Una sombra en mi ojo: los desastres de la guerra

Si uno rebusca dentro de ese sumidero de producciones huecas y superficiales en el que parece haberse convertido Netflix durante los últimos meses, puede llegar a darse de bruces con “Una sombra en mi ojo”, una de esas excepciones que confirman la regla, una gran película con la que, sin duda, merece la pena toparse.

Se trata de un film dirigido por el danés Ole Bornedal (responsable de la notable mini-serie “1864”, disponible en Filmin) que supone la reconstrucción del fatídico bombardeo por parte de la RAF de la sede que la Gestapo tenía en Copenhague durante el tramo final de la Segunda Guerra Mundial.

Sucedió el 21 de Marzo de 1945, durante aquella funesta jornada, un imperdonable error de la aviación británica terminó con la vida de 120 civiles, 86 de los cuales eran niños que estudiaban en un colegio católico de la capital danesa.

El film arranca con una espeluznante secuencia, Henry (Bertram Bisgaard Enevoldsen) es un niño danés que recorre, tranquilamente, con su bici cargada de huevos, un empedrado camino rural. En ese trayecto, será testigo directo de una cruenta atrocidad al cruzarse con un caza británico que ametrallará ferozmente un taxi ocupado por tres mujeres que se dirigían a una boda.

Ese instante, dará paso inmediato al trauma. El pobre Henry en estado de shock dejará de hablar. Al convertirse en observador de esa salvaje ejecución aérea surgirá en su ojos, esa sombra, ese miedo constante a ser atacado desde el cielo. El crónico estado de pánico que provocan todas las guerras.

A modo de Drama Coral y con un acertado uso del montaje en paralelo, Bornedal irá tejiendo las vidas de los diferentes personajes que se cruzarán fatídicamente en esa catastrófica jornada.

Así será como seguiremos la pista del súbitamente mudo Henry, al que su madre ha mandado a casa de sus tíos en Copenhague, dónde su prima Rignor (Ester Birch) y su dulce amiga Eva (Ella Josephine Lund) tratan de hacer todo lo posible para que el pequeño se integre y vuelva a recuperar el habla.

Asistiremos también a la crisis de Fe de una joven monja, Teresa (interpretada por Fanny Bornedal, hija del director de la cinta) y su compleja relación con un joven colaboracionista (Alex Høgh Andersen, rostro bien conocido por su papel de Ivar en la serie “Vikingos”).

Paralelamente, seremos testigos de cómo la Gestapo comienza a utilizar a miembros de la resistencia danesa como escudos humanos, mientras los pilotos británicos preparan su inminente y malogrado ataque sobre la ciudad.

Con un ritmo in crescendo y ese virtuoso montaje en paralelo que culmina con el desconcierto que provoca el bombardeo salvaje, Bornedal consigue mantener al espectador en un permanente estado de alerta durante todo el metraje del film.

Una sombra en mi ojo” supone un nuevo grito sordo que apela a la conciencia colectiva. La enésima muestra de cine antibelicista que trata de mostrar el horror de las contiendas. Una película que denuncia los daños colaterales en los enfrentamientos armados, ese llamado fuego amigo que no es más que muerte y metralla sobre ciudadanos inocentes. Otro asesinato masivo que quedará impune.

Bornedal echa un vistazo al pasado para aprender de los errores cometidos, errores que diariamente se repiten en nuestro Presente y ante los cuales permanecemos inmóviles como impávidos espectadores.

Una notable película que desgraciadamente, en este mundo regido por las normas de un puñado de malditos criminales, no está llamada a cumplir con su objetivo final. 

En la actualidad hay más de 60 conflictos armados en activo a lo largo y ancho de todo el planeta, lugares en los que la población civil no cuenta con el derecho a vivir a salvo.

Emplazamientos hostiles en los que un indeterminado número de niños (miles, quizás millones), al igual que Henry, están condenados al trauma perpetuo, a vivir bajo la constante incertidumbre que supone el miedo a ser bombardeado.

“Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.