¿Y si Dubái se convirtiese en la nueva Ibiza?

En medio del desierto árabe se ha alzado una improbable metrópolis que oposita para ser el penúltimo hotspot clubber. La pasada Semana Santa una delegación de Beatburguer se desplazó hasta el Blue Marlin Ibiza UAE, en Dubái, para tratar de responder a esta pregunta.

 

El Medio Oriente, dicho de una manera fina, no es precisamente el lugar donde la libertad, y ya no digamos el libertinaje, campa a sus anchas. Tampoco lo son los Emiratos Árabes Unidos, pese a su voluntad de abrirse al mundo y occidentalizarse, toda vez que se han convertido en la sociedad más cosmopolita del planeta. Por eso, parece loquísimo que Blue Marlin decidiese trasladar el espíritu Ibiza -puro hedonismo, pura desinhibición, puro desenfreno- a Dubái. Estamos hablando de un lugar en que la homosexualidad está perseguida, donde las mujeres no pueden mirar a los ojos a los hombres, donde las muestras de cariño en público pueden meterte en problemas, donde el alcohol está esencialmente prohibido y el consumo de drogas te puede valer varias noches en el calabozo, la deportación y hasta el veto de entrada al país.

Pero Blue Marlin Ibiza UAE lleva ya siete temporadas atrayendo a un público global y consiguiendo que básicamente el quién es quién de la escena electrónica mundial haya pisado el club. Desde su apertura en una apartada cala en Ghantoot, a unos 30 minutos en coche de Dubai y a 45 minutos de la capital, Abu Dhabi, ya ha acogido un showcase de Paradise y de Circo Loco y han pinchado de Black Coffee a Maceo Plex, de Tale of Us a Âme. En nuestra visita, el pasado viernes 19 de abril, se sube a la cabina a eso de las 20 horas un dios del techno de la talla de Sven Väth, que tira de clasicazos acid de Ovum, algún que otro Speicher, algo de tech-house de Cocoon, pero sobre todo de su carisma sobrenatural para poner la pista patas arriba.

Los datos hablan por sí solos cuando decimos eso de que Dubái es la ciudad más cosmopolita del mundo. La ciudad ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos veinte años, multiplicando su población por cuatro. Lo que antes era un solar, y nunca mejor dicho, se ha convertido en una metrópolis próspera y boyante que no es que busque ser la nueva Ibiza, sino que en su punto de mira está Nueva York. La media de edad del emirato es de tan solo 27 años, hay ocho nacimientos por cada muerte y el 85% de sus habitantes son expatriados, siendo los asiáticos el grupo demográfico más potente. Blue Marlin Ibiza UAE es un reflejo de todo esto: deja tus prejuicios en la puerta, porque aquí no verás ni jeques árabes en Maserati, ni mujeres con el rostro cubierto por el velo; si te dijesen que estás en la isla blanca y no en medio del desierto árabe te lo tendrías que creer.

“Tenemos un público muy cosmopolita, ya que atraemos a todo tipo de amantes de la música. Tenemos muchos europeos y árabes visitando la sala. Para nosotros, es muy importante tener un público casual pero a la vez de alto calibre en el club, que vienen aquí por el ambiente y la música”, Ramy Al-Kadhi, brand manager de Blue Marlin Ibiza UAE y uno de tantos expats británicos que se ha sumado a la aventura emiratí. Y es que ahora mismo el país y, especialmente, su emirato más moderno y rico, Dubái, está tirando de chequera para atraer a los talentos más punteros del mundo, de la disciplina que sea. Para ser los mejores saben que tienen que tener a los mejores neurocirujanos, a los mejores arquitectos y… también a Papa Sven.

Ramy nos trata con esa proverbial hospitalidad de Emiratos Árabes, perfectamente conscientes de que para que Dubái lo pete de verdad y no se quede en una ciudad fantasma si algún día se les acaba ahí el petróleo, tienen que convertirse en un destino verdaderamente apetecible para el turista ocasional y los expatriados de espíritu clubber. Muchas de las conexiones al Lejano Oriente y el Sudeste Asiático pasan por el emirato, y hacer un stopover de un fin de semana se ha convertido en una opción cada vez más apetecible. Además de Blue Marlin, Dubai también cuenta con una versión del Buddha Bar parisino, el exclusivo club Armani/Privé (ubicado en la torre más alta del mundo, el Burj Khalifa, o el People By Crystal, un local en lo alto de un hotel con forma de pirámide. Porque sí, Dubai es a la vez Ibiza, Nueva York, Los Ángeles y Las Vegas.

¿Y cómo se consigue salvaguardar la esencia de la marca a miles de kilómetros de la casa madre? “Estamos en contacto con la gente de Ibiza constantemente, intercambiando ideas de contenido y estrategias con ellos, para que tengan una idea de cómo estamos llevando la marca. Creo que lo que más ayuda es que nuestro staff vive intensamente la filosofía Blue Marlin Ibiza, así que la marca se ha trasladado naturalmente desde cero. No se siente forzado”, me concede Al-Kadhi. Al fin y al cabo, el local apuesta por las infinity pools de agua cristalina, las playas infartantes, el blanco como color dominante y una oferta gastronómica que, en serio, incluye pulpo a la gallega, cecina y pimientos del padrón. Todo lo trabajan de muerte.

También me recuerda que, hoy por hoy, ya han conseguido su objetivo de traer a los artistas internacionales más top del mundo, contribuyendo a una escena que no para de crecer. “Cuando abrimos hace siete temporadas, el conocimiento era escaso, sin embargo, hemos jugado un rol de liderazgo a la hora de educar a la escena en los diferentes tipos de música electrónica. Hoy, el público tiene una gran noción de todo eso”, continúa antes de explicar que, eso sí, en materia de promotores sí cree que hay un cierto monopolio en la escena, aunque cada vez crecen más las iniciativas underground que están apostando por un rollo diferente.

Algo tendrá que ver que, según él, las autoridades locales están ayudando al club a prosperar, trabajando en paralelo para que la escena sea una realidad y no un espejismo. Cabe decir que con el asunto del alcohol, cada país musulmán lo enfoca con su particularidad. Los Emiratos Árabes, en este sentido, son de los más permisivos. Cuesta encontrarlo en restaurantes normales y no lo vas a ver en supermercados, pero algunos hoteles y clubs cuentan con barra libre. Saben que ahí está la pasta. El local ya te recibe con abundante publicidad de Belvedere y Möet & Chandon, a la vez que las botellas mágnum son la decoración estrella de las mesas VIP.

Las palabras están muy bien pero, ¿y los hechos? ¿De verdad Dubái aspira a convertirse más pronto que tarde en la nueva Ibiza o, en al menos, un destino puntero en el tablero del clubbing internacional? “El hecho de que se sienta como un destino vacacional algunas veces y que tengamos un flujo constante de gente entrando y saliendo del país en todo momento nos ayuda a ello. Siempre hemos de vendernos a nuevos públicos. Eso es único, no te puedes dormir en los laureles”, confiesa un Ramy ambicioso e ilusionado con un proyecto que debería dar un salto adelante en los próximos años. “Continuaremos siendo unos pioneros en la escena, explorando todo tipo de música electrónica. En Dubái, imaginamos que todo tipo de techno alternativo (minimal y más allá) ganará prominencia. Por ejemplo, trajimos a Raresh en colaboración con Deep Like a otro de nuestros locales, el Hatch”. Aquí ya hay ganas de volver para comprobarlo.