Menos es más: un alegato en favor del lo-fi house

Vivimos en un mundo hiper tecnológico, tanto que ya es indisoluble a la fabricación de la música que escuchamos. Los productores y músicos que trabajan con aparataje analógico ya son una rara avis, unos freaks del sistema que se niegan -porqué no lo necesitan- a hacer uso de lo digital para mostrar su talento. El oido ya se ha acostumbrado a escuchar producciones tan pulidas (bajo capas y más capas de filtros y detalles) que escuchar según qué discos en 2020 es volver prácticamente al gramofón. Ya en 2016 y en pleno auge de la EDM (con su hiperperfeccionismo y sobreproducción vacua orientada mayoritariamente a un público festivo: ya sea el de las vaquillas de una plaza portátil un 15 de agosto en cualquier pedanía de España como a los cientos de miles que ocupan la esplanada de cualquier festival centro europeo al uso) surgieron una panda de chalados que, desde ámbitos house preferían las producciones “sucias” de los 80 y principios de los 90. Para “hi” ya tenían sus cabezas, “lo” serían sus métodos. El concepto lo-fi ha estado siempre presente en la historia de la música: desde las primeras producciones de techno y house en Chicago y Detroit, pasando por multitud de discos indies (¿cuántas maquetas grabadas en cuatro u ocho pistas acabaron siendo “discos” solo en la década de los 90?) o todos los miles de discos de cualquier género que hayan sido gestados en una habitación con los medios disponibles en ese momento, la gloriosa bedroom music.

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El lo-fi ha estado presente en la historia de la música en general, y en la electrónica en particular, generalmente por necesidad -falta de medios- y otras como respuesta ética y estética a la comercialización y consecuente bastardización del sonido primigenio. Por aquel entonces -y vuelve a pasar hoy en día-  los productores de lo-fi house conviven con una escena en la que se ha impuesto el perfeccionismo digital: el producto impecablemente acabado, lo más depurado posible y listo para consumir. Como cuando vas al súper: solo ves naranjas perfectas, colores perfectos: todas las naranjas son iguales en tamaño y color, perfectas a la vista, pero igual por dentro son totalmente insulsas, no saben a nada. Frente a esto algunos artistas deciden volver al producto imperfecto, y en esa imperfección reside lo bueno: el jugo.

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Ante el supermercado de la EDM (la versión brillante, resplandeciente y monótona de las naranjas que hablábamos antes pero en versión trotonera del house y el techno) surgieron algunos artistas en Youtube y Soundcloud con nombres risibles expresamente así escogidos como DJ Seinfeld o Ross From Friends, con una estética y sonidos que rompían con el statu quo de la industria pero que casaban con las pistas de baile.

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El lo-fi house tiene unas cajas de ritmos guarras, un bombo amortiguado y un charles casi roto, sintetitazores de tercera división y saturación a prueba de bala. Sellos como Lobster Theremin, 1080p o LIES dieron rienda suelta a este particular sonido, algo melancólico y con toneladas de lo que hoy serían “meras imperfecciones” en un estudio profesional, pero que siguen funcionando -como todos los clásicos de la música electrónica de baile- en las cabezas y cuerpos que pueblan las pistas de los clubes. Tampoco sorprende que estos artistas renegaran de la etiqueta lo-fi, ya que su creatividad y formas van mucho más allá de un tag. Las sesiones de Frankie Knuckles o Larry Levan estaban plagadas de temas, maneras y formas “lo-fi” y nadie, en su sano juicio, catalogaría la música de ambos genios como mero lo-fi.

De una de las cabezas más visibles (y mejor amuebladas) del género – DJ Seinfeld – os recomendamos su Dj Kicks (que podéis escuchar aquí) y estos cinco hits de un sonido que cumple a la perfección con el corpus arquitectónico y de diseño de Peter Behrens o Mies van der Rohe: “menos es más”.

DJ Seinfeld: U

Ross From Friends: Talk To Me You’ll Understand

Delroy Edwards: 4 club use only

DJ Boring: Winona

Mall Grab: Down