Mientras se nos hacia tragar con embudo la subvencionada Movida madrileña, en Girona unos adorables locos introducían la electrónica de baile y la cultura de club a través de La Sala del Cel, Blau y Le Rachdingue. Este excelente documental da buena cuenta de ello.
“Nou Set Dos“, el documental sobre los inicios del clubbing y la música electrónica de baile en Girona, recibió a principios de mes el premio del público al mejor documental en la edición 2020 del festival IN-EDIT, el mayor certamen de cine documental de música del mundo.
El documental es una joya. En él programadores, performers, artistas visuales, bailarines, artistas y Djs nacionales e internacionales (con aportaciones impagables de, entre otros, Dj Zero, la institución Ángel Molina, Dj Hell, Front 242 o Jeff Mills) nos cuentan, en primera persona, como la música electrónica de baile y el clubbing llegaron a España a finales de los años 80 a través de cuatro clubs históricos de Girona: Blau, La Sala del Cel, Le Rachdingue y Palm Beach Club. Un capítulo de la historia de la música electrónica de nuestro país -olvidado y denostado por el paleto centralismo madrileño y la estúpida endogamia barcelonesa- pero que representa un episodio clave para la cultura de club nacional, que aportó y dotó de significado a una escena por construir: innovación, voluntad artística, caos, libertad, valores, aventura y millones de anécdotas jugosísimas.
El documental demuestra que la electrónica de baile entró en nuestro país a mediados de los 80 por Girona, de la mano de unos adorables locos que invirtieron su tiempo y dinero, –su vida-, en lo que más les gustaba, ajenos por completo a La Movida madrileña y su pop-rock subvencionado y generando antes que la Ruta Destroy irrumpiese en Valencia, -la mal llamada “Ruta del Bakalao” por los medios generalistas-, las bases de la cultura de club en España. Las primeras giras internacionales de artistas como Front 242, Dj Hell, Green Velvet o Richie Hawtin (por poner solo algunos ejemplos significativos) tenían su primera parada en Girona: de allí luego bajaban a Valencia y subían a Oviedo -con parada y fonda en la mítica La Real- para luego, en una opción terciaria, terminar en Madrid o Barcelona.
La importancia de estos cuatro clubs en la historia musical de este país está excelentemente retratada en el documental dirigido por Albert Domènech y Óscar Sánchez. En Blau, La Sala del Cel y Le Rachdingue se gestaron por primera vez en España programaciones con “cara y ojos”. Aquello ya no eran boites o discotecas, eran clubs. La pasión y el nivel cultural de sus responsables (muy influidos por clubbers y artistas franceses) distaban mucho en una España analfabeta en lo electrónico y embelesada por medianías pop-rock insustanciales que nos hacían tragar mañana, tarde y noche desde Madrid. Impagable la aparición en el documental de la hoy presentadora de cine de Barrio, (y actual vedette de la derecha más rancia y anacrónica), Olvido Gara: ya en esos días y en comparación al ambiente y a la estética que se daban en Girona parecía Paco Martínez Soria mirando a unos Technics como si fuesen una aparición mariana. Años después, con Carlos Berlanga ya enterrado, abrazaría, de la mano de Ignacio Canut, los postulados electrónicos -y la facturación- vía Calígula 2000 con unos sets bochornosos.
La estética de aquella época en La Sala del Cel, con sus performers y ambientación, no desentonarían hoy entre los clubs más “in” de Berlín. Los sonidos más duros y dinámicos llegaron antes a Girona que a Valencia, pero también el techo más melódico y el house americano. En “Nou Set Dos” podemos ver a unos jovencísimos Oscar Mulero (melena al viento) y Sideral, como también a Enric Palau y Ricard Robles (directores de Sónar) tomado buena nota de lo que allí se cocía: Francia y Girona fueron piezas clave para que se celebrase el primer Sónar en 1994 en Barcelona. El peregrinaje fue fundamental: allí se daban cita cada fin de semana gentes venidas de toda España y de Francia -luego ya de toda Europa-, ávidas de música electrónica, hambrientas por bailar aquellos nuevos ritmos que nada tenían que ver con el tostón madrileño del pop de guitarras. Dj Zero y Ángel Molina (dos de los mejores Djs de este país) dan buena cuenta de ello en el documental.
Dice Dj Zero en el documental que todo lo vivido allí ya no volverá. Fue un momento único e irrepetible en la historia musical y cultural de España y de Europa. Aquellos pioneros volcaron toneladas de amor, tiempo y dinero (muchas veces no rentable) para establecer la piedra fundacional del clubbing en España. De allí también surgieron tiendas de discos, fotógrafos, discográficas, artistas y performers, dotando así de un plus a lo que algunos analfabetos se emperraban en catalogar y despreciar como “meras reuniones de jóvenes drogadictos en sesiones de discotecas de provincias”. Este documental tendría que pasarse en todas las televisiones públicas de este país, incluyendo a Radio Televisión Española, ya que nuestros impuestos también están para esto: para demostrar que en España hay cultura electrónica desde hace muchos años y no solo para pagar apariciones de Antoñita la fantástica en las campanadas de Fin de Año o el sueldo de Alaska para presentar, una vez más, “Cateto a babor”.
El documental está disponible en tv3 a la carta y lo puedes ver aquí.