instamodels como Ariana Grande o Emma Hallberg de disfrazarse de lo que de toda la vida se había considerado hood, ratchet o inferior en relación a la cultura afroamericana para conseguir una estética que ahora está de moda. No solo en el uso de accesorios como pendientes o uñas sino hasta cambiando a tres o cuatro tonos de piel más oscuros, aumentando sus labios y estructura facial. La estética baddie tiene origen en los hoods del Bronx y Harlem, en la California más latina y los dancehalls de Jamaica. Baddie de badass. Baddie de bad bitch. La baddie es la versión malota de la girl next door. Mezcla lo urban con el glam más elegante y busca una sensualidad totalmente consciente. Emana confianza y poder. Es la imagen de la emancipación y el empoderamiento de la influencer, que sean cuales sean sus orígenes, ahora se paga sus facturas con contratos con slimtea o sugarbear hair, que vienen a ser poco más que laxante y caramelitos homeopáticos llenos de promesas y azúcar.
Una buena representación de esta clase de vida y estética son nuestras Little Women contemporáneas, las vedettes de klan Kardashian-Jenner. Además de empezar tendencias y colaborar a menudo con toda compañía que pueda pagar, múltiples veces se ha acusado a Kylie Jenner o Kim Kardashian de querer apropiarse de la estética asociada con los hoods afroamericanos. Por otro lado, Kim Kardashian especialmente ha estado altamente involucrada con la marca Fashion Nova hasta el punto de protagonizar un escándalo más en la colección de Engaños de Influencers de la que otro día hablaremos. A menudo se ha definido el estilo de la marca como “kardashianiano” (naino naino) y no se puede negar que algunos diseños imitan piezas de la colección de Yeezy.
Aun así, hace unos meses, la cuenta de Instagram Diet Prada señaló como la marca Fashion Nova y la marca Missguided sacaban a la venta diseños de imitación de vestidos de alta costura vintage con los que Kiki se dejaba fotografiar, con solo unos días de diferencia. Kim salía con un Mugler y en dos días Fashion Nova te vendía su versión por 49,90$. Sabemos que la fast fashion es rápida, pero es imposible que no hubiese algo de coordinación con tan poco tiempo en medio. Además, la imagen que aparecía en el catálogo de la tienda, tenia por nombre “Kim’s dress”, levantando aún más sospechas. ¿Podría ser que Kim filtrase a la tienda online qué tratos tiene con las grandes marcas, los modelos que se iba a poner y en qué día, y hasta los patrones del vestido para que lo pudieran reproducir con medios low cost y, seguramente, todos los conflictos éticos que implica este tipo de producción textil? Ella lo ha negado todo, pero, amigas, los receipts están ahí, y eso sería solo un pequeño ejemplo del engranaje monetario en el que se ha convertido la influencer culture en Instagram.