Antes de que el techno y el house hicieran suyas las pistas de baile de las discotecas patrias, cinco artistas y bandas se permitieron soñar con un futuro que aún estaba por llegar.
Corría la primera mitad de los 90 cuando en España los telediarios abrían día sí día también con noticias alarmantes sobre la tan traída Ruta del Bakalao valenciana. Drogas de diseño, accidentes de tráfico, maratonianas fiestas dominadas por una extraña y machacona música que hacía que los jóvenes perdieran la cabeza. Así anduvimos unos años hasta que la cosa se calmó —la ruta valenciana, tal y como se concibió, murió— y muchxs comenzamos a vislumbrar que había algo más ahí fuera que recopilatorios de eurodance con Jesulín de Ubrique en la portada, nacional–bakalas con pelo cenicero y navajazos en discotecas de polígono de extrarradio.
Así, y aun con un pelín de retraso, la segunda mitad de la década vio el despertar de nuestro país en cuanto a la electrónica —de baile o no— que ya llevaba unos años revolucionando el panorama musical global. Poco a poco, unos cuantos productores de aquí comenzaron a plasmar en su trabajo las influencias de fuera, auténticos pioneros que pusieron los cimientos de la electrónica española «moderna». Como otras veces, desde Beatburguer queremos rendirles un sentido homenaje porque a muchxs —entre lxs que me incluyo— nos hicieron soñar con un futuro cuya banda sonora estaba compuesta con máquinas.
Big Toxic
Hablar de Big Toxic es hacerlo de una de las figuras más representativas del underground noventero, además de un auténtico hombre del Renacimiento cuya obra trasciende la música para adentrarse en disciplinas como el teatro, el cine o el ballet. Nacido en París en 1965, inició su carrera musical en el Madrid de 1984 como miembro del grupo Frequencia Beta. Tras producir tres discos de Fangoria, componer música y rodar por todo el mundo con la compañía teatral La Fura Dels Baus y convertirse en uno de los remixers más famosos y solicitados del país –famosas son sus remezclas para Sexy Sadie, Héroes del Silencio, Azul y Negro o, incluso, Nine Inch Nails–, aún tuvo tiempo para comenzar un proyecto más orientado al drum’n’bass con su aka Smol Tosi o publicar en el sello de DJ Hell, Gigoló Records, con su proyecto de techno-fetish-punk Dirty Princess. Referente indiscutible.
Javi P3z
El donostiarra Javier Pérez Calderón fue otro de esos rara avis en un tiempo en el que el techno, el trance y los ritmos más duros dominaban las pistas de baile del país. Javi P3Z –o Elektropez– es un DJ, compositor, productor, músico y promotor de eventos que insufló de latin jazz, soul, hip hop, pop y funk a la electrónica estatal a través de grandes proyectos como fueron la banda Parafünk, el colectivo Sirope y el sello creado por estos últimos, Novophonic. Es aquí donde P3z editaría todos sus trabajos posteriores: Prólogo (1996), Epílogo (1997) y el maxi Disco Nudo (1997). Amante del hip hop y del uso creativo del sampler de bandas como De La Soul, A Tribe Called Quest, Jungle Brothers o Gangstarr, Calderón se encargó de insuflar de calor y sabor a la escena desde el corazón de Euskadi.
Álex Martín
En un tiempo en el que la electrónica española era poco más que un erial a ojos de las potencias en boga —EEUU, Reino Unido, Alemania, Países Bajos—, el productor y DJ barcelonés supo destacar, a la manera de un auténtico faro en medio de la oscuridad, y posicionarse como el artista electrónico español más internacional de la época. Con trabajos editados en imprints de la talla de F:Communications —sí, el sello de Laurent Garnier–, Playhouse, Pagoda o Hypnotism bajo su propio nombre o alias como Iberian, Phat DB o Earcloud, Martín ha cultivado una carrera envidiable y al alcance de muy pocxs. Adentrándose en géneros poco trabajados entonces como el tech house, los breaks más bailables o el house armónico de toques disco, quizá su proyecto más conocido sea Álex Martín Ensemble, una reinterpretación contemporánea de las formaciones de jazz clásicas que dieron obras de arte como Come Into Cosmos (1995), Join The Band! (1997) o Tres (2001), todas ellas publicadas en el difunto sello barcelonés Cosmos Records.
Prozack
El vigués Juan Carlos Ordóñez tocó el cielo con los dedos durante los 90 con Prozack, uno de los proyectos techno más sólidos, serios y sustanciosos de cuantos hubo en la época. Con un directo demoledor basado en ritmos contundentes, ásperos y minimalistas –que incluso recibió la mención especial del jurado del concurso de Rock de Lux en 1995–, Ordóñez se catapultó a lo más alto de la escena techno independiente española, paseando su propuesta por innumerables salas de la península ibérica. Ese año, tras sus actuaciones en Sónar y Techno Bam, fichó por Stereophonic Elefant Dance Recordings, el subsello dedicado al dance y la electrónica del indie Elefant Records. Allí publicaría una remezcla del tema Eva sobre Eva incluido en el maxi de Silvania Galax Trax (1996), el maxi Electromotriz (1997) y los largos Ideology (1997), Tan Lejos (1998) y Dispersión (2000), trabajos en los que dejaba claro que lo suyo era techno de calidad sin ambages. No contento con ello, aún fundaría Gauss —su aka más housy—, DISCODÉ —mano a mano con HD Substance, con quien exploraría la cara más disco de la dance music— y el proyecto RADIO junto al dúo hipano-peruano Silvania, y poniendo el foco en que lo experimental no tiene por qué estar reñido con lo bailable.
Silvania
Es imposible no emocionarse y sentir un escalofrío recorrer tu espalda al leer o escuchar el nombre de Silvania si tuviste la suerte de descubrirlos en su momento de máximo esplendor, o más aún si eres unx de esxs afortunadxs que conociste a Mario y Cocó Ciëlo en persona. Peruanos afincados en Madrid, la ensoñación ambient pop de sus primeros trabajos daría lugar a un universo sonoro experimental en el que los secuenciadores y los sintetizadores sustituyeron a las guitarras como medio elegido a la hora de comunicar ideas y emociones. Desde la publicación de Avalovara (Stereophonic Elefant Dance Recordings, 1995), el seminal directo que ofrecieron en el Festival Internacional de Benicassim de ese año y su participación activa en Barcelona Acció Musical (BAM), su popularidad y peso en la escena electrónica independiente internacional crecía sin parar. La eclosión total vendría con Delay Tambor en 1996, un disco de remezclas de algunos de los temas de sus dos primeros EP a cargo de –ojo– Autechre, Scorn, Seefeel, Scanner y Locust. A él le seguían un sinfín de singles, colaboraciones, EPs y algún largo más que bien merecen su propio monográfico. Fascinantes, imprescindibles e inolvidables. Cocó, siempre en nuestros corazones.