Patrones rítmicos, lengua y cultura: cómo el idioma que hablamos nos acerca a temas como “Filet Mignon” de La Zowi aunque no tengamos ni para nuggets.
Que la música es cultura, ya lo sabemos. Que el reggaetón es cultura, ya lo planteamos aquí. Pero, ¿qué hay de cultural en nuestras músicas? Más allá de folklores, armonías y escalas, la música no solo ha sido un lenguaje en si mismo sino que históricamente se ha utilizado para enfatizar y profundizar nuestro lenguaje hablado. Desde las tragedias en la antigua Grecia al hip-hop. De las óperas de Monteverdi al trap. La música siempre ha existido para contar una historia, pero puede ser que la manera en que contamos nuestras historias haya estado marcando las tendencias musicales de cada momento y lugar. Por qué nos engancha el rap, por qué nos hipnotiza La Zowi, ¿nunca te has preguntado con qué lo dan todo los guiris, si en sus salas no suena La Gasolina?
Hay estudios que demuestran que, mucho antes que aprendamos un idioma, nuestros cerebros aprenden a identificar los patrones rítmicos de este mismo. Al fin y al cabo, los lenguajes no son más que grupos de sonidos formando patrones. Como escribir es ir juntando letras, lista. Pero resulta que los patrones que tenemos más asimilados por hablarlos nos pueden llegar a influir al crear música, aunque sea instrumental, al igual que pueden condicionar la reacción del público ante esta. Ese fenómeno se puede ver muy claramente en los orígenes del reggaetón, que, como ya explicamos, tienen lugar en las pistas de dancehall y reggae panameño en el Puerto Rico de los ochenta.
En ellas, los djs cogían el micrófono para amenizar la velada y animar un poco la sala por encima de los beats jamaicanos, entre tema y tema, soltando palabras un poco sin sentido, por su valor fónico. Creando un discurso rítmico que jugase con la base. “Da-le, to-ma, da-le”. Las palabras son ritmo y el ritmo palabras. El ritmo identitario del género es la corchera con punto, semicorchera y dos corcheras. Tún-da pa-pa, para entendernos. Si lo invertimos, empezando por la semicorchera, la cortita, nos queda un motivo rítmico que justamente recuerda al hablar hispánico, donde se agrupan los sonidos en tres sílabas acentuando la del medio. Un ejemplo clarísimo: el tema Mi Gente de J. Balvin. El título, Mi Gente, que se repite en todo el tema, es en sí mismo un amfíbraco, una agrupación de tres partes donde la fuerte es la del medio. Mi-GEN-Te.
En la música no melódica, rap, trap, hip-hop y demás, los artistas se expresan no solamente a través de sus letras, sino en la acentuación de estas. Hay muchas maneras de recitar un mismo verso. A lo metralleta o arrastrado. A dos o a tres. Estable o combinado. Si escuchamos el nuevo tema de La Zowi, Filet Mignon, podemos ver cómo ella canta como en hip-hop lo llamarían a “triplets”, atresillado. Agrupa las sílabas de tres en tres, consiguiendo esa entonación arrastrada, chula, de calle. “Tengo de to, doy gracias a Dios”, tresillo y negra, tresillo y negra. Uno dos tres, uno. Uno dos tres, uno.
En su tema bandera de la nueva mixtape, Elite, La Zowi nos pinta una fantasía de poder enumerando lo que tiene y todo lo que puede hacer, literalmente en el verso y también moviendo las sílabas para atrás, en el tresillo. La Zowi toma el espacio entre beats y lo transforma de ritmo. Otro ejemplo: en Estoy Un Poco Mejor, Pimp Flaco también agrupa sus versos de tres sílabas en tres sílabas. “Quieres ser yo, eso se ve, soy tu meta”. Uno dos tres, uno dos tres, uno dos, con el último tres cortado. Ambos temas parten de la actitud del “flex”, de reclamar su trono y mostrar lo que tienen, cosa que el arrastrar del tresillo acompaña.
Musicalmente, las bases del trap tienen el doble de espacio entre beats que en otros géneros, dejan espacio para jugar y experimentar rítmicamente con las letras, creando tresillos, contratiempos y síncopes. Hay quien define el trap como un hip-hop con la mitad de “snares” o beats. Un hip-hop más lento, con más espacio. En el mundo del hip-hop, a este estilo del tresillo se le ha llamado “Migos Style” por el impacto que tuvo a través del tema Versace de Migos, que lo usan en casi todas sus canciones. Pero, obviamente, ni Migos ni nadie inventaron el hablar atresillado, y se han apuntado raperos como Lord Infamous o Notorious B.I.G. como algunos de primeros en registrar en sus temas este estilo entre los 80 y 90s. Es un recurso, seguramente ligado a un acento más de calle, sureño mezclado, que busca sonar de vuelta de todo, ampliando vocales y arrastrando consonantes.
Al otro lado del compás, MLTIN de Yung Beef con Vita Valaguer y OldPurp, en cambio, tiene sus versos estructurados de forma binaria, a lo metralleta. Uno dos, uno dos, uno dos tres cuatros. Eso consigue un sonido mucho más agresivo, personal y directo, casi de pelea de gallos. Estudiosos del lenguaje han indicado que cada lengua tiene ritmos diferentes dependiendo de la cantidad de sonidos consonantes y sonidos vocales o débiles, y la frecuencia de esos. El inglés o el alemán tienen muchos más sonidos consonantes que el español, por ejemplo. Y seguramente sea por eso que géneros musicales como el reggaetón o el trap, basados en rítmicas con valores más largos y menos downbeats o golpes seguidos, han cuajado en la oreja mainstream de manera mucho más fácil y global que todas las décadas de construcción de una escena española de rap y hip-hop.