Hablamos con la banda barcelonesa, que acaba de entregar a Cønjuntø Vacíø su cuarto álbum, “Arche-Fossil”, una colección de paisajes electrónicos post-industriales.
¿Se van a reconocer los paisajes electrónicos como el folk de nuestra época? Es una duda que asalta a la que suena “Arche-Fossil” (Cønjuntø Vacíø, 2020), el nuevo disco de Wind Atlas, cuarteto formado por Andrea P. Latorre, Sergi Algiz, Raul Q. de Orte y Raul Pérez. Esta banda siempre nos ha hablado una la realidad que se construye a través de la repetición de ficciones individuales, que luego se convierten en colectivas. La tradición es un mito que hemos tomado como auténtico, para ubicarnos. ¿Pero qué pasa cuando una banda no se ubica y trabaja desde la duda, rompiendo los conceptos pero también los sonidos que normalmente reconocemos? ¿Se crea con esta ruptura una nueva tradición?
Lejos de buscar la pureza, este cuarto álbum toma como referencia una versión distorsionada del techno y también de el folklore mediterráneo. Toca el tema de lo ancestral, lo que existía antes de nuestra realidad subjetiva y lo que puede que siga existiendo cuando todo esto acabe. Es un disco que se ha pensado sin tener en cuenta cómo sonará durante un concierto, así que lo hace ideal para escuchar en casa. Ahora quizás no les interese el directo como repetición, ritual, tradición. También apuestan por los remixes como vía para que las canciones no sean inamovibles, por la glosolalia para acercarse donde las palabras no llegan o por el logo como otro icono de comunicación no-verbal. De todo esto y de algunos de los referentes que han tomado como guía -Cosey Fanni Tutti, José Ángel Valente, Austin Osman Spare y Quentin Meillassoux- hablamos en la siguiente entrevista.
En cada nuevo álbum, a parte de nuevas líneas musicales, también las exploráis de conceptuales. “Arche-Fossil”, según el filósofo Quentin Meillassoux, son aquellos fenómenos o materiales que indican la existencia de una realidad ancestral anterior a la vida terrestre, como por ejemplo las emisiones lumínicas de las estrellas. ¿Qué es un “Arche-Fossil” para vosotros? ¿Cómo habéis incorporado esta teoría a la composición del disco?
Andrea: Leo cosas que me interpelan, pueden ser textos filosóficos, pero, sobre todo, son ficciones, poesías, literatura oral… Y, a partir de ahí, me obsesiono y voy teniendo ideas o escribiendo textos que, de una manera más o menos obvia, están relacionados con ese descubrimiento que he hecho. Pero, sobre todo, son cosas que me interpelan de manera poética.
En An Edible Body estaba totalmente obsesionada con Clarice Lispector y en esta etapa de mi vida he descubierto el realismo especulativo que me ha hecho repensar muchas cosas. El archi fósil, que me ha confrontado intelectualmente. No me atrevo, ni quiero, describir el archifósil. Melliassoux lo hace de una manera muy bonita y mucho más adecuada. Sí puedo decir que lo ancestral ha estado siempre, de una manera u otra, en todo lo que he hecho. Y descubrir el archi fósil y esta manera de explicar la ancestralidad fue emocionante para mí.
En este caso no hay tantos instrumentos orgánicos ni objetos rituales como los que utilizasteis en la anterior grabación en NY, con Sean Ragon de Cult of Youth -y su altar de huesos humanos que recuerda a los Aghori-, y habéis trabajado con más paisajes electrónicos.
Sergi: Ya en el disco anterior, a pesar de que todavía sonábamos a lo que se entiende como una banda, incorporamos muchos más sintetizadores y cajas de ritmos. En Arche-Fossil influyó mucho que el disco se compusiera principalmente en casa. En una fase muy inicial de la composición decidimos no pensar en los directos, hacer el disco que nos apetecía. Hemos usado material distinto, muchos instrumentos de software, pero también material analógico, sintetizadores modulares, Korg MS20, racks Roland de los años 80, samples, grabaciones de campo, etc.
El proceso de grabación del disco ha durado dos años y empezó antes de la publicación del anterior, “An Edible Body” (B.F.E. Records, Hidden Track, GH Records, 2018), ¿cómo se ha desarrollado?
S: Tras volver de la gira que hicimos en Canadá y EEUU en otoño de 2018, tuvimos que cancelar por varios motivos una gira por la península que nos hacía mucha ilusión. Ya teníamos algunas canciones nuevas que pensábamos que podían formar parte de un próximo disco. Durante meses estuvimos sacando ideas en el local y dedicando bastantes horas a la semana a trabajarlas en casa. Llegamos a mitades del 2019 con unas veinte canciones grabadas. Nuestra idea era editar un disco doble con todo ese material. Por suerte, pocas semanas antes de terminar la grabación, decidimos descartar más de la mitad del material, no tanto porque no nos gustase, sino porque se desviaba del disco que empezábamos a tener claro en nuestra cabeza.
También incorporáis elementos de la música tradicional mediterránea, ¿es la novedad del disco o es un sonido que ya lleváis dentro, aunque no fuera tan evidente?
A: No es ninguna novedad, ya incorporaba elementos de la música tradicional mediterránea cuando empecé a hacer música, sobre todo a través de una manera de cantar muy melismática, aunque no lo hacía de una manera consciente. Siempre me han emocionado mucho les cançons de treball, las canciones infantiles valencianas, les albaes o el cant d’estil. Con el tiempo, fui descubriendo que la música tradicional valenciana tenía mucho que ver con otras músicas mediterráneas de otros lugares que no estaban necesariamente cerca de Valencia. Ahora mismo me interesan muchísimo estas manifestaciones y esta forma de cantar.
La canción de inicio, “Hunger”, es un alegato en contra de lo ascético, ¿continuais interesados en la sobreingesta propuesta en “An Edible Body” (2018) frente a la simplicidad y la pureza, que en nuestra sociedad se han tipificado como conceptos positivos?
A: Yo soy una persona que engulle, literal y figuradamente, todo aquello que me gusta y me interesa. Y siempre me he sentido profundamente mal por ello. Toda la vida he intentado ser otra persona. “Hunger” es una canción muy importante para mí en la que acepto esa parte de mí después de 30 años. La pureza no me interesa lo más mínimo, de hecho, es un concepto que me genera mucho rechazo. No tengo ningún interés en ser pura.
¿Y “Where nothing happens” habla de vuestro cambio de residencia de Barcelona a Valencia? Os imagino amueblando el espacio, dándole vida con vuestras rutinas, acciones. ¿Qué tal os sentís en este nuevo lugar?
S: Nos sentimos muy bien aquí. Llegamos a Valencia y a los pocos días nos fuimos de gira por Europa con nuestra otra banda, SDH. Luego pasó todo lo del virus, la segunda mitad de la gira se canceló, Andrea se rompió el codo de camino al último concierto en Francia, tuvimos que volver corriendo para que se operase y desde hace unas semanas estamos confinados en casa. Se han cancelado todos los conciertos de la gira de Wind Atlas que íbamos a hacer desde ahora hasta verano. O sea que Valencia muy bien, pero el resto se ha puesto un poco cuesta arriba.
A: Desde que escribí “Where nothing happens” soy todavía más consciente de esos espacios en los que no pasa nada que me gustan tanto. Esta casa en la que vivimos ahora es muy angulosa y está llena de recovecos que me hacen muy feliz.
La instrumental, “Oceanic Sexuality”, ¿la entendéis como un interludio? Me recuerda a cómo en varias tradiciones poéticas se ha entendido el deseo como algo infinito e incontrolable como el mar, y que su movimiento con el vaivén de la marea.
S: No la entendemos como un interludio, sino como una de las canciones principales del disco. La compuse una noche de las Navidades de 2018. Me habían regalado un pack de software de producción musical y quería probarlo. Estuve unas horas instalándolo y se me hizo tarde así que trabajé de noche, cosa que raras veces hago. Esos días estaba leyendo la biografía de Cosey Fanni Tutti y pensé en hacer algo parecido a los temas menos bailables de Chris and Cosey. Creo que no me salió así, pero la canción me gustó mucho y se la mandé al resto. Esa grabación es la que está en el disco. El nombre sale de un pasaje del libro “The Occult Life Of London’s Legendary Artist”, una biografía de Austin Osman Spare escrita por Phil Baker, donde definía su sexualidad como “oceánica”. Me gustó mucho el concepto y me pareció que tenía sentido con los sonidos de la canción.
A: El agua y su movimiento como metáfora de la sexualidad es algo que está en Wind Atlas desde el primer disco hasta el último.
“Days of Sadness” está dedicada a J. A. V.), ¿quién es?
A: José Ángel Valente, uno de mis poetas favoritos y probablemente el que más ha influenciado mi manera de escribir. “Days of Sadness” es una adaptación muy libre de su poema “Latitud”.
En “Do You Have a House?” ¿qué se esconde en esta historia? ¿qué personajes intervienen?
A: Es la historia de dos personas que se conocen por la noche, en la calle. Una de ellas no tiene un lugar al que ir. Ambas se atraen intelectual y sexualmente enseguida. Hablan tanto que sus palabras se mezclan y ya no saben quién ha dicho qué, se unen en un solo discurso. Cuando están a punto de satisfacer el deseo, una de ellas se asusta porque empieza a no entender las palabras. No entiende lo que sale de la boca de la otra persona ni lo que sale de la suya propia. El sentido desaparece y una de las personas se asusta tanto que el clímax nunca llega.
En esta ocasión, Andrea, ya no utilizas la glosolalia y te decantas mucho más por cantar en castellano. ¿A qué se debe? Siempre es interesante cuando en un trabajo hay cuantas más lenguas mejor, ¿para qué te sirve cada una de estos idiomas? ¿hay conceptos que expresas mejor con unas que con otras?
A: Sí que la utilizo, pero tal vez no de una manera tan obvia. Está en “Hunger” o en “Esta despedida”. En “Esta despedida”, por ejemplo, tiene un papel fundamental. No fue intencionado y me di cuenta después, pero, cuando hice la voz, que fue previa a la música, si te fijas, cuando se me acabaron las palabras, utilicé la glosolalia. Es bonito porque la letra dice ‘Todos los nombres van a morir a ti’ y, en ese momento, cuando los nombres mueren, aparece la glosolalia.
La glosolalia es la manera más natural y orgánica de cantar para mí. Lo que pasa es que a veces quiero explicar cosas concretas y quiero que se entienda lo que digo. En cuanto a los idiomas, es la gran pregunta que me hago siempre, que me genera muchos problemas de identidad y que todavía no me he sabido contestar. Canto en inglés cosas que no soy capaz de cantar en castellano y canto en castellano todo lo que relaciono con mi abuela, con la tierra y los ríos y con los poetas que he leído en castellano.
Antes de la publicación del disco habíais publicado varios discos de remixes, “Under These Waters (rework)” (2019) y “En La Cruz (remixes)” (2018), ¿os interesa a la hora de trabajar con versiones alternativas?
S: Sí, nos interesa cada vez más. Creo que muchas veces la grabación final de una canción la encorseta mucho. Las canciones son cosas vivas, nos gusta que en directo puedan cambiar respecto al disco, por ejemplo. Y de la misma forma, nuevas grabaciones de la canción pueden resultar interesantes, explicar cosas distintas y de formas distintas. Es algo con lo que seguro vamos a seguir experimentando.
En lo estético, siempre me ha llamado la atención vuestro logo, este icono de comunicación no-verbal que me recuerda a la cruz de TOPY, una mezcla entre elementos contrarios -pero no excluyentes- como el cristianismo/satanismo, las antenas parabólicas y las barras de Black Flag diseñadas por Raymond Pettibon. en vuestro caso, ¿qué elementos incorpora? ¿cómo describirías sus partes verbalmente?
S: El símbolo salió muy al inicio de la banda y está tomado del “Diccionario de símbolos” de Cirlot, un poeta que ha influido siempre mucho a Wind Atlas. Recuerda a la cruz psíquica y también integra los símbolos del sol y la tierra. El símbolo tiene como nombre ‘el globo’, y es una referencia a la totalidad, a lo eterno.
A: Alquímicamente, los círculos negros son símbolo de la primera materia. Cuando este círculo es alado simboliza el movimiento, la evolución.
Recientemente hablábamos con el artista Marc O’Callaghan que la realidad existe para ser intervenida, en vuestro caso y haciendo referencia a las preguntas que planteáis en la nota de presentación del disco, ¿cuestionar la realidad es una forma de intervenirla?
A: Yo diría que, si hablamos de la realidad como un afuera de nosotros, ese afuera siempre está ahí, siempre estuvo y siempre estará. Queramos nosotros o no, seamos capaces de percibirlo o no. De eso habla precisamente el archi fósil. Otra cosa es si hablamos de cómo percibimos nosotros la realidad y de qué manera transformamos lo que nos rodea. Que exista ese afuera, queramos o no queramos, nos condena a vivir desde lo subjetivo. En ese sentido, yo soy una defensora y practicante de la ficción como forma de vida. Parece que cuando decimos que algo es fake o mentira estamos diciendo algo malo. A mí me gusta el fake, la mentira y lo inventado y creo que puede ser igual de auténtico, potente y real que cualquier ‘verdad’ —sea lo que sea eso—. A mí practicar la ficción me transforma.