Hemos llegado al 2020 con la vecina, su tío y el perro sabiendo ya lo básico del lenguaje emoji. De la berenjena al melocotón, parece que por fin tendremos el esperanto que los universalistas de antaño tanto buscaban. Y es que, lejos del (L) y el (K) del Messenger, cada vez más usamos los emojis por su propio valor expresivo y no como apoyo a lo que escribimos. Son jeroglíficos, puzzles visuales que pueden representar un tono de voz, un estado de ánimo o incluso resignificar totalmente un comentario. Esos signos en nuestras pantallas combaten la impersonalidad de la comunicación mecanografiada.
Para muchos, los emojis representan también la voluntad de los jóvenes de plasmar una identidad, definirse del resto y crear un relato a partir del yo. Muchos años antes de los millennials, de los zennials y hasta de Hotmail, esas mismas preocupaciones ocupaban las cabezas melenudas, engominadas y hasta oxigenadas de los adolescentes de los noventa.
Si ya tienes una edad, o si eres al menos suficientemente mayor como para haber crecido lejos del “realfood”, el “clean eating” y más bien amorrado a los bollicaos, te acordarás de cierto personaje verde que venía en forma de cromos coleccionables junto con el bollito de merienda ultraprocesada. Se trata de Toi, el personaje creado por Jordi Catalá que en cada cromo expresaba un estado anímico diferente, adivinando así el futuro de toda una generación que pasaría de los Tois a los estados del Messenger, el Metroflog, el Tuenti, el estado de Facebook y un infinito que parece que aún no acaba.
“Toi fatá”, “Toi felí”, “Toi Fadao”, los cromos de Català sintetizaban la esencia comunicativa con ansias de autoafirmarse que han definido los 2010s. Muchos de nosotros coleccionábamos los cromos para pegarnos los que más nos gustaron en la agenda del “cole”, en la carpeta del insti o en la frente, como formas de definirnos y presentarnos al resto cuando aun no teníamos ni SMS. Toi, el personaje de Jordi Català, vuelve en forma de exposición retrospectiva en el Colegio Oficial del Diseño Gráfico en Barcelona, donde se recopilan los diferentes diseños del simpático monstruito noventero que se podrán ver hasta el 12 de febrero.