La película de Ari Aster, que se estrena mañana en cines, se ha convertido en un fulgurante fenómeno entre los fans del cine de género, cuyo retorcido y cruel universo contiene unas imágenes shock que te perseguirán para siempre.
Es un hecho: las mejores películas de terror de los últimos años están producidas por compañías independientes. Y no solo eso, ya que también tienen una estética y ética indie y han pasado por Sundance, el gran escaparate del cine independiente. Sí, la última revolución en el cine indie es el terror. Y lo mismo se puede decir a la inversa: la gran revolución del terror del nuevo milenio es abrazar códigos argumentales y visuales del cine indie o en su defecto de autor.
Hereditary, que se estrena ahora en nuestro país, es la última prueba. El filme dirigido por el debutante Ari Aster, un híbrido entre tragedia familiar y terror atávico del que cala hasta los huesos y que podría gustar tanto a Ingmar Bergman como a Todd Solondz, supone la cima de esa revolución. La película, levantada por tres pequeñas productoras y distribuida por A24 (casa también de Lady Bird y The Florida Project, dos dramas y hits indies clásicos), eleva el género del horror a unas cotas de elegancia macabra y de sofisticación enfermiza, tanto en la puesta en escena como en términos emocionales, que la conecta directamente con los grandes clásicos del terror facturados por autores; obras maestras como La semilla del diablo, El exorcista o Amenaza en la sombra.
El debut de Aster equilibra su intensidad con unos toques de humor negrísimo que congelan la sonrisa. Y plantea un teatro de marionetas humanas castigador –aquí hay una bola de nieve de desgracias que raya el sadismo-, que acaba resultando emocionalmente tan o más real que la vida misma. Y es que, si consigues entrar en su retorcido universo –no se trata de una película fácil-, es probable que su crueldad y sus imágenes shock te persigan para siempre.
Los últimos veinte minutos de Hereditary, una clase maestra de puro terror construida gracias al pathos previo de los personajes y a una atmosfera y planificación cuidadas al detalle sin golpes de efecto vulgares, son una pesadilla, un mal de ojo y una maldición gitana filmadas. Es Ari Aster creando celuloide maldito.
Hereditary hace por el terror indie lo que hizo por el horror mainstream El resplandor de Kubrick: llevar el género a un nivel de exigencia altísimo, al romper moldes y al crear un nuevo paradigma a emular o a superar. Y es ahí donde radica la gran importancia de esta revolución: el cine de terror, salvo contadas excepciones -una sería La cura del bienestar de Gore Verbinski- está encontrando sus nuevas formas, sus nuevos contenidos y, en definitiva, sus nuevas metáforas, dentro de un envoltorio indie.
Años ha, Roman Polanski, William Friedkin o Nicolas Roeg podían reinventar el género desde los grandes presupuestos y con repartos repletos de estrellas. Pero ahora es todo lo contrario: el género crece gracias a películas pequeñas dirigidas por directores debutantes -o casi- y con actores y actrices de carácter o desconocidos.
Los más viejos del lugar recordarán que los tres títulos que inventaron el terror moderno vinieron del cine underground y por tanto independiente: La noche de los muertos vivientes, La última casa a la izquierda y La matanza de Texas. Ahora bien, desde finales de los sesenta y principios de los setenta, no se había repetido una ebullición similar. Se podría hablar de hasta un retorno a los orígenes, a esa época donde el cine de horror de presupuestos ajustados o bajos estaba a la vanguardia.
Hagamos un repaso rápido a los últimos hits del miedo que tuvieron un primer pase en Sundance: Babadook (2014) cogía la forma de un cuento de hadas gótico para hablar de la depresión y de los miedos de una madre viuda; It Follows (2014) reescribía el terror juvenil con una telúrica historia sobre el fin de la inocencia que unía a John Carpenter con el j-horror; La bruja (2016) era un alegato feminista, crudo y visceral, con nigromantes que despellejaban a bebés, ambientado en la Nueva Inglaterra de 1630; y Déjame salir (2017) la mejor alegoría racial en clave de horror desde La noche de los muertos vivientes.
Las razones por las cuales el terror más relevante de la actualidad viene del indie hay que buscarlas en algunas señas identidad de esa escena cinematográfica: presupuestos reducidos que permiten menos pérdidas económicas y, por lo tanto, más riesgos artísticos (en los grandes estudios no se permiten los experimentos), y una cantera de cineastas noveles con talento y con ganas de darse a conocer (el cine de terror a veces es la antesala a las grandes ligas. Buenos ejemplos de eso son Sam Raimi, Peter Jackson o James Wan), que utilizan el género para enriquecerlo con metáforas.
Ahora bien, si algo une a Badadook, It Follows, La bruja, Déjame Salir y Hereditary, es la inquietud, el desasosiego, las risas nerviosas y el mal cuerpo que producen sus respectivos visionados. Antes que cine indie, de autor, o su función como alegorías y su paso por Sundance, son películas de TERROR, con las seis letras y en mayúsculas. Títulos que han escrito y están escribiendo el horror que está por venir, y que nos ayudan a lidiar con nuestros demonios, fantasmas y miedos personales desde la seguridad que da una butaca de cine.
La revolución del cine de terror en territorios indie será una las tendencias de 2018. En unos días llega a España The Endless, una película estupenda y con toques de mumblecore que mezcla ciencia-ficción y sustos facturada desde el ideario DIY. Es más, los dos grandes estrenos de género de este otoño tendrán sabor independiente y de autor. El remake de Suspiria, una de las cimas creativas de Dario Argento, lleva la firma de Luca Guadagnino; sí, el director de Call Me by Your Name, la gran sensación de las salas de VO del pasado invierno. Y el nuevo y esperadísimo reboot de la saga Halloween, titulado Halloween a secas y producido por Blumhouse (la misma compañía de Déjame salir), está dirigido y escrito por David Gordon Green, cineasta de largo recorrido indie con títulos notables como Washington y All the Real Girls.