Amor a primer Electroshock, el eterno romance entre Laurent Garnier y la electrónica

En Beatburguer ya nos hemos sumergido en la reedición expandida de las aclamadas memorias de Monsieur Garnier, un sorprendente derroche de frescura y sensatez.

 

Decía el escritor Franz Kafka que, la literatura es siempre una expedición a la verdad. Y creo fehacientemente que estaba en lo cierto, más aún con obras como la del Monsieur Laurent Garnier y su reedición de Electroshock. El libro inicialmente publicado en 2003 y que regresó en castellano, con una vitalidad patente en cada hoja de esos 8 nuevos capítulos, el pasado 20 de noviembre, gracias a la editorial valenciana Barlin, quien aparte de permitirnos leer en primicia lo que podría considerarse una biblia de la electrónica, ha hecho un trabajo increíble en tema de traducción.

Fueron muchos los que inicialmente criticaron al francés Laurent Garnier hace ya 15 años, cuando decidió junto a David Brun-Lambert, escritor y periodista -también conocido por dar vida a la biografía de Nina Simone- embarcarse en la aventura de recrear no solo su historia hasta dicho momento, sino de cincelar la historia de la electrónica a través de su propia existencia. Parecía una ardua tarea, que sin duda lo fue, lo que no se imaginaban era el éxito que acarreó, un éxito que traspasó fronteras y que una década después decidieron retomar para envolverlo en contemporaneidad, pero, sobre todo, inyectarle veracidad por doquier, algo que no escaseó en esa primera edición.

El primer cardiograma, las venas de un joven Garnier

Electroshock es de esos libros que te cautivan el alma y que lo hacen con una franqueza y una cercanía pasmosa, desde la primera palabra hasta la última coma. Escrito desde el cariño y la seriedad, Laurent Garnier nos abre los entresijos de su trayectoria, de una manera exhaustiva, pero también colorida e inteligente. Con un léxico rico y elocuente, que no se vende a lo coloquial y que nada deja que desear, así como una estética cuanto menos atractiva, repleta de dibujos y creatividad en todas sus vertientes, que recubren a lo largo de 400 páginas no solo la vida de una leyenda, sino la realidad que aconteció y aún perdura en el mundo del clubbing.

Desde que se enamoró del house durante la primavera de 1987 en un set de Mike Pickering, gracias al tema Love can’t turn around, en el famoso club de Manchester: The Haçienda, y donde debutó un miércoles con su fiesta Zumbar y de nombre DJ Pedro mientras era lacayo en la embajada francesa. Hasta la primera vez que visitó Detroit y conoció a los creadores del techno, pasando por el nacimiento de eventos tan característicos e importantes como la Love Parade o el Mayday para la escena, tanto alemana como internacional; Garnier te habla desde el corazón y con todo lujo de detalles. Pues no desea dejarse nada en el tintero y por eso es franco, te enseña ambas caras de la moneda, el subidón y la resaca de todo cuanto le ha hecho ser quien es. Pero no solo a él, lejos de parecer pretencioso o narcisista, dedica extensas páginas a contextualizar, como si de un trabajo de investigación se tratase, cada etapa que vislumbró la música de baile en los diferentes puntos del globo en los que germinó. Pero también, a ensalzar la carrera de amigos y compañeros como Jeff Mills o Sven Väth, entre otros.

Te cuenta, sin tapujos, el momento en que su vida cambió y que es además cuando probó por primera vez las anfetas en el Mud Club de Londres, algo que le marcó de manera inigualable: ‘’Me di cuenta de que el DJ contaba una historia, y que su narración prescindía de las palabras para depositar todo su sentido en el largo desarrollo del ritmo y del enlazado de las melodías. (…) Fue allí donde entendí que quería actuar para un público, ver las luces envolver el cuerpo de la gente, sentir cómo algo en el aire iba cambiando lentamente hasta completarse un proceso, hasta llegar a esa explosión de alegría, que solo la música, sin obstáculos, puede llegar a generar.’’

A partir de ahí hace un recorrido excepcional y minucioso de cuanto compuso su ser y el ambiente que le alimentaba, como, por ejemplo: cuando se aplicó la Criminal Justice Bill en Inglaterra, o de cómo se pasó del jackin –baile asociado al acid-house y de origen afroamericano– a simplemente bailar con los brazos en alto gritando como poseos debido al éxtasis en el Primer Verano del Amor, en 1988. De sus primeros bolos en América donde en uno de ellos le timaron, como también del cambio radical que dio la escena con la comercialización y el mercantilismo del movimiento, lo cual hizo que los DJs viesen reducida su jornada, pero incrementado su sueldo.

No obstante, no solo te habla de electrónica, nada que ver. Pues, de hecho, para entender esta bien hay que saber que bebe de otros géneros, a los que el francés guarda un gran respeto y amor como el Jazz, el hip-hop o el rock. Y es que, ‘’Las fronteras entre los géneros comenzaban cada vez a hacerse más difusas, y durante sus sesiones incluso el público más contrario a la música house se abría las orejas.’’ El libro, de principio a fin, está envuelto en este arte. De hecho y a lo largo del mismo, en los bordes de las páginas, puedes encontrar playlists acordes con la página o el capítulo, para que puedas aún más meterte de lleno en la historia.

 

And…The party goes on; segundas partes con Garnier siempre fueron buenas

Así da comienzo Garnier a esta segunda parte, con la continuación de la fiesta, concretamente, la de uno de los momentos clave en su etapa profesional, aquel 26 de octubre de 2012 en Le Rex, cuando celebró los 25 años a los platos.

En esta segunda parte un tono mucho más crítico, severo e incluso lúgubre por momentos infunde cada hoja, y donde, nuevamente, a través de su vida, contextualiza los cambios que ha experimentado la industria de la música electrónica. Algo que va mucho más allá del simple, aunque complejo hecho de pasar de los vinilos y el cassette, a la música en mp3 y los portales de libre descarga que tanto daño hicieron a las tiendas de discos, pero también, al concepto de DJ. O si quiera, de cómo afectó la llegada del EDM y su sin sentido técnico y artístico, al que dedica largos párrafos y no precisamente de elogio, dejando constancia con nombres y apellidos de los culpables que han hecho de una bella profesión, el más burdo de los espectáculos, algunos como Hardwell, Benny Benassi o Dada Life. No obstante, aquí, por ejemplo, hace una excepción y mención especial cuando habla de su gran amigo David Guetta, con el que obviamente no comparte la misma música a la hora de tomar los mandos de una cabina, pero con quien, sin duda, compartió grandes vivencias, y al que admira sobremanera por todo lo que ha conseguido. Es por ello que estuvo en la presentación del libro, allá por 2003. Algo que a muchos extrañó, pero que cuando uno se lee Electroshock lo comprende todo.

En estos 8 nuevos capítulos se puede palpar, como si de una conversación face to face con el propio Garnier se tratase, la pesadumbre que le acompañó en ciertos momentos de su vida, donde continuamente se replanteaba que estaba haciendo. Esos años, tras haber cosechado una indudable aceptación y un nombre gracias a tracks tan famosos como Crispy Bacon o The Cloud Making Machine, en los que dejó un poco de lado el pinchar temas o el producirlos porque no le llenaba como antes, pero que eso le abrió las puertas a proyectos igualmente interesantes como hacer música para ballet con Angelin Preljocaj o tocar en la sala Pleyel, donde actuaron artistas de la talla de Ray Charles o Louis Amstrong, para un público, además, sentado.

Sin embargo, él lo seguía teniendo claro: Antes que de dinero, prefiero que me hablen de música. Y es por ello que volvió a retomar las riendas de su vida, a intentar adaptarse a las nuevas generaciones que viven con el móvil pegado a la mano, incluso cuando están festejando. Y te lo cuenta con anécdotas de todo tipo, algunas más llamativas que otras, como aquella cuando cerró el Yellow, su casa nipona, su club favorito de Japón durante 48h seguidas, mano a mano con François Kevorkian, quien le ayudó inmensamente a recuperar la fé y las ganas de volver a la carga y al que, por supuesto, también dedica unas cuantas páginas.

Como también al colectivo Underground Resistance, con quienes a modo de protesta por la programación tan paupérrima y vendida a los índices de audiencia que hacía la emisora de radio Nova, en la que tuvo su propio programa antes de fundar su propia radio –PBB– la tomó por banda para encerrarse en el estudio de la misma y dar rienda suelta con estos a horas de buena música. Dejándonos ver, que su espíritu rebelde y carismático aún le seguía acompañando. Pero si hemos de hablar de espíritu revolucionario nada como los capítulos que dedica a hablarte sobre festivales como el KaZantip, el Nuit Sonores o el Time Warp, al que considera uno de los mejores eventos de este siglo. Pero también deja espacio para hablar sobre Berlín y EL club: Berghain, el cual te desgrana con particularidad.

Y es que, ya lo dijo Amos Bronson: “Un buen libro es aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”. Así que no dudes en leerlo, y no una vez sino dos o quizá tres, para empaparte con todo detalle y sumergirte con todas las ganas, en el flamante mundo de los bpms. Te aseguro que será una excursión cronológica que no olvidarás. Pues, sin duda, la riqueza de este libro no viene dada por la relevancia que aguarda la figura de Laurent Garnier como tal, sino por la manera que tiene de llevarte de viaje, sin siquiera moverte del sitio, a través de los acontecimientos más relevantes de su persona y que de uno u otro modo, están estrechamente relacionados con la de esta subcultura. Todo ello con una frescura y una sensatez intachable.

Sorprendente a partes iguales.