Un gran trabajo que suena muy bien, con ecos de los ochenta pero con una puesta en escena en lo sonoro de electrónica contemporánea.
A medida que Berlín iba despertando de su letargo posterior a la COVID-19, Al Pagoda y Airaboi se metieron en el estudio con la intención de producir una serie de tracks regidos por la espontaneidad: “Cada sesión se limitó al número de pistas disponibles en la mesa de mezclas“, explica Pagoda. “Grabamos principalmente las primeras tomas, con una postproducción mínima. Queríamos capturar la energía del momento“.
Hay una sensación de plenitud en “Satin Sun”, el track que abre “Bala” y que captura el espíritu de una época llena de promesas; “Por primera vez en mucho tiempo”, recuerda Airaboi, “la vida en la ciudad fue emocionante”.
Pero esto no duraría. “Las cosas se pusieron raras rápidamente”, recuerda. “Algunas personas llenaban las pistas de baile, otras huían de la guerra, amigos y seres queridos entre ellos”. El álbum, grabado en orden cronológico, registra este giro repentino: “Calipso”, con el artista Low Bat, pinta una imagen de lo inconcebible, con sus matices sintéticos y voces inquietantes. Este contraste es profundo a lo largo de la totalidad del álbum. Bala es la encapsulación de este tiempo en particular.
Un gran trabajo que suena muy bien, con ecos de los ochenta pero con una puesta en escena en lo sonoro de electrónica contemporánea.
