Un recorrido histórico por los tracks primigenios que dieron nombre al techno: de Detroit para el mundo.
1980 fue un año clave para el devenir de la música electrónica mundial: en Chicago y Nueva York se cocía a fuego lento un nuevo género musical que entroncaba directamente con el espíritu de la música disco. La historiografía moderna de la música electrónica dota siempre al house (nacido en clubs frecuentados por homosexuales negros y latinos) de esa pátina de purpurina hedonista heredada del disco en contraposición a la rudeza y conciencia de clase del techno cuando no es así. Se nos quiere hacer creer que el house era una música para pijos amanerados y que el techno era más real -de calle-, cuando esto no es así. De acuerdo: la situación social y económica no era la misma a principios de los 80 en Chicago que en Detroit, pero tampoco distaban mucho en su sino. Ni el house era patrimonio exclusivo de potentados gays de Chicago y Nueva York -el lobby rosa de la música disco- ni el techno surgió de vagabundos y drogadictos que calentaban sus manos en hogueras en una depauperada Detroit hundida por la crisis de su principal sustento: la industria del automóvil. La música electrónica se gestó en Estados Unidos gracias al golpe encima de la mesa que dieron las comunidades gays afroamericanas y latinas para reivindicar sus derechos: así nació el clubbing y sobre este pedestal se construyó el techno y el house.
Detroit en los 80 ya era el pozo del tío Raimundo de EE.UU. La industria del automóvil estaba en plena crisis: miles de personas perdieron sus empleos en la Motor City: las tasas más grandes de alcoholismo y drogadicción de todo el país se daban en esa ciudad. El futuro era gris y hediondo. La sensación de desamparo desembocó en los 90 en una crisis aún peor. Detroit se convertiría en la ciudad más peligrosa del país: sus calles estaban asfaltadas por el desamparo, la droga y la delincuencia. En este contexto socioeconómico nació el techno de la mano de tres jóvenes que iban al mismo instituto -Belleville High School-: Juan Atkins, Derrick May y Kevin Saunderson, “The Belleville Three”. El instituto estaba ubicado en un barrio que hoy catalogaríamos como «burgués»: no era un ghetto pero los tres padrinos del techno eran de las pocas personas negras que asistían a clase. Los tres estaban enganchados a The Midnight Funk Association, un programa de radio que presentaba Charles Johnson aka The Electrifying Mojo. Allí sonaba principalmente p-funk -la música que tocaban Parliament, Funkadelic y George Clinton-, que el ínclito Johnson mezclaba sin despeinarse con música clásica, discos de Kraftwerk, Depeche Mode y toda la nueva ola más dance de los New Romantics europeos.
Con todo esto en la cabeza Juan Atkins (ojo, no es moco de pavo controlar a Parliament o Funkadelic -con complejísimas estructuras musicales y una manera de tocar solo apta para genios-, con la electrónica de Kraftwerk o Depeche Mode) corrió a comprarse un sintetizador y empezó a pinchar en su casa, enseñando como debían manejarse los platos y la mezcladora a Derrick May y Kevin Saunderson. En esa habitación nació el Detroit techno. Un año después, en 1981, Juan Atkins y Derrick May ya pinchaban en fiestas en Detroit bajo el alias de Deep Space Soundworks. Las sesiones individuales de los tres también empezaron a sonar en The Midnight Funk Association. Ese programa de radio fue pieza fundamental para establecer lo que serían las bases del techno facturado en Detroit y que luego se haría mundialmente famoso.
Quien realmente manejaba el cotarro era Juan Atkins. Se juntó con Richard Davis (aka 3070) y formaron Cybotron, la piedra filosofal del techno hecha a base de electro. Se considera el track «Alleys of Your Mind» el primer tema «techno» de la historia. En la mente y las manos de Juan Atkins (Model 500/600 y el sello Metroplex) se moldeó el primer género netamente electrónico. Al trío protagonista hay que sumarle a Eddie ‘Flashin’ Fowlkes y James Pennington (aka Suburban Knight) y los sellos de May (Transmat) y Saunderson (KMS) como piezas fundamentales de una música engrasada en Detroit y exportada -ya como género- mundialmente. Tras un viaje a Chicago, donde el trio conoce de primera mano el nacimiento del clubbing con Frankie Knuckles y Ron Hardy, trasladan su música y modus operandi al Music Institute de Detroit, club regentado por Chez Damier, Alton Miller y George Baker, convirtiéndose así en el primer templo del techno.
A finales de 1989 el techno ya era un género mundialmente conocido. Del estricto y receloso underground de Detroit saltó a las pistas de baile de Londres y Berlín, y de allí al resto del mundo. El «Strings of Life» de Derrick May se convirtió en himno. Los tres responsables del género siempre han puesto «peros» a este éxito, siempre quisieron, al contrario que el house, que el techno se mantuviese en el estricto underground. Después vendría una segunda generación que acabaría de poner al género en el mismo pedestal histórico que el rock o el pop: Jeff Mills, Robert Hood y Mike Banks) formarían el colectivo Underground Resistance, los hermanos Lenny y Lawrence pondrían en marcha Octave One y Richie Hawtin y Carl Craig acabarían de rematar el asunto.
Un jovencísimo Jeff Mills sería protagonista de la segunda generación de creadores del techno de Detroit
Revisamos las 10 joyas de ese techno primigenio de Detroit, el facturado hasta 1989, y que tanto nos gusta por estos lares:
Cybotron: Alleys of Your Mind (1981)
Rhythim Is Rhythim: Strings of Live (1987)
Juan Atkins: Techno City (1984)
Eddie ‘Flashin’ Fowlkes: Goodbye Kiss (1986)
Model 500: NO UFO’S (1985)
Pshyche: Elements (1989)
Cybotron: Cosmic Cars (1982)
Kevin Saunderson: Tranzister (1988)
Rhythim Is Rhythim: It Is What It Is (1988)
Intercity: Groovin’ Without Doubt (1987)